La India: el futuro está en sus manos

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6 de febrero de 2014
Manos femeninas decoradas con henna

La India atraviesa una época de cambios en el liderazgo de las principales instituciones económicas. Hace escasos meses, Raghuram Rajan, un afamado profesor de la Universidad de Chicago y antiguo economista jefe del FMI, fue nombrado gobernador del banco central. El próximo mayo, Manmohan Singh cesará como primer ministro tras diez años de ejercicio. Singh despertó en su momento mu­­chas esperanzas, avalado por un gran logro como mi­­nistro de Finanzas: las reformas liberalizadoras de 1993, que marcaron un antes y un después en el desarrollo del país. Pero el balance de Singh a lo largo de esta última década ha sido más bien decepcionante. Comparar el progreso de la India con el de su vecina China proporciona una buena re­­ferencia, tal vez cruda y exigente, pero sin duda ilustrativa.

En perspectiva, las cifras de la India no son en absoluto desdeñables. Entre 1980 y 2012, la renta per cápita se multiplicó por 3,8 y el peso de su PIB en el total mundial pasó del 2,6% al 5,7%, gracias a una tasa de crecimiento promedio del 6,1%, frente al 3,4% mundial. Pero las de China son no­­tablemente mejores: la renta per cápita se multiplicó por 15,2 en ese mismo periodo, y aumentó su peso desde el 2,2% al 14,7% en el total mundial, fruto de un crecimiento promedio del 9,9%. Ciertamente, tras las reformas de 1993 el crecimiento de la India mejoró: 6,8% en 1993-2012 desde el 5,2% de 1980-1992. Pero aún así, la India sigue sin al­­can­­zar los registros de China.

Existen dos grandes diferencias en los perfiles de desarrollo de ambos países. Primero, por el lado de la oferta: China ha fomentado un modelo basado en la industria mientras que la India lo ha hecho en los servicios. En estos mo­­mentos, las diferencias en el peso relativo de estos sectores son muy pronunciadas. Segundo, por el lado de la demanda: China ha otorgado un papel enorme a la formación de ca­­pital que alcanza el 50% del PIB, mientras que en la India solo llega a un tercio. Esta mayor intensidad inversora de China le permite compensar la ralentización demográfica (desde 1993 la población china ha crecido un 14% frente al 36% de la hindú).

En referencia a los desequilibrios macroeconómicos, también la India sale mal parada de la comparativa. La India sigue sin controlar la inflación (6,2% en noviembre), a diferencia de China (2,5% en diciembre). El déficit público es un problema serio en la India (8,5% del PIB en 2013), pero no en China (2,5% en 2013). La India presenta déficit por cuenta corriente (4,4% del PIB en 2013) y China, superávit (2,5%).

Todo lo anterior no debe interpretarse negativamente en cuanto al futuro económico de la India se refiere. Más bien lo contrario: el recorrido adicional es ingente y su materialización es perfectamente posible si las autoridades emprenden el rumbo adecuado. De hecho, la buena posición de la India en el sector servicios (con un encomiable nivel de productividad por trabajador a pesar de no haber realizado el esfuerzo inversor de otros) le proporciona una baza poderosa para recuperar terreno a China.

Reducir esta brecha pasa por superar las asignaturas pendientes (corrupción, excesiva regulación del sector público, déficit en infraestructuras y retraso en la alfabetización de la población respecto a China), además de corregir los desequilibrios macroeconómicos actuales. El rigor anti-inflacionista del nuevo gobernador (como bien se está poniendo de manifiesto durante las tensiones de las últimas semanas sobre el conjunto de países emergentes) y el talante reformista de Narendra Modi, previsible ganador de las próximas elecciones, son alentadores.

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