Irán y su posible nuevo papel en el mapa petrolero
El acuerdo nuclear firmado el 14 de julio entre Irán y los cinco miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania, estipula que el país reduzca sus existencias de uranio enriquecido en un 98% en 15 años y su capacidad de enriquecerlo en dos tercios en 10 años. A cambio, se levantarán todas las sanciones impuestas por su programa nuclear, lo que le permitirá exportar petróleo a mercados hasta ahora restringidos, como la UE. En las primeras semanas de septiembre, el presidente de EE. UU., Barack Obama, se aseguró los apoyos suficientes en el Senado para sacar adelante la ratificación del acuerdo.
Las consecuencias potenciales de la vuelta del petróleo iraní a los mercados occidentales pueden ser significativas: Irán es el séptimo productor mundial, con 3,4 millones de barriles diarios (MBD) de crudo de un total global de 93 MBD en 2014; ocupa la cuarta posición en niveles de reservas, por detrás de Venezuela, Arabia Saudí y Canadá; y se encuentra en el grupo de los productores de más bajo coste.
En este contexto, y según estimaciones del Gobierno iraní, el levantamiento de las sanciones puede suponer un aumento de la producción mundial de 1,1 MBD ya en 2016. Un aumento que sin duda se verá favorecido por la mejora de la capacidad financiera del país, que recuperará el acceso a los activos que tenía bloqueados en el extranjero, y por el esperado incremento de las inversiones extranjeras. No en vano numerosas petroleras foráneas ya han mostrado un gran interés por el país. Así, el Gobierno espera alcanzar a medio plazo una producción total de 5 MBD, una cifra que no parece exagerada si se tienen en cuenta los 6 MBD que Irán producía en la década de 1970. En cuanto al impacto que pudiera derivarse del aumento de la producción iraní, solo hace falta percatarse de que, desde que Arabia Saudí iniciara en 2014 su estrategia de no ceder cuota de mercado, la oferta mundial de crudo se ha incrementado en torno a los 1,4 MBD. Las repercusiones de la maniobra sobre el precio del crudo son de sobra conocidas.1
Aunque la materialización del potencial petrolero del país presenta ciertos riesgos, parecen manejables. Desde el punto de vista macroeconómico, el recrudecimiento de las sanciones internacionales en 2012 y la reforma sobre los subsidios energéticos y alimentarios iniciada a finales de 2010, que situó la inflación en cotas superiores al 30%, han empujado la economía a una etapa de estanflación. El FMI estima que el país crecerá un reducido 0,6% en 2015 y los precios, un 16,5%. Este deterioro de las tasas de crecimiento se ha reflejado tanto en el saldo fiscal, que ha pasado de un superávit cercano al 3% del PIB en 2010 a un déficit estimado del 2,4% en 2015, como en el saldo corriente, que se ha reducido en casi 5 puntos del PIB hasta el +0,8% previsto en 2015. La buena noticia en este aspecto es que la implementación del acuerdo nuclear aumentaría las exportaciones energéticas de Irán de forma prácticamente inmediata, lo que mejoraría su panorama macroeconómico con relativa celeridad.2 Asimismo, el empeoramiento fiscal de los últimos años no entraña un riesgo significativo, habida cuenta de que la deuda pública del país se sitúa en un contenido 11,8% del PIB, en consonancia con las economías del golfo Pérsico.
A nivel institucional también se deben afrontar ciertos retos. Así, el índice Ease of Doing Business elaborado por el World Bank, que clasifica las economías según la facilidad para hacer negocios en ellas, sitúa a Irán en el puesto 130 de un total de 189 países, lejos, por ejemplo, de la posición 49 que ocupa Arabia Saudí. Sin embargo, el establecimiento de un nuevo contrato para la explotación de los recursos energéticos, el Integrated Petroleoum Contract, previsto para finales de 2015, es un paso importante en la mejora de las condiciones para los inversores extranjeros. Dicho contrato, aparte de alargar la duración permitida de explotación del recurso, amplía las fases de implicación de los inversores extranjeros, lo que aumentará la rentabilidad de las inversiones y, por tanto, su atractivo.
Por último, en el ámbito externo hay cierto nerviosismo ante la oposición al acuerdo manifestada por Israel y Arabia Saudí, dos aliados estratégicos de EE. UU., y por algunos políticos norteamericanos, entre ellos algunos candidatos a la campaña presidencial de 2016. Sin embargo, la avanzada fase en la que se encuentra el acuerdo, y el elevado compromiso que el propio Obama ha expresado con el éxito del mismo hacen poco probable el fracaso.
1. El aumento de oferta ha sido consecuencia del incremento de la producción de Arabia Saudí, pero también de otros países, como Irak.
2. Las exportaciones de Irán, de las cuales en torno al 70% son hidrocarburos y minerales, equivalen al 34% del PIB. Asimismo, los ingresos fiscales provenientes del sector del petróleo representaron el 45% del total en 2013.