Ahorro privado para la jubilación: un complemento para las pensiones públicas
La reforma de los sistemas públicos de pensiones es uno de los temas que actualmente suscita más debate en los países desarrollados. En este contexto, una financiación complementaria de la jubilación mediante el ahorro privado siempre aparece como una de las vías para reducir la presión sobre los sistemas públicos de pensiones. De hecho, los planes de pensiones privados ya cumplen un papel importante de canalización del ahorro para la jubilación en muchos países.
Su peso en España, sin embargo, todavía está por debajo de otros países de nuestro entorno. Las cuentas financieras correspondientes al 3T 2016 indican que los planes de pensiones y seguros de ahorro –instrumentos específicos de ahorro para la jubilación– representaban el 18% del total de los activos financieros de las familias, comparado con un 34% para el conjunto de la eurozona. El peso de los fondos de inversión y las acciones, sin embargo, era 10 p. p. superior en España (36% vs. 26%). El vehículo preferido de ahorro financiero continúan siendo, de todas formas, los depósitos, tanto en España como en la eurozona (véase el gráfico).
En los activos de las familias españolas también destaca la preponderancia de la vivienda y los inmuebles en general. Así, la proporción de hogares que poseen su vivienda principal en régimen de propiedad alcanza el 83% en España, un porcentaje notablemente superior al 61% observado en la eurozona y casi el doble del 44% de Alemania. Si añadimos los otros bienes inmuebles en propiedad, como la segunda residencia, por ejemplo, la proporción de hogares españoles propietarios de un inmueble supera el 87%.1
Un resultado que puede parecer sorprendente es que el porcentaje de hogares españoles con planes de pensiones o seguros de ahorro prácticamente no cambió entre 2005 y 2014. De hecho, se redujo ligeramente desde el 29% al 26%. Seguramente, ello se debe al efecto de la crisis económica (por ejemplo, destaca la reducción del porcentaje de hogares con planes de pensiones en los que el cabeza de familia es autónomo) y, por tanto, es probable que en los últimos dos años, en un contexto de recuperación económica y bajos tipos de interés, esta tendencia se haya invertido.
Como en otros países, la suscripción a planes de pensiones privados tiende a crecer con la edad. En España, el 31% de los hogares con un cabeza de familia entre 35 y 44 años cuenta con un plan o un seguro de ahorro y el porcentaje aumenta hasta casi el 40% a partir de esa edad y hasta los 65 años. En general, se suele empezar tarde y se tiende a ahorrar poco, lo que limita la aportación complementaria que puede ofrecer el ahorro privado durante la jubilación. Concretamente, demorar el inicio del ahorro para la jubilación tiene un importante coste, ya que se pierde el efecto multiplicador que aporta el interés compuesto. Ello queda ilustrado con un sencillo ejemplo. Aportaciones de 3.000 euros anuales (con un incremento del 2% por año, que ajustaría aproximativamente por la inflación) durante 40 años y con un rendimiento medio del 5% anual (alcanzable si una parte de la cartera de ahorro está invertida en renta variable) nos reportarían un capital de cara a la jubilación de 507.355 euros. En cambio, si se decidiera comenzar a realizar aportaciones más tarde pero de mayor importe, el resultado final sería claramente inferior: aportaciones equivalentes a 6.000 euros anuales a día de hoy (también con incrementos anuales del 2%), comenzando dentro de 20 años y durante 20 años, se convertirían en 364.270 euros.
Planificar la jubilación con suficiente antelación es especialmente importante en un contexto como el actual de bajos tipos de interés. Un horizonte prolongado para la planificación permite dedicar una proporción más elevada del ahorro a activos que ofrecen una mejor combinación, a largo plazo, de rentabilidad esperada y riesgo, como la renta variable.
La parcela de la ciencia económica que se centra en el estudio del comportamiento de las personas, conocida como behavioral economics,2 identifica tres conductas que influyen en la toma de decisiones de los individuos y que pueden explicar la falta de disciplina ahorradora. Primero, los individuos solemos demorar las decisiones que no conllevan un beneficio a corto plazo y que, en cambio, son difíciles de tomar. Esta conducta se conoce como procrastinación. También se ha demostrado que en muchos casos subestimamos la importancia de una buena planificación del futuro, lo que se conoce por tener una actitud miope. Finalmente, la literatura académica ha demostrado que solemos tomar muchas decisiones de forma inercial y que, a menudo, nos cuesta modificar nuestro patrón de conducta. La procrastinación, la miopía y la inercia son tres rasgos de la conducta humana que, aplicados al caso del ahorro a largo plazo, ayudan a entender por qué en muchos casos tardamos demasiado en empezar a ahorrar para nuestra pensión y que, cuando lo hacemos, no destinamos suficientes recursos.
Para incentivar la adhesión a planes privados, la mayoría de países ofrecen incentivos fiscales que permiten, por ejemplo, descontar las aportaciones de la base imponible del impuesto sobre la renta –hasta un límite– y difieren la tributación sobre esta porción de renta y sus rendimientos hasta el momento de su cobro durante la jubilación. Algunos países, sin embargo, han ido más allá y han optado por la implementación de un sistema de pensión privado obligatorio o casi obligatorio, que impone un nivel de aportación mínimo obligado. Una alternativa más flexible que permite aumentar la disciplina ahorradora sin forzar el ahorro son los planes de pensiones automáticos (automatic enrolment). En estos sistemas, las empresas tienen la obligación de inscribir a sus empleados en un fondo de pensión cuyo nivel de aportaciones pueden modificar los trabajadores o incluso darse de baja. Estos planes automáticos fueron implementados, por ejemplo, en EE. UU., Reino Unido, Italia o Nueva Zelanda con un impacto globalmente positivo sobre la tasa de ahorro de los hogares. Otra ventaja de la inscripción automática es que se trata de una reforma políticamente más atractiva que imponer la obligatoriedad de aportaciones.
Otra herramienta a la que cada vez se le otorga más importancia para que los ciudadanos planifiquen adecuadamente la jubilación son los programas de educación financiera. En los últimos años, las principales organizaciones internacionales, como el FMI, la OCDE o el G-20, han destacado su importancia, a la vez que han alertado sobre el bajo nivel de formación de amplios segmentos de la población de los países avanzados. En este sentido, destaca el Plan de Educación Financiera que, bajo el liderazgo de la CNMV y el Banco de España, se puso en marcha en 2008 en España para mejorar la cultura financiera de los ciudadanos, y que tiene como objetivo dotarlos de los conocimientos básicos y las herramientas necesarias para que gestionen sus finanzas de forma responsable e informada.
En definitiva, en un contexto de presiones sobre los sistemas públicos de pensiones, es previsible que los planes privados ganen importancia como fuente complementaria de ingresos durante la jubilación. En este sentido, medidas como los incentivos fiscales, la creación automática de planes privados personales o la educación financiera pueden ayudar a concienciar a los hogares de la necesidad de planificar adecuadamente la jubilación de acuerdo a sus prioridades y sus necesidades.
1. Banco Central Europeo (2016), «Eurosystem Household Finance and Consumption Survey».
2. Véase Benartzi, S. y Thaler, R. H. (2013), «Behavioral Economics and the Retirement Savings Crisis», Science Magazine, Vol. 339.