Estabilidad financiera en la UEM: optimismo prudente

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9 de enero de 2014

Uno de los elementos más destacados de 2013 ha sido la dinámica positiva de la crisis de la eurozona. El propio Banco Central Europeo (BCE) lo ha reconocido en el recientemente publicado Financial Stability Review, que analiza los factores de riesgo que pueden comprometer la estabilidad financiera de la región. De la evaluación que lleva a cabo el BCE se desprenden dos importantes mensajes. Uno optimista: adoptando una visión de conjunto, los riesgos de carácter sistémico evolucionan de forma positiva y se encuentran ahora en niveles previos al estallido de la crisis financiera en 2007. Otro prudente: el escenario todavía es frágil y vulnerable, dada la presencia de cuatro grandes factores de riesgo, dispares en cuanto a naturaleza y alcance se refiere.

El primer gran foco de riesgo que identifica el BCE está relacionado con posibles shocks macroeconómicos y financieros que impacten en la valoración de los activos y la generación de beneficios del sector bancario. Las modestas perspectivas de crecimiento y las elevadas tasas de desempleo en la eurozona cuestionan de forma directa la calidad de los activos de la banca, y esto, a su vez, constriñe la oferta de crédito, retroalimentando la debilidad. En este sentido, en 2014 hay una buena oportunidad para revertir esta dinámica: las pruebas de solidez y resistencia de la banca (que serán llevadas a cabo precisamente por el BCE) deberían servir para reforzar la posición del sector, tanto en términos de solvencia efectiva (mediante las recapitalizaciones pertinentes) como de transparencia.

El segundo factor de riesgo tiene que ver con eventuales rebrotes de la tensión en los mercados de deuda soberana. Esto podría ocurrir en caso de retrasos en la implementación de las reformas estructurales necesarias para corregir los desequilibrios fiscales y la pérdida de competitividad en algunos países. Si bien este ha sido uno de los ámbitos en los que se observa una mejora sustancial en el último año (caída generalizada de las primas de riesgo periféricas), la fatiga reformista o una complacencia excesiva por parte de las autoridades gubernamentales (tanto nacionales como europeas) se erigen como elementos que pueden propiciar la reaparición de inestabilidad en este ámbito. Es crucial evitar este error.

La senda hacia la progresiva normalización de la política monetaria en EE. UU. representa una tercera fuente de turbulencias financieras. Tras el anuncio que Ben Bernanke proclamó en mayo sobre la intención de iniciar el tapering a finales de 2013, los mercados experimentaron elevadas dosis de inestabilidad, especialmente visibles en los países emergentes pero también en la eurozona. Si bien las medidas adoptadas por el BCE han permitido mitigar el impacto de las «maniobras» de la Fed sobre los tipos de interés de la UEM, los riesgos asociados a una posible nueva fase de fuertes alzas en los tipos de interés globales no son desdeñables. Si bien por el momento el anuncio de la Fed de iniciar el tapering a partir de enero de 2014 no ha generado turbulencias significativas, el BCE debe estar dispuesto y preparado para actuar nuevamente si es preciso.

El cuarto riesgo contemplado por el BCE es el de un desapalancamiento bancario excesivo y desordenado, que podría verse acentuado si repuntaran las dificultades que afrontan los bancos de los países en proceso de ajuste a la hora de financiarse en los mercados de capitales. Afortunadamente, el proceso de fragmentación entre países (centro vs. periferia) en relación con la disponibilidad y costes del crédito para particulares y empresas ha dado muestras de mejora en los últimos meses. Los avances para crear una verdadera Unión Bancaria han sido cruciales al respecto, y lo seguirán siendo en el futuro.

En suma, el panorama de estabilidad financiera ha mejorado, los riesgos todavía son importantes, pero autoridades y entidades financieras tienen en su mano neutralizarlos.

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