Se abre una brecha transatlántica en la economía mundial
La pandemia continuó pesando sobre la economía global durante el primer trimestre del año, cuando se han mantenido restricciones para reducir el contagio de la COVID-19 en la mayoría de los grandes países del mundo. A pesar de una mayor resiliencia de las economías a estas restricciones (y en especial del sector de manufacturas), la recuperación de la actividad se ha visto frenada y, en algunos países, es posible que haya habido cierto retroceso del PIB en el 1T. Este podría ser el caso de la eurozona, donde las restricciones se mantuvieron a lo largo del primer trimestre del año y, en vista del aumento reciente de los casos de COVID-19 en Italia, Francia y Alemania, es probable que sigan pesando sobre la actividad al inicio del 2T. En cambio, en el Reino Unido y en EE. UU. la curva de casos mantenía una mejor trayectoria a finales de marzo y se estaban levantando restricciones en determinadas regiones y estados.
Este ha sido relativamente lento en Europa hasta ahora, donde problemas de suministro y distribución han provocado frustración entre países y se ha llegado a plantear la posibilidad de prohibir exportaciones de vacunas al Reino Unido. No obstante, se espera que el proceso de vacunación europeo acelere durante el 2T a medida que se resuelven los problemas de suministro y distribución de las vacunas. En Francia, por ejemplo, se anunció recientemente la apertura de al menos 35 «vacunódromos» en todo el país en los próximos días, megacentros de vacunación que tendrían una capacidad de 1.000-2.000 vacunas al día. En cambio, en el Reino Unido y en EE. UU. el proceso de vacunación ya está mucho más avanzado, lo que seguramente permitirá una reapertura y una recuperación más temprana de sus economías. En EE. UU., por ejemplo, el presidente Joe Biden ha doblado su promesa inicial de vacunar a 100 millones de personas en los 100 primeros días de su presidencia, y más recientemente ha prometido el acceso a la vacuna para todos los adultos a partir del 1 de mayo.
ECONOMÍAS AVANZADAS
Según la última estimación de Eurostat, la caída del PIB en el 4T 2020 (–0,7% intertrimestal) se debió esencialmente a la debilidad del consumo de las familias, que retrocedió un 3% intertrimestral mientras el resto de los componentes de demanda registraban avances moderados. Detrás de esta debilidad del consumo, se acumula una demanda enjaulada por la COVID-19 (estimamos que supera el 3% del PIB), un factor que, en los próximos trimestres, podría contribuir a espolear la recuperación cuando la pandemia permita suavizar las restricciones y mejore la incertidumbre sobre la evolución de la economía. Por el momento, los indicadores apuntan a un desempeño contenido de la actividad de la eurozona en el inicio del año y, aunque mejoró en marzo (52,5 puntos, desde los 48,8 en febrero), el índice de sentimiento empresarial compuesto (el PMI) permanece cerca del umbral de los 50 puntos, que separa la recesión de la expansión, lastrado por el componente de servicios.
EE. UU. apunta a un dinamismo claramente superior al de la eurozona, y esto queda bien reflejado en su índice de sentimiento empresarial compuesto, que se situó en marzo en los 59,1 puntos, claramente por encima del índice europeo y en un nivel que indica un fuerte aumento de la actividad durante el 1T (a pesar de la tormenta invernal que afectó al sur del país durante el mes de febrero). Una de las explicaciones de este mayor dinamismo, además de la mayor resiliencia a la pandemia de la economía estadounidense, es el tamaño y la ambición de las medidas de política fiscal de la Administración del presidente Biden. El mes pasado se documentaba en el Informe Mensual la aprobación del nuevo paquete de ayudas contra la COVID-19 (1,9 billones de dólares y cheques de 1.400 dólares a una mayoría de americanos), que se sumaba a los 0,9 billones aprobados en diciembre. Entretanto, el Partido Demócrata ha anunciado la voluntad de legislar otro paquete fiscal, esta vez centrado en inversiones a medio plazo en infraestructura y educación, y que podría situarse alrededor de los 2 billones de dólares. Con todo ello, se espera que la economía estadounidense recupere su nivel precrisis este mismo 2021, claramente antes que la eurozona, lo que es ilustrativo de la ambición de las medidas de rescate en EE. UU., la resiliencia de su economía y la mayor velocidad de la vacunación respecto a la UE. En este sentido, el plan de recuperación europeo NGEU, a través del cual la UE otorgará unos 750.000 millones de euros en transferencias y préstamos a los Estados miembros, sigue siendo crucial para evitar la ampliación de la brecha económica transatlántica que se está empezando a vislumbrar. Se espera que el NGEU se active en los próximos meses, pero el riesgo de una menor agilidad de las instituciones europeas se vio resaltado a finales de marzo, cuando se conoció que el Tribunal Constitucional de Alemania suspendía de manera temporal la ratificación del fondo de recuperación europeo, lo que supone un riesgo de retraso en las primeras transferencias del fondo que se esperan durante el verano.
Así lo refleja el aumento de los tipos de interés de la deuda americana, alimentado por unos inversores que prevén una normalización más rápida de la economía americana. Asimismo, continúa el debate sobre la futura evolución de la inflación estadounidense, que en febrero se emplazó en el 1,7% (3 décimas por encima del registro de enero), empujada, en gran medida, por el fuerte incremento del precio de la gasolina. Por su parte, la subyacente se situó en el 1,3%. De cara a los próximos meses, se espera que la inflación siga aumentando como consecuencia de efectos base relacionados con la pandemia (la inflación general podría situarse temporalmente en torno al 3%). En este contexto, todo apunta a que los posibles riesgos inflacionistas y de sobrecalentamiento en el país seguirán presentes (véase el Focus «Nuevo paquete fiscal en EE. UU.: ¿sobrecalentamiento a la vista?» en este mismo Informe Mensual).
Las últimas previsiones presentadas por el banco central americano en marzo apuntan a que el incremento de la inflación será temporal, con un pico en 2021 que se deshará gradualmente para dejar la inflación alrededor del objetivo del 2% en los próximos años. La Fed también aumentó considerablemente sus previsiones de crecimiento económico, al incorporar el impacto del nuevo paquete fiscal, y espera un crecimiento del PIB interanual en el 4T 2021 del 6,5% (previamente un 4,2%) y que se alcance una tasa de desempleo menor al 4% en 2022 (en las previsiones anteriores, no se esperaba traspasar esta cota antes de 2023). Aunque esta mejora del escenario económico ha empezado a generar expectativas de reducción de los estímulos en los mercados financieros, la Fed mantuvo su política monetaria sin cambios, reafirmó que su actual prioridad es alcanzar el objetivo de máximo empleo (recordando que aún queda mucho terreno por recuperar en este aspecto) y reiteró que, mientras los datos no muestren lo contrario, el riesgo de inflación persistente seguirá en un segundo plano.
ECONOMÍAS EMERGENTES
Como se explica en la sección de mercados financieros, la mayoría de divisas emergentes se han debilitado ante el incremento de los tipos de interés soberanos de EE. UU. y la fortaleza del dólar, aunque la reacción hasta ahora ha sido mucho más contenida que durante el taper tantrum de 2013, cuando las expectativas de normalización de la política monetaria estadounidense provocaron un fuerte tensionamiento de las divisas de los países más vulnerables. En Turquía, en cambio, la lira se desplomó tras la destitución del gobernador del banco central, que se produjo pocos días después de subir los tipos de interés 200 p. b. hasta el 19%. Esta acción por parte del presidente Erdogan resalta el riesgo de un continuado intervencionismo político en el país y es probable que las condiciones financieras externas continúen tensionadas. En todo caso, hasta ahora no parece que este episodio haya impactado demasiado en las divisas de los demás países emergentes, cuya reciente depreciación frente al dólar ha sido contenida y, en gran parte, debida a la fortaleza de EE. UU.
En marzo, los casos de COVID-19 retrocedieron en México y Rusia, pero aumentaron en India y Brasil, donde la situación es más alarmante. Así, el número de casos alcanzó los 485 por 100.000 habitantes en Brasil (acumulados en 14 días), una situación complicada por el aumento de la polarización política en el país. China, por su parte, despertó de la fiesta del Año Nuevo lunar con un rebote temporal de la actividad. En el combinado de enero-febrero, su producción industrial avanzó un 35,1% interanual y las ventas minoristas, un 33,8%. Aunque se trata de un repunte que no debería sorprendernos, puesto que en los dos primeros meses de 2020 China había cerrado buena parte del país para contener el virus, ambos avances se situaron por encima de lo esperado.