Formas iliberales de política económica: ¿evolución o cambio radical respecto al consenso existente?

En 2018, el semanario The Economist, en la celebración de su 175 aniversario, afirmaba que: «El liberalismo creó el mundo moderno, pero el mundo moderno se está poniendo en su contra». No es una afirmación ligera, viniendo de la publicación que ha encarnado contra viento y marea una visión liberal de la sociedad, la política y la economía. ¿Pero realmente es así?

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Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
15 de enero de 2020
Ilustración de la estatua de la libertad encerrada en una jaula para pájaros

En este Dossier se va a analizar desde diferentes ángulos si las políticas económicas se están alejando de lo que podríamos denominar, en sentido amplio, la ortodoxia y cuáles podrían ser las causas y los efectos de este giro. Con este objetivo, el punto de arranque lógico, al que se va a dar forma en este primer artículo del Dossier, es tratar de definir con precisión a qué nos referimos cuando hablamos de «emergencia de formas iliberales de política económica».

 
Un intento de definición: ¿qué son las políticas iliberales?

Para entender a qué denominamos políticas (económicas) iliberales, es necesario definir previamente qué entendemos por políticas económicas liberales, ya que estas constituirán nuestro marco de referencia para, a continuación, estudiar hasta qué punto las políticas económicas de los últimos años se han alejado de dicho marco.

La idea esencial es que existe un consenso razonablemente consolidado y amplio entre los economistas sobre qué características comparten las políticas económicas que mejoran en mayor medida las perspectivas económicas de los países, tanto a corto como a largo plazo. Lejos de cualquier formato de recetas fáciles y universales («hágase esto y entonces seguro que crecerá más a largo plazo»), lo que sí puede defenderse es que existen unos principios generales suficientemente compartidos. Es lo que Rodrik (2005) denomina principios económicos de primer orden, y que pueden llegar a formularse de manera razonablemente precisa cuando se recopilan toda una serie de aportaciones muchas veces dispersas en muy diferentes corrientes de la literatura económica de las últimas décadas.1 En particular, dichos principios emergen al revisar sobre todo tres grandes líneas de trabajo académico: la que replantea y moderniza la economía del desarrollo,2 la que orienta la transición hacia la economía de mercado de las antiguas economías planificadas3 y, finalmente, la que extrae conclusiones sobre cómo debería cambiar la política económica como resultado de las lecciones extraídas de la Gran Recesión de 2008-2009.4

En definitiva, ¿cuáles serían estos principios de primer orden de política económica sobre los que existe un consenso suficientemente compartido? En términos generales, se pueden identificar cuatro grandes ejes:

  • Los mercados de factores productivos y de bienes y servicios tienen que ser competitivos, ya que este es el mecanismo prin­­cipal para generar eficiencia en una economía.
  • El marco macroeconómico e institucional tiene que generar un entorno que facilite la estabilidad, ya que dicha estabilidad ofrece unas condiciones (credibilidad, anclaje de expectativas, reducción de incertidumbre, etc.) en las que mejoran las perspectivas de crecimiento, tanto a corto como a largo plazo.
  • La integración en los flujos globales de bienes, servicios y factores es fundamental para mejorar las posibilidades de crear prosperidad. Dicha integración, además, tendría que ser lo menos «dirigida» posible.
  • La política económica de largo plazo crítica es la de oferta, y tiene que ser coherente con los dos principios anteriores. Por ejemplo, una política industrial que trate de elegir sectores o empresas específicas (lo que a veces se denomina estrategia de picking winners) acostumbra a ser menos efectiva que una política industrial de carácter horizontal que actúe sobre determinantes de competitividad comunes a la mayor parte de los sectores.

Suele existir coincidencia en que dichos principios responden a la forma liberal de entender cuál es la mejor forma para que una economía funcione, que se basa en el convencimiento de que el crecimiento es la mejor manera de que aumente la prosperidad para el conjunto de la sociedad.5 Por ello, en este artículo, como en muchos otros, se categorizará a este conjunto de principios como consenso liberal de política económica.

Por tanto, si estas son las características, o con mayor propiedad, los principios, que guían una forma liberal de desarrollar la política económica, el alejamiento de estos implicará que el grado de iliberalismo, un neologismo que se empieza a utilizar en los años noventa del siglo pasado, aumenta. O, en otras palabras, en este Dossier se entenderá que una política económica iliberal es aquella que se distancia, de forma significativa, de todos o algunos de los principios acabados de presentar.

 
¿Alejamiento moderado o radical de los principios esenciales?

De lo dicho hasta ahora se desprende que un interrogante importante es hasta qué grado dicho distanciamiento iliberal representa solo una evolución más o menos pronunciada del consenso o, en cambio, algo más disruptivo. Esta no es una cuestión fácil de dilucidar ya que, como ha resaltado la literatura económica, existen múltiples variantes de la política económica en las que todas ellas son liberales.6 Un ejemplo sería, dentro del principio de estabilidad macroeconómica, todo lo referido a los bancos centrales. Así, un axioma central en dicho ámbito de la estabilidad macroeconómica es que esta es difícilmente alcanzable sin un marco de estabilidad monetario, y que para alcanzar dicha estabilidad monetaria se considera fundamental disponer de un banco central independiente. Pues bien, la forma institucional concreta en que se da forma a esta independencia no está predeterminada, ya que, entre otras muchas, puede tomar la del sistema de la Fed o la del BCE, dos variedades institucionales que siendo diferentes no alteran el principio mencionado. Como también puede instrumentarse de forma diferencial la política monetaria. Por ejemplo, el objetivo de la Fed, expresado por el mandato que le hace el Congreso, es apoyar tres objetivos: alcanzar la estabilidad de precios, conseguir el máximo nivel de empleo sostenible y tener un nivel moderado de tipo de interés a largo plazo. En cambio, en el caso del BCE solo es determinante la primera variable. Nadie discute que ambas alternativas permiten contribuir a la estabilidad macroeconómica.

Hasta aquí no debería existir excesivo debate: dos instituciones distintas con dos mandatos de política diferentes pueden ser igualmente liberales. En cambio, más controvertida podría ser la valoración de la cuestión de la política monetaria no convencional seguida por muchos bancos centrales tras la crisis. En 2016, el Centre For Macroeconomics,7 una institución británica, preguntó sobre el papel y las consecuencias de la política monetaria no convencional a un panel de economistas y verificó que la cuestión generaba bastante división. Por ejemplo, algunos entrevistados afirmaron que estas operaciones no convencionales eran intervenciones cuasifiscales que podían acabar dañando la independencia de los bancos centrales. Argumentos fuertes que situarían estas prácticas en el límite del consenso liberal, si esta fuese la opinión mayoritaria y existiese evidencia en este sentido.

Más allá de la opinión personal de los autores del presente artículo (no podemos resistirnos a expresar que a nuestro juicio la política monetaria no convencional, tal y como se ha llevado a cabo hasta ahora, es una práctica que se encuadra dentro del principio de buscar la estabilidad macroeconómica en la forma liberal antes expresada), lo importante aquí es entender la dificultad que entraña en el mundo real juzgar de forma objetiva si un determinado planteamiento de política económica es liberal o no, especialmente si no es un planteamiento extremo. A fin de sortear en la medida de lo posible los sesgos subjetivos inherentes a un juicio de valor, en el siguiente artículo del Dossier se va a cuantificar de forma razonablemente precisa hasta qué punto se está produciendo este alejamiento del consenso liberal. Solo entonces podremos afirmar que entramos en un territorio desconocido, el del iliberalismo, y empezar a reflexionar sobre causas y consecuencias, dos cuestiones que exploraremos en los artículos tercero y cuarto de este mismo Dossier. A riesgo de desvelar más de lo conveniente (spoiler alert, como diríamos en lenguaje de series televisivas), anticipamos ya ahora que el distanciamiento del liberalismo, que se ha producido en un periodo de tiempo relativamente corto, es significativo y, a nuestro juicio, no debería tomarse a la ligera.

 

1Véase Rodrik, D. (2005). «Growth strategies». Handbook of Economic Growth, 1, 967-1014.

2Véanse, además de Rodrik, Williamson, J. (1990). «Latin American Adjustment: How Much Has It Happened?». Washington, D.C.: Institute for International Economics; Williamson, J. (2000). «What Should the World Bank Think about the Washington Consensus?» World Bank Research Observer, 15(2): 251–64. Y Saad-Filho, A. (2010). «Growth, poverty and inequality: From Washington consensus to inclusive growth». New York, NY: UN.

3Véase Besley, T., M. Dewatripont y S. Guriev. (2010). «Transition and Transition Impact: A Review of the Concept and Implications for the EBRD». Report for the EBRD’s Office of the Chief Economist.

4Véase Taylor, J. B. (2010). «Getting back on track: macroeconomic policy lessons from the financial crisis». Federal Reserve Bank of St. Louis Review, 92(3), 165-176. Blanchard, O., Dell’Ariccia, G. y Mauro, P. (2010). «Rethinking macroeconomic policy». Journal of Money, Credit and Banking, 42, 199-215. Y White, W. (2009). «Modern macroeconomics is on the wrong track». Finance and Development, 46(4), 15-18.

5Esta concepción de la economía no entra en los mecanismos redistributivos que se deben articular una vez conseguido el objetivo de aumentar el bienestar del conjunto de la sociedad.

6Al respecto, véase Rodrik (2005), que ha elaborado la idea de «un principio común, muchas instituciones factibles».

7Encuesta disponible en https://cfmsurvey.org/surveys/future-role-unconventional-unconventional-monetary-policy. «The future role of (un)conventional unconventional monetary policy», The CFM Surveys, junio de 2016.

Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
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