El deterioro de las perspectivas de Brasil: ¿un bache coyuntural o algo más profundo?
A finales de 2014, las previsiones del consenso de los analistas apuntaban a que Brasil crecería del orden del 1% en 2015. Poco más de tres meses después, la cifra prevista ha pasado a ser un –0,8%. Distintos factores coyunturales están incidiendo en la creciente percepción de riesgo de esta economía latinoamericana: la debilidad de la actividad en el inicio del año, las dificultades del Gobierno para conseguir un apoyo parlamentario a su política económica, las protestas ciudadanas y las investigaciones en curso sobre Petrobras. No obstante, los problemas del país son más profundos: hay una notable incertidumbre sobre la capacidad de reducir de forma apreciable sus desequilibrios macroeconómicos y afrontar las reformas estructurales pendientes.
Por lo que se refiere al primero de estos retos, los desequilibrios más acuciantes son la inflación, el déficit público y el saldo por cuenta corriente. El IPC creció en marzo un 8,1% interanual, por encima del cierre de 2014 (6,4%). Los principales factores que explican esta subida de la inflación son el impacto de la depreciación del real y el hecho de que ciertos precios regulados estén siendo revisados al alza. Algunos elementos seguirán apoyando las presiones sobre los precios en 2015: el real sufrió una caída de aproximadamente un 17% frente al dólar en el 1T 2015, y los precios regulados aumentarán este año, lo que podría alimentar nuevas movilizaciones ciudadanas. En cuanto a las finanzas públicas, entre 2011 y 2013, el déficit público se situó en la zona del 3% del PIB, pero en 2014 escaló hasta el 6,3%. Este deterioro fue consecuencia principalmente de un incremento de los gastos (el año pasado hubo elecciones presidenciales en Brasil). Finalmente, el desequilibrio corriente, que en 2011 representaba el –2,0% del PIB, prácticamente se ha doblado (–3,9% del PIB en 2014) a causa de la caída del precio de muchas de las materias primas que exporta el país (como la soja o el mineral de hierro). Además del nivel, preocupa también su financiación: si en 2011 las entradas netas de capitales en cartera equivalían a un 12% de las de inversión directa extranjera, en 2014 la ratio era del 50%. Ello coloca la economía en una situación de mayor vulnerabilidad ante un cambio del sentimiento inversor.
En este contexto, ¿cuál es el margen disponible para la política económica? Dados los desequilibrios mencionados y teniendo en cuenta la debilidad del real, esperamos que el Banco Central mantenga una política monetaria restrictiva (prevemos una subida de 100 p. b. este año, hasta el 13,75%). El aumento del tipo de interés (aunque limitado, puesto que incide en el crecimiento), junto con el holgado nivel de reservas, son factores que pueden ayudar a contener eventuales episodios de estrés financiero sobre el real ante la subida de tipos de la Fed. Con todo, una ligera depreciación en términos reales de la divisa brasileña puede contribuir a mejorar la competitividad externa del país, sin poner en jaque la sostenibilidad de la deuda corporativa, cuya
exposición al dólar se sitúa en un contenido 5,5% del PIB.
Por lo que se refiere a la política fiscal, la pieza clave es un programa de ajuste fiscal que busca alcanzar un superávit primario del 1,2% del PIB en 2015. Dado que 2014 se cerró con un mayor déficit primario de lo previsto (–0,6%) y que la evolución de la recaudación está siendo inferior a lo planeado en el arranque de 2015, lo que inicialmente se consideró un programa necesario pero factible se ha convertido en un reto muy exigente. Ello, junto con las dificultades que ha encontrado el Ejecutivo para afianzar los necesarios apoyos parlamentarios, ha generado incertidumbre sobre su capacidad de modificar apreciablemente su política económica.
Estas dudas inciden en la segunda de las fuentes de incertidumbre, más fundamental: el compromiso para llevar a cabo las reformas estructurales. Nadie discute que Brasil dispone de bazas económicas de futuro: su demografía es expansiva, la creación de clase media durante los últimos años ha sido notable, tiene un mercado interno de tamaño apreciable y el área metropolitana de São Paulo está entre las más dinámicas de toda América Latina. Con todo, este potencial no se realizará sin que se ataquen dos frentes críticos: la reducción de los cuellos de botella productivos (reto que recae en la necesidad de mejorar las infraestructuras) y la simplificación del entorno de negocios. Según el indicador Doing Business del Banco Mundial, Brasil es el país 120 (de 189) para hacer negocios, demasiado lejos de referentes regionales como México (28) o Colombia (34).
En definitiva, Brasil está en el inicio de, al menos, dos años de ajustes macroeconómicos que deberían llevarlo a reconducir los desequilibrios más graves. En caso contrario, la presión de los mercados podría llegar a ser fuerte, ya que el entorno internacional macroeconómico y financiero será menos propicio para el país, con la Reserva Federal empezando a subir el tipo de referencia y con su principal socio comercial, China, en desaceleración.