El efecto de los precios de importación sobre la inflación en España
En este artículo, intentamos identificar el grado de transmisión de los precios importados al IPC, cuánto se debe a la energía y con qué retardo se observa esta transmisión.
Los precios de bienes importados tienen consecuencias sobre el índice de precios del consumo: se pueden transmitir de forma relativamente directa, como es el caso de la energía importada, o indirectamente, a través del aumento de costes de bienes intermedios usados en la producción doméstica de bienes o servicios para el consumidor. En este artículo, se busca identificar cuál es el grado de transmisión de los precios importados al IPC, cuánto se debe a la energía y con qué retardo se observa esta transmisión.
Los precios de bienes importados se han incrementado de forma drástica en los últimos dos años. Según los datos del Ministerio de Economía sobre los índices de valor unitario de las importaciones, los precios de importación crecieron un promedio del 26% el año pasado (con datos disponibles hasta noviembre) y acumulan un crecimiento del 68% desde enero de 2021 hasta noviembre de 2022. Por componentes, en el conjunto del año 2022 las alzas se concentraron en los precios de productos energéticos, que crecieron un 66%, si bien el resto de las agrupaciones también presentaron fuertes incrementos de precios: los bienes industriales, un 14%; los bienes intermedios, un 31%; y los alimentos, un 18%. Tal y como se observa en el primer gráfico, pese a que los últimos datos muestran modestos signos de moderación en los precios de energía y de bienes intermedios, los precios de importación se mantienen en niveles muy elevados.
Para analizar el impacto del alza de los precios de importación sobre la inflación en España, debemos tener en cuenta los dos principales canales por los que se transmite. Por un lado, el impacto directo de la energía sobre el componente energético del IPC que, a la luz de los datos más recientes, está contribuyendo a la moderación de la inflación general. Por el otro lado, un impacto más indirecto, a través del aumento de costes intermedios usados en la producción doméstica de bienes y servicios para el consumidor. De cara a 2023, este segundo canal es el que probablemente será más relevante. Así, para tratar de estimar su importancia, utilizamos técnicas estadísticas avanzadas que permiten cuantificar el impacto sobre el IPC subyacente de shocks sobre los precios de importación energéticos y no energéticos a lo largo del tiempo.1
Los resultados indican que la transmisión de shocks en los precios de importación de bienes no energéticos al IPC subyacente es relativamente intensa, directa –se observa un impacto significativo desde el 1T tras el shock– y persistente. Según nuestra estimación, ante un shock de 5 p. p. en el crecimiento intertrimestral de los precios de importación no energéticos (similar a lo observado en el 2T 2022), la tasa de variación del IPC subyacente registraría un impacto al alza durante los cuatro primeros trimestres tras el shock, acumulando un incremento de 1,7 p. p.2
Por el lado de los precios energéticos, se observa un nivel de transmisión de los shocks algo menos intenso que en el caso anterior. Además, el impacto se da con un mayor retardo, aunque sí muestra señales de una persistencia elevada. Por ejemplo, según nuestras estimaciones, un aumento de 20 p. p. en la tasa intertrimestral de los precios de importación energéticos (similar a lo observado en el 2T 2022) impactaría en la tasa de variación del IPC subyacente dos trimestres después, aunque su efecto persistiría hasta cinco trimestres tras el shock, generando un incremento acumulado del IPC subyacente en dicho periodo 0,6 p. p. mayor.
- 1. En concreto, utilizamos un modelo de vector autorregresivo (VAR), con datos del IPC subyacente, que excluye la energía y los alimentos frescos, el deflactor del PIB como aproximación de las presiones de inflación domésticas, y dos indicadores de precios de importación: de bienes no energéticos (IPRIM no energético) y de energía (IPRIM de energía).
- 2. Esto implica que un incremento intertrimestral de los precios de importación no energéticos 5 p. p. superior al que cabría esperar (por ejemplo, que crezca un 6% en lugar del 1% esperado), llevaría a que, en los siguientes cuatro trimestres, el IPC subyacente crezca 1,7 p. p. más de lo que lo hubiera hecho sin el shock (por ejemplo, que crezca un 3,7% en lugar de un 2%).
Gracias a las sensibilidades estimadas, podemos calcular qué factores explican la evolución de la inflación subyacente, distinguiendo entre la contribución de shocks de precios domésticos y de importación.3 Esta descomposición revela que, en el año 2022, el 55% de la variación del IPC subyacente se debió a shocks en los precios de importación; un 30%, por el impacto de los precios de importaciones no energéticas; y un 25%, por precios de importaciones energéticas, lo que evidencia el papel principal que está teniendo el incremento de los precios de importación en el episodio inflacionista que estamos viviendo.
Así, cabe esperar que los efectos indirectos que se generan cuando aumentan los precios de importación seguirán presionando al alza la inflación durante este año. Como referencia, si los precios de importación se quedaran estables a lo largo del año, el IPC subyacente crecería ligeramente por encima del 5% en 2023, un registro todavía elevado y similar al 5,2% observado en 2022.4
- 3. La descomposición histórica del VAR mide las contribuciones de los shocks idiosincráticos de las variables del modelo (IPC subyacente, deflactor del PIB, IPRIM no energético e IPRIM energético) a la variabilidad del IPC. En ausencia de shocks, el modelo estima que el IPC subyacente crece un 0,4% intertrimestral (1,6% en términos anualizados).
- 4. Nuestra previsión de inflación subyacente, teniendo en cuenta otros factores sobre los precios, es del 5,8%.