El impacto del encarecimiento de las materias primas agrícolas en los países emergentes y de bajos ingresos
La relativa mejora de los precios internacionales de los bienes agrícolas apenas se ha reflejado en las cestas de precios al consumo mundiales. La principal razón es la depreciación de las divisas de muchos países frente al dólar, intensificada con la primera subida de los tipos de interés por parte de la Fed.
Tras permanecer varios años estables, los precios internacionales de los alimentos alcanzaron sus niveles máximos en la primavera de 2022 con el inicio de la guerra en Ucrania. La escalada se inició en el 4T 2020 y se intensificó en 2021 por el encarecimiento de la energía, las perturbaciones en las cadenas de suministros globales tras la pandemia y sucesos meteorológicos extremos que mermaron las cosechas. Posteriormente, entre marzo y mayo de este año, con la invasión de Ucrania, los precios ascendieron a máximos históricos debido a la alteración de los flujos de materias primas agrícolas de dos de los principales exportadores mundiales de productos básicos.1 Actualmente, transcurridos casi 10 meses desde el inicio de la guerra, gracias al restablecimiento de gran parte de los flujos comerciales a través del Mar Negro2 y a la rebaja de los temores sobre interrupciones en los suministros de alimentos básicos, los precios de los bienes agrícolas, y en especial los de los cereales, han cedido desde el pico alcanzado en primavera (el trigo, más de un 40% y el maíz, cerca de un 20%), a pesar de que todavía se mantienen en torno a un 30% por encima de la media de los últimos cinco años.
Sin embargo, la relativa mejora de los precios internacionales de los bienes agrícolas apenas se ha reflejado en las cestas de precios al consumo mundiales. La principal razón es la depreciación de las divisas de muchos países frente al dólar, que se intensificó con la primera subida de los tipos de interés por parte de la Fed y que ha derivado en un incremento de los precios de las materias primas en moneda local en comparación con su precio en dólares estadounidenses.3 Por ejemplo, mientras que el precio del maíz pasó de 650 a 789 dólares la fanega entre febrero y mayo, el precio en liras turcas ascendió de 9.014 a 12.592, en el mismo periodo. Asimismo, este aspecto también permite explicar parte de la persistencia de las presiones al alza de los precios domésticos de los alimentos sobre las tasas de inflación de cada país.
- 1. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Rusia y Ucrania representan la cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo, la quinta de cebada y maíz y más de la mitad de las de aceite de girasol, y suministran alrededor de una octava parte de todas las calorías que se comercializan en el mundo.
- 2. La iniciativa sobre el transporte de grano a través del Mar Negro (julio de 2022) Black Sea Grain Initiative, firmada entre Naciones Unidas, Rusia y Ucrania, ha permitido que desde agosto hasta la fecha Ucrania haya podido exportar por vía marítima más de 11 millones de toneladas de bienes agrícolas.
- 3. Desde la década de los ochenta, la negociación de la mayoría de las materias primas en los mercados internacionales se realiza en dólares estadounidenses.
El encarecimiento de los alimentos, unido al de la energía, ha mermado el poder adquisitivo de los consumidores en los últimos 12 meses a nivel mundial. Pero el impacto no ha sido igual en todos los países. Según el FMI,4 el peso de los alimentos en la cesta de la compra es mayor en los países con bajos ingresos que en los de ingresos elevados. Mientras que en el primer grupo el gasto medio en alimentos alcanza hasta el 44% de la renta disponible,5 en las economías emergentes el porcentaje ronda el 28% y en las desarrolladas desciende hasta el 16%. Esta distribución tan desigual se ha reflejado en el notable incremento de las tasas de inflación de los países de menores ingresos y de parte de los emergentes, que en la mayoría de los casos alcanza los dos dígitos. Además, el apoyo prestado por los gobiernos para limitar el efecto negativo del incremento de los precios sobre los ingresos reales también ha sido desigual. El esfuerzo fiscal realizado por los países emergentes y de menores ingresos durante la pandemia ha mermado considerablemente el margen de actuación de sus políticas fiscales. Así, en lo que va de año, en el 44% de estas economías se han implantado medidas sobre los precios frente al 84% en el caso de las avanzadas.
El repunte de los precios de los alimentos en el grupo de países menos favorecidos no solo tiene efectos sobre la inflación, sino que se extiende a más ámbitos de la economía y pone de manifiesto su vulnerabilidad a la volatilidad de los precios internacionales de los alimentos. A nivel macroeconómico supone un descenso del ritmo de crecimiento.6,7 Además, como se observó en la crisis alimentaria de 2008-2009, el aumento de los costes de los alimentos suele coincidir con episodios de debilidad cambiaria, aspecto que acentúa el endurecimiento de las condiciones financieras domésticas y exacerba el déficit comercial de estos países (el 75% de los países emergentes y de bajos ingresos son importadores netos de materias primas agrícolas). A nivel microeconómico, el encarecimiento de los alimentos reduce el poder adquisitivo de las familias, genera mayor desigualdad social (en cuanto a la capacidad de acceso a los alimentos) y agrava la pobreza.
- 4. Véase FMI (2022). «Fiscal Policy for mitigating the social impact of high energy and food prices» (junio).
- 5. Los países denominados con bajos ingresos (low income countries, LCI por sus siglas en inglés), se extienden a nivel mundial, aunque es en África subsahariana donde se concentra el mayor número de estos países.
- 6. Véase Banco Mundial. «Commodity Markets Outlook. Food Price Shocks: Channels and Implications» (worldbank.org).
- 7. La excepción a esta tendencia se observa en los países exportadores netos de materias primas. Por ejemplo, Brasil es uno de los cinco exportadores netos más grandes del mundo. Las exportaciones de bienes agrícolas suponen el 37% del total de sus exportaciones y crecieron a un ritmo del 9,4% anual durante las dos últimas décadas.
El Banco Mundial estima que los precios internacionales de las materias primas agrícolas descenderán de media un 5% en 2023, resultado del retorno gradual de los flujos de exportaciones desde Ucrania y de la moderación de la demanda en el contexto de la desaceleración del crecimiento de la economía mundial, para estabilizarse posteriormente en 2024. No obstante, y a pesar de esta dinámica, se espera que los precios de los principales cereales (trigo, maíz y arroz) se mantengan por encima de su media histórica, ante el descenso de la producción global de grano entre 2022 y 2023, que podría ser del 2,3% (57 millones de toneladas métricas) según el Ministerio de Agricultura de EE. UU.
Sin embargo, ante la elevada incertidumbre geopolítica y económica, hay riesgos que pueden propiciar nuevos repuntes sobre los precios. Además de la guerra en Ucrania, que podría llegar a suponer un descenso de la producción agrícola de Ucrania de hasta el 45% entre 2022 y 2023, destacan la persistencia de las presiones inflacionistas a nivel mundial, la apreciación del tipo de cambio del dólar, la continuidad del alto coste de la energía –no solo del crudo y el gas natural, sino también de los fertilizantes–, la diversificación hacia cultivos para la generación de biocombustibles, las políticas comerciales restrictivas de algunos países exportadores para controlar los precios domésticos y los eventos climatológicos cada vez más extremos, como La Niña.
Asimismo, el encarecimiento de los alimentos, acentuado con la guerra, ha contribuido al aumento del riesgo de crisis alimentaria en muchos países emergentes y de bajos ingresos (especialmente del África subsahariana, principales importadores de grano de Rusia y Ucrania), y ha acelerado el proceso de inseguridad alimentaria8 en ciertas partes del mundo (lideradas por África subsahariana, Europa del Este, Asia Central y América Latina). Este aspecto, además de suponer un grave problema humanitario,9 puede frenar el crecimiento económico de estos países a medio plazo.
- 8. Según la FAO, la inseguridad alimentaria se produce cuando las personas no tienen acceso regular y permanente a alimentos en cantidad y calidad suficientes para sobrevivir.
- 9. Estimaciones del Food Security Information Network apuntan a que en septiembre de 2022 más de 200 millones de personas en el mundo se encontraban en situación de inseguridad alimentaria.