Fenómeno migratorio en España: ¿de la inmigración a la emigración?

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Anna Campos
17 de octubre de 2016

En la década de los 2000 fueron muchas las personas que inmigraron a España en busca de oportunidades. En particular, entre el 2004 y el 2008, España recibió un flujo acumulado de 3,7 millones de personas y, en 2007, batió el récord de llegada de personas extranjeras, que sumaron más de 900.000, lo que le convirtió en el segundo receptor de inmigrantes en términos absolutos entre los países de la OCDE, después de EE. UU.1 Sin embargo, la crisis no solo puso freno a la inmigración,2 sino que además estimuló la emigración de tal modo que el saldo migratorio se mantuvo en números rojos entre 2012 y 2014. En este artículo, analizamos la evidencia sobre los fenómenos de migración más recientes vividos en España, con especial atención a la emigración de los últimos años y a la salida de los jóvenes más formados.

La inmigración afecta al país receptor a través de distintas vías. El artículo «El impacto económico de la inmigración», de este mismo Dossier, analiza los principales canales a través de los cuales este fenómeno afecta a la economía. Para el caso de España, donde el stock de inmigrantes nacidos fuera del país representa un 13,2% de la población, cifra similar a la de países como Alemania y Reino Unido,3 existen diferentes estudios que analizan los efectos que la reciente ola de inmigración tuvo en el país. Estos análisis coinciden en apuntar que, en lo que al mercado laboral se refiere, el flujo de inmigración tuvo un efecto nulo o mínimo sobre los niveles totales de ocupación y los salarios que percibían los españoles aunque sí afectó a la especialización y a la distribución de las ocupaciones de los nativos, impulsándolos a ocupar trabajos con un menor contenido de tareas manuales.4 De igual modo, la llegada de inmigrantes tuvo un efecto positivo en la tasa de participación de las mujeres nativas cualificadas como respuesta a una mayor disponibilidad de servicios proporcionados por inmigrantes5 y también ayudó a posponer los problemas derivados del envejecimiento de la población. Asimismo, el impacto del aumento de la oferta laboral sobre el crecimiento económico no fue nada desdeñable: la inmigración explica más del 50% del crecimiento del PIB entre los años 2000 y 2005, según estimaciones del Gobierno.6 Sin embargo, a nivel agregado, la inmigración tuvo un efecto negativo sobre la productividad y redujo la dotación de capital por trabajador, dado que se emplearon en sectores típicamente intensivos en trabajo, como la construcción. En el mismo sentido, se estima que la inmigración contribuyó en un tercio del boom inmobiliario del periodo 1998-2008, en términos tanto de precios como de nueva construcción.7

El flujo de inmigrantes y emigrantes cambió súbitamente con la entrada de la economía española en recesión en 2008. Se calcula que anualmente unas 400.000 personas han abandonado España desde 2009, mientras que en el periodo 2002-2005 esta cifra se mantuvo en 50.000 en promedio. En España, históricamente, se han producido fuertes oleadas de emigración (como la emigración hacia América en el siglo XIX y principios del XX, los desplazamientos derivados de la Guerra Civil y la emigración a la Europa desarrollada en las décadas de los sesenta y setenta), por lo que el fenómeno no es nuevo. Aunque estas cifras han generado cierta alarma por los temores a que los jóvenes más cualificados estén saliendo del país, la comúnmente denominada «fuga de cerebros», un análisis un poco más sofisticado nos permite advertir que la mayoría de personas que han emigrado son extranjeras y, principalmente, inmigrantes que llegaron con la ola migratoria de 1998-2007.

En particular, del total de las 352.003 personas que emigraron de España en 2015, solo 64.136 personas nacieron en el país. Por lo tanto, la magnitud de la emigración de jóvenes españoles nacidos en España tiene un tamaño inferior al que se deduce de una primera lectura de las estadísticas (representan solamente un 18% del total de emigrantes). No obstante, conviene destacar que este número se ha más que duplicado desde 2009, siendo Francia, Reino Unido, Alemania y Argentina sus principales países receptores.8

De igual modo que la inmigración, la emigración tiene consecuencias destacables en el país de origen. La persistencia de flujos continuados de emigración podría limitar el crecimiento potencial de la economía española y agudizar los problemas que conlleva el envejecimiento de la población. En particular, la emigración de jóvenes cualificados reduce la mano de obra cualificada, lo que puede erosionar el crecimiento de la productividad y, en última instancia, de la actividad económica.9 En el caso de España, la tasa de emigración de personas cualificadas en 2011 se situaba entre las más bajas de la OCDE, concretamente en el 2,8%, en comparación con países con economías avanzadas como Francia, Suecia, Países Bajos y Reino Unido, que registraron tasas de 6%, 7%, 8% y 11%, respectivamente.10 Además, un reciente estudio del Banco de España señala que, a partir de 2011, el peso de las personas con niveles educativos más bajos ha aumentado entre la población emigrante nacida en España.11 Estos resultados nos llevan a pensar que la emigración, de momento, no limita el crecimiento de la capacidad productiva. Sin embargo, es un fenómeno que habrá que seguir de cerca ya que probablemente seguirá siendo una constante en el país, como ocurre en la mayoría de los países desarrollados.

Finalmente, cabe destacar que muchos de los emigrantes que han salido en los últimos años probablemente acabarán retornando. En un reciente análisis, la OCDE estimó que entre el 20% y el 50% de los inmigrantes que recibe un país se marcha en los cinco primeros años de su llegada, ya sea para volver a casa o para mudarse a un tercer país.12 España, que ya registra notables crecimientos de la actividad económica y la ocupación, debería ser capaz de ofrecer a aquellas personas que emigraron suficientes oportunidades de desarrollo profesional y personal como para que quieran regresar.

Anna Campos

Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. Véase OCDE, International Migration Database.

2. En 2015, 397.524 personas inmigraron a España. Véase Estadística de variaciones residenciales, INE.

3. Datos de 2014. Véase OCDE, International Migration Database.

4. De la Rica, Sara, Glitz, Albrecht y Ortega, Francesc (2014), «Immigration in Spain: what have we learned from recent evidence?». Cuadernos Económicos de ICE,
vol. 87, pp. 9-28; y De la Rica, Sara y Amuedo-Dorantes, Catalina (2009), «Complements or Subsitutes? Task Specialization by Gender and Nativity in Spain». IZA Discussion Paper No. 4348.

5. De la Rica, Sara, Glitz, Albrecht y Ortega, Francesc (2014), «Immigration in Spain: what have we learned from recent evidence?». Cuadernos Económicos de ICE,
vol. 87, pp. 9-28.

6. El mismo estudio describe que la inmigración tuvo un impacto neto sobre la renta per cápita de 3 puntos en el periodo 1996-2005. Sebastián, Miguel (2006), «Inmigración y economía española: 1996-2006». Oficina Económica del Presidente del Gobierno.

7. González, Libertad y Ortega, Francesc (2013), «Immigration and Housing Booms: Evidence from Spain». Journal of Regional Science, 53(1): 37-59.

8. Cabe destacar que las estadísticas pueden estar infraestimando el número de personas que ha salido del país dado que están basadas en el padrón de residentes en el extranjero y es posible que haya un número notable de personas emigrantes que no se inscriban como residentes en el extranjero.

9. OCDE (2015). «Connecting with Emigrants: A global Profile of diasporas».

10. La tasa se define como el número de personas con educación terciaria nacidas en España que residen en el extranjero sobre el total de la población con educación terciaria nativa en España. OCDE (2015), «Connecting with Emigrants: A global Profile of diasporas».

11. Izquierdo, Mario, Jimeno, Juan F. y Lacuesta, Aitor (2015). «Spain: From immigration to emigration?», Banco de España.

12. OCDE (2008), «International Migration Outlook».

 
Anna Campos
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