La actividad internacional, a la espera de que la inmunización acelere
Con la destacada excepción de China, en los primeros compases del año la actividad de las grandes economías internacionales sigue por debajo de su nivel prepandemia y se mantiene lastrada por las restricciones necesarias para contener las infecciones. Con todo, en los últimos meses las principales economías del mundo se han mostrado más resilientes, como ya lo atestiguaron en el 4T 2020 unas cifras de PIB que fueron algo más positivas de lo que se hubiera podido esperar en medio de la ola de infecciones. Asimismo, los indicadores de sentimiento empresarial PMI reflejan que en los primeros meses de 2021 la economía mundial mantiene su resiliencia ante el lastre de la pandemia y, en enero y febrero, se emplazaron en cotas parecidas a las del 4T 2020, levemente por encima de los 50 puntos que separan la contracción de la expansión. Esta resiliencia denota el carácter más acotado de las restricciones, que frena menos al sector industrial, y una cierta capacidad de adaptación de las economías, además del apoyo de las políticas económicas y el entorno financiero acomodaticio. En los próximos trimestres cabe esperar que, con el avance de las vacunaciones y, especialmente, cuando se consiga inmunizar a los colectivos de riesgo, la menor presión sobre el sistema sanitario permita desencadenar una reactivación económica más sostenida.
Aunque en febrero se empezó a destensionar la última oleada de infecciones por SARS-CoV-2, en la mayoría de los países la vacunación todavía tiene camino por recorrer y las variantes más infecciosas del virus suponen un riesgo sobre el desempeño económico a corto plazo. Además, el mapa de riesgos a medio plazo es complejo. Por un lado, el soporte de las políticas económicas sigue siendo clave para evitar la destrucción del tejido productivo que podría producirse ante una retirada prematura de las medidas de estímulo. Pero, por el otro, cuando la recuperación económica gane velocidad, el empuje de la demanda y el ahorro enjaulado por la pandemia pueden generar tensiones si chocan con cuellos de botella en las cadenas productivas. Estas tensiones deberían desvanecerse a medida que las economías se normalicen, pero, en un contexto de fuertes expansiones monetarias y fiscales, la combinación de repuntes en los primeros datos de inflación del año y la presentación de un nuevo y notable estímulo fiscal en EE. UU. ha generado temores de sobrecalentamiento y ha sacudido a algunas cotizaciones financieras, como se detalla en la sección de mercados financieros.
ECONOMÍAS AVANZADAS
A finales de febrero, la Cámara de Representantes aprobó la propuesta de un nuevo paquete de ayuda contra la COVID-19 presentada por el presidente Biden en enero, por valor de 1,9 billones de dólares, y que, si se ratifica en el Senado, se sumará a los 0,9 billones aprobados en diciembre (alcanzando cerca de un 15% del PIB). La propuesta encendió un debate entre economistas muy destacados, con expertos como Olivier Blanchard o Larry Summers alertando de que podría comportar riesgos inflacionistas. Por su parte, la secretaria del Tesoro estadounidense y expresidente de la Fed, Janet Yellen, reconoció los riesgos de inflación pero defendió que el mayor riesgo en la actualidad es no hacer lo suficiente por una economía «herida» por la pandemia. En este contexto, las expectativas de inflación de los mercados financieros se mostraron volátiles en febrero, mientras que la inflación general se mantuvo estable en el 1,4% en enero.
Los datos disponibles señalan que la economía de EE. UU. sigue creciendo en el primer trimestre del año. En concreto, en enero y febrero los índices de sentimiento empresarial PMI e ISM se mantuvieron en niveles indicativos de crecimiento de la actividad económica (es decir, por encima del umbral de los 50 puntos), tanto en el sector manufacturero como en el de los servicios (ISM de febrero en los 60,8 y 55,3 puntos para las manufacturas y los servicios, respectivamente). Asimismo, los indicadores también muestran un mercado laboral que continúa recuperando empleo a un ritmo destacado, aunque la tasa de paro se mantiene por encima del 6% (todavía lejos del 3,5% registrado antes de la eclosión de la COVID-19). De este modo, a cierre de febrero, los modelos de previsión a corto plazo sugerían que el PIB de EE. UU. podría avanzar cerca de un +2% intertrimestral en el 1T 2021(aunque todavía no incorporan el impacto que la tormenta invernal ha podido tener en numerosos estados del sur).
En la eurozona, los indicadores económicos reflejan una actividad resiliente pero más condicionada por las restricciones de la COVID-19 que en EE. UU. En enero, las ventas minoristas se contrajeron un 5,9% con respecto a diciembre de 2020 (–6,4% respecto a enero de 2020), una caída superior a la esperada por el consenso de analistas, en tanto que la tasa de paro se mantuvo estable en el 8,1% (+0,7 p. p. respecto al 7,4% de enero de 2020, un incremento muy contenido por los programas de ajuste temporal del empleo que siguen implementando las economías europeas). Por su parte, en febrero el índice de sentimiento empresarial PMI compuesto se emplazó en terreno levemente contractivo (48,8 puntos), arrastrado por las dificultades de los servicios (45,7 puntos, también por debajo del umbral de recesión y expansión de los 50), mientras que las manufacturas se mantuvieron en expansión (57,9 puntos). Estos índices de sentimiento señalaron cierta heterogeneidad de la actividad entre países, con un mejor desempeño en Alemania que en el resto de las grandes economías de la eurozona.
El índice de precios de la eurozona sorprendió con un repunte notable y generalizado en los dos primeros meses del año. La inflación general aumentó en +1,2 p. p. en enero, hasta el 0,9% interanual, donde se estabilizó en febrero, mientras que la inflación subyacente (que excluye a los componentes más volátiles) también saltó con fuerza, hasta el 1,4% en enero (+1,0 p. p., el mayor incremento de la serie histórica) y el 1,1% en febrero. Este fuerte aumento no refleja un incremento de las presiones inflacionistas de fondo, sino que está causado por una confluencia de factores relacionados con la pandemia, como el retraso en la temporada de rebajas en enero, los nuevos pesos de la cesta de precios (sesgados hacia bienes y servicios que sufrieron mayor consumo e inflación en 2020) o el IVA de Alemania (desde enero, el tipo impositivo se vuelve a encontrar en el mismo nivel que antes de la pandemia, pero su recorte temporal el pasado julio generó un efecto base que arrastró la inflación a la baja en el segundo semestre de 2020). Estos elementos, y otros parecidos (como un efecto base por los bajos precios del petróleo registrados en la primavera de 2020), harán que la inflación europea sea volátil en 2021. Con todo, en la medida en la que se irán desvaneciendo con la normalización de la economía, no deberían condicionar al BCE.
El PIB japonés aumentó un 3,0% intertrimestral en el 4T 2020 (−1,2% interanual), una cifra destacable, especialmente tras el marcado rebote del 3T (+5,3% intertrimestral). A pesar de estos dos trimestres de crecimiento notable, el cómputo total del año fue del −4,8%. Cabe recordar que el shock económico de la COVID-19 llegó en un momento de debilidad en el país, ya que la economía acusaba los efectos negativos sobre la actividad de la subida del IVA y de los devastadores tifones de finales de 2019. De cara al 1T 2021, el recrudecimiento de la pandemia y las restricciones a la actividad y la movilidad podrían comportar una leve caída de la actividad económica nipona.
ECONOMÍAS EMERGENTES
La pandemia sigue muy controlada en China, y los datos muestran que el rebrote de infecciones sufrido en enero en algunas provincias fue rápidamente aplacado por las autoridades. Este control de la COVID-19 ha permitido que el PIB chino se emplace por encima de los niveles prepandemia desde hace trimestres y, aunque con la celebración del Nuevo Año Lunar la publicación de datos económicos fue relativamente escasa en febrero, los indicadores siguen mostrando una actividad dinámica. En este contexto de robustez, las autoridades anunciaron recientemente un objetivo de crecimiento del PIB («superior al 6% en 2021») que debería ser fácil de alcanzar por el propio efecto base de la pandemia (por ejemplo, en el promedio del 1T y 2T 2021 el crecimiento del PIB podría rondar el 10% interanual, al calcularse respecto a unos niveles de PIB que se vieron muy deprimidos en el 1T y 2T 2020).
En el conjunto de 2020, Turquía sorprendió con un crecimiento positivo del 1,8%, lo que la convierte en uno de los pocos países emergentes que logró evitar la recesión. En febrero también se conoció que Rusia y Brasil resistieron mejor a la pandemia que otras economías emergentes (en el conjunto de 2020 sus PIB se contrajeron un 3,1% y un 4,1%, respectivamente), mientras que el PIB de la India cayó un contundente 7,0%. Cabe recordar que durante el 2T 2020 India fue de las economías más castigadas por la pandemia, con una fuerte caída de la actividad económica y estímulos insuficientes.