Portugal en el punto de mira

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2 de septiembre de 2013

Portugal ha vuelto al punto de mira de los mercados. La sentencia del Tribunal Constitucional anulando importantes medidas de ajuste, y la impopularidad de las nuevas medidas que se han tenido que tomar para mantener el compromiso con el objetivo de déficit han desgastado la coalición de gobierno. La dimisión del ministro de Finanzas, V. Gaspar, aludiendo a la incapacidad de aplicar el programa de ajustes, fue el detonante de una crisis de gobierno que se ha cerrado, pero que ha dañado uno de los principales elementos sobre los que se apoyaba la confianza de los inversores: el compromiso de la clase política portuguesa con el programa de reformas.

Los temores a un nuevo rescate han reaparecido. Incluso la posibilidad de que sea necesario aplicar quitas a la deuda portuguesa, evento que parecía lejano a principios de año, ha vuelto a planear. El aplazamiento a septiembre de la revisión trimestral que la troika hace de los progresos en el programa de ajustes y reformas y, en consecuencia, del desembolso del nuevo tramo de ayuda, no ha hecho más que aumentar la incertidumbre. De todas formas, las necesidades de financiación del Gobierno luso parecen controladas. La extensión de los créditos del MEDE y el MEEF ha suavizado el perfil de vencimientos y las emisiones de deuda durante el primer semestre de 2013 ya han cubierto las necesidades de financiación a medio y largo plazo para este año. Además, la ejecución presupuestaria hasta junio muestra cierto ajuste del déficit respecto al pasado año, por lo que, aunque quizás no se consigue el objetivo fijado para este año (del 5,5% del PIB frente al 6,4% en 2012), la desviación probablemente será menor.

Este episodio, además, no debería ocultar los importantes progresos que la economía portuguesa ha hecho durante los últimos trimestres. Sin ir más lejos, el avance del PIB de 2T 2013, del 1,1% intertrimestral, sorprendió positivamente. Este ritmo de crecimiento es difícil que se pueda mantener, pero los indicadores adelantados de 3T 2013 apuntan a que el periodo de inestabilidad política no ha pasado factura sobre el proceso de recuperación. Además, la incipiente mejora de la actividad en el resto de países europeos ofrecerá un soporte adicional a una economía que está contando con un importante apoyo del sector exterior para amortiguar la caída de la demanda interna.

Pero los retos a los que se enfrenta la economía portuguesa no son menores. A corto plazo, es de suma importancia que la revisión de la troika, prevista para septiembre, se desarrolle con normalidad y concluya de forma favorable. Un nuevo aplazamiento de la ayuda financiera dañaría seriamente la credibilidad del país. Las elecciones municipales previstas para octubre también serán un hito importante: servirán para medir el apoyo con el que cuenta el Gobierno para seguir implementando el programa de ajustes y reformas.

A medio y largo plazo, es importante que no se vuelvan a producir nuevos episodios de tensiones políticas que ge­­neren dudas sobre la voluntad y la capacidad de implementar reformas estructurales profundas. El principal problema del que adolece la economía portuguesa es que durante los últimos años ha sido incapaz de mantener un ritmo de crecimiento aceptable. Entre 2001 y 2007 el crecimiento promedio del PIB fue del 1,1%, un ritmo que ahora, con la deuda pública en el 131,4% del PIB, no se puede permitir. Por lo tanto, para que la vuelta a los mercados prevista para junio del año que viene se pueda llevar a cabo con éxito, no debería haber dudas de que la capacidad de crecimiento a largo plazo ha mejorado notablemente; y, para que esto sea así, tampoco debería haber dudas sobre la calidad de las reformas estructurales implementadas.

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