El papel de las oficinas rurales en la inclusión financiera
La inclusión financiera garantiza el acceso por parte de la población a un nivel apropiado de servicios financieros. La reducción significativa de oficinas bancarias en España en los últimos años ha acrecentado el riesgo de exclusión financiera para algunos clientes de las zonas rurales. Estos clientes tienden a mantener una preferencia por el canal oficina y buscan una oferta especializada, sobre todo en el segmento de empresas. En este contexto, el papel de las oficinas rurales es doble: permite al sector bancario especializarse en sectores económicos críticos para amplias partes del territorio, como el agrícola, y a la vez mantener el compromiso con la inclusión.
Desde finales de 2008, el número de oficinas bancarias en España ha caído un 45% hasta situarse en 25.565 a mediados de 2019, lo que supone una caída promedio anual del 6%. Esta tendencia ha sido más pronunciada en las comunidades autónomas (CC. AA.) más urbanizadas y con una red de oficinas inicialmente más densa, como Cataluña, Madrid y la Comunidad Valenciana.
Las CC. AA. donde la reducción ha sido menor han sido generalmente aquellas que presentaban una mayor proporción de población en zonas rurales y en municipios pequeños, como por ejemplo Extremadura y Castilla-La Mancha. La evolución del número de oficinas en municipios de menos de 10.000 habitantes corrobora esta dinámica, siendo su descenso del 26% entre 2008 y finales de 2017, claramente inferior a la caída del 43% en el resto de los municipios.
El número de oficinas en España se ha reducido significativamente en la última década
La tendencia observada de reducción del número de oficinas bancarias se explica tanto por motivos externos al sector financiero como por dinámicas ligadas a él, y afectan de forma distinta a las zonas rurales y a las zonas urbanas.
Entre los factores externos destaca el demográfico, concretamente el decremento progresivo de la población en las zonas rurales. En los últimos 10 años, el número de habitantes de municipios pequeños ha caído un 4%. Esta caída ha sido mucho mayor –superior al 10%– en algunas provincias predominantemente rurales de Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Aragón. El envejecimiento de la población rural –la edad media de los habitantes que viven en municipios pequeños se sitúa en torno a los 48 años, en comparación con la media española de 43 años–, y una mayor urbanización –cada vez más gente vive en grandes núcleos urbanos– agudizan el fenómeno de despoblación que viene produciéndose desde hace décadas en estas zonas. El descenso de la población hace que algunas oficinas dejen de tener una masa crítica de clientes que garantice una rentabilidad mínima.
La disminución de la población en las zonas rurales, unas generaciones más habituadas a la banca digital y la consolidación del propio sector bancario son algunos factores que explican la reducción del número de oficinas
El aumento del peso de las generaciones habituadas a la banca digital es otro factor que condiciona la presencia de oficinas. En la medida en que determinados servicios financieros (transferencias, pagos, etc.) pueden realizarse digitalmente, la necesidad de acudir a una oficina disminuye. Esto es así especialmente en las zonas urbanas, en las que la digitalización de la población es mayor. En este sentido, el uso de la banca digital pasó del 19% en 2008 a casi el 50% en 2018, un cambio significativo que evidencia el rápido recorrido de los canales digitales en pocos años, y que probablemente se acelerará.
Entre los factores vinculados al propio sector financiero, el motivo principal del cierre de oficinas en la última década ha sido el proceso de consolidación que se ha llevado a cabo. Como consecuencia de la crisis financiera, el sector se ha reducido de 42 entidades en 2008 a 11 en la actualidad1. Esta circunstancia ha propiciado un ajuste significativo de la capacidad instalada del sector, en términos de número de oficinas y de empleados, para eliminar duplicidades entre entidades que se han integrado. Estas duplicidades eran más frecuentes en zonas urbanas, en las que el número de competidores era mayor.
- 1. Entidades bancarias con activos superiores a 20.000 millones de euros en 2018.
A ello hay que añadir la necesidad del sector de seguir ganando eficiencia y rentabilidad en un entorno altamente complejo, con unos tipos de interés negativos, un crecimiento débil de la cartera crediticia, unas mayores exigencias sobre los niveles de capital y una transformación digital necesaria pero costosa.
No obstante, a pesar de esta dinámica, en términos comparativos, España sigue siendo el país con más oficinas por habitante de la eurozona, con cerca de seis oficinas por cada 10.000 habitantes, prácticamente dos más que el promedio de la eurozona.
Las inercias demográficas y del propio sector financiero han comportado un aumento progresivo del número de municipios sin oficina bancaria en España, todos ellos pequeños, de menos de 10.000 habitantes.
Actualmente, como muestra la siguiente tabla, el 50% de los municipios españoles no tienen ninguna oficina, lo que supone un aumento de 4 p. p. desde 2009. La gran mayoría son municipios muy pequeños, con menos de 500 habitantes.
Municipios sin oficina bancaria: la mayoría son muy pequeños
Los municipios sin oficina afectan al 2,7% de la población (en torno a 1,3 millones de personas), una cifra que demuestra el aún elevado nivel de inclusión financiera física que hay en España. Esto puede observarse en los siguientes mapas, donde se muestra la fuerte presencia y capilaridad de las oficinas rurales (puntos de color azul) que, como es lógico, son especialmente dominantes en las provincias más rurales (provincias destacadas en negro y en gris oscuro).
Adicionalmente, en los mapas se observa una complementariedad geográfica importante en la distribución de oficinas entre las entidades que tienen su origen en una caja de ahorros (primer mapa) y aquellas que han sido bancos desde su origen (segundo mapa). El primer grupo de entidades tiene, por lo general, una presencia mayor en las provincias menos urbanizadas y más rurales, a diferencia de aquellas entidades que originalmente ya eran bancos, que están algo más concentradas en las grandes zonas urbanas.
A pesar de la notable presencia de oficinas rurales y de la complementariedad entre entidades, la tendencia de reducción progresiva del número de oficinas observada en los últimos años subraya, hasta cierto punto, el riesgo de exclusión física de una parte de la población más rural. En este sentido, 1,3 millones de habitantes viven en un municipio en el que existe una sola oficina bancaria (más de 1.000 municipios).
Oficinas rurales y urbanas de entidades que tienen su origen en una caja de ahorros
Oficinas rurales y urbanas de entidades que tienen su origen en un banco
Para responder a estas preguntas es preciso entender tanto la naturaleza de los clientes que viven en estas regiones como la motivación del sector bancario para mantener su presencia en el ámbito rural, ambos aspectos estrechamente ligados entre sí.
Desde el punto de vista de los clientes, dos razones explican el papel fundamental que desempeña la oficina bancaria en una zona rural: la preferencia por la oficina física y la necesidad de una oferta especializada.
En cuanto a la primera razón, los clientes particulares (tanto los que viven en zonas rurales como urbanas) valoran «la proximidad de la oficina» como el factor principal a la hora de elegir su banco principal (un ≈40%). La proximidad física ha perdido peso en los últimos años, pero sigue situándose claramente por encima del resto de factores, como pueden ser la calidad de servicio o las condiciones económicas. Aunque no contamos con datos según el tipo de municipio, es probable que dicha preferencia por el canal físico sea incluso mayor en las zonas rurales, en parte porque, como muestra el siguiente gráfico, se trata de un colectivo menos digital y que, por lo tanto, acude más a la oficina para satisfacer sus necesidades, como por ejemplo disponer de dinero efectivo.
El uso de la banca digital de la población que vive en zonas rurales es menor
% de individuos que usan banca digital en 2018
La segunda razón es que los sectores empresariales que operan en zonas rurales, como el agrícola, normalmente requieren unos servicios financieros especializados que a menudo pueden ofrecerse mejor desde una oficina, donde existe un elevado conocimiento e información del modelo de negocio y del entorno local en el que operan estas empresas. La presencia en el territorio resulta fundamental para ofrecer una propuesta de valor centrada en la especialización en sectores como la agricultura, la ganadería o la pesca, y en la agilidad comercial que necesitan estas empresas para cubrir sus necesidades específicas. Para este colectivo –pymes y grandes empresas–, la eficacia y el buen conocimiento del negocio empresarial priman a la hora de escoger banco, por lo que contar con presencia física en la zona repercute en una ventaja competitiva.
Así pues, comprender la naturaleza financiera de las zonas rurales –la fuerte preferencia por el canal físico entre particulares y una demanda especializada por parte de las empresas– ayuda a entender el impacto económico que podría generar una reducción abrupta de la inclusión financiera en estas zonas.
En este sentido, multitud de estudios empíricos subrayan los efectos beneficiosos de la inclusión financiera sobre el crecimiento inclusivo y el desarrollo económico2. Esto es así porque la presencia de entidades financieras con una amplia oferta de servicios fomenta el ahorro y la inversión de las familias y el desarrollo de proyectos empresariales (por ejemplo, un seguro facilita las inversiones, al cubrir parte del riesgo), lo que a su vez contribuye al desarrollo económico de toda una región. La inclusión financiera, además, tiende a beneficiar especialmente a las familias con menos recursos, lo que promueve un crecimiento inclusivo y la cohesión social.
- 2. Véase, por ejemplo, el documento de trabajo del World Bank: «Financial inclusion and inclusive growth. A review of recent empirical evidence».
Desde el punto de vista del propio sector bancario, existen dos motivaciones principales para mantener la presencia física en las zonas rurales: el impulso al negocio y el compromiso con la inclusión.
Por un lado, los sectores económicos predominantes en estas regiones, como el agrícola, son críticos para la economía del territorio y representan un segmento de mercado atractivo para el negocio. Las diversas necesidades financieras de inversión, pagos o seguros de estas empresas permiten a las entidades financieras trabajar con ellas con un grado de vinculación alto. A ello se une el atractivo de tratarse de clientes que tradicionalmente muestran una fidelidad elevada, y que están adoptando cada vez más las nuevas tecnologías, lo que impulsa su competitividad.
Una muestra del atractivo de este segmento de mercado son las cajas rurales. Por tradición y cercanía, estas entidades basan buena parte de su modelo de negocio en el sector agrícola. Sirva como ejemplo el hecho de que las cajas rurales concentran en promedio más del 40% de sus oficinas en municipios de menos de 5.000 habitantes, y que su penetración de mercado conjunta como entidad preferente en el segmento de empresas se sitúa tan solo por debajo de la de los cinco mayores bancos. Aunque su cuota de mercado total en créditos es limitada (≈4%)3, en provincias como Almería y Valencia, y en comunidades como Murcia, Navarra, el País Vasco e incluso Madrid, su cuota es significativa (entre el 5% y el 8%).
- 3. Cuota de las cajas rurales asociadas a la UNACC (Unión Nacional de Cooperativas de Crédito).
El negocio con un segmento muy atractivo y el compromiso con la inclusión son las dos razones principales para mantener la presencia física en las zonas rurales
Pese a su mayor concentración en zonas rurales, se observa que su rentabilidad –medida en términos de beneficios sobre activos o ROA– es similar en promedio a la de los bancos (0,41%), aunque varía notablemente según el territorio en el que operan (véase el siguiente gráfico). Esto indica que su modelo de negocio –más especializado en el sector agrícola– por lo general es rentable. Su eficiencia, en cambio, es inferior, especialmente respecto a la de los bancos de mayor tamaño. Estas entidades tienen menores economías de escala (tamaño) y menor diversificación (geográfica, crediticia, etc.) que los bancos y, al no cotizar, están también menos sujetas a la presión del mercado, lo que podría explicar, en parte, sus niveles de eficiencia más bajos. Las cajas rurales también destacan financieramente por su prudencia, ya que su solvencia es elevada y tienen una morosidad baja, beneficiándose, muy posiblemente, del conocimiento diferencial que tienen del entorno local.
A diferencia de las cajas rurales, las entidades con cobertura en todo el territorio nacional pueden contar con una mayor escala, diversidad geográfica y un mejor acceso a la tecnología para rentabilizar todavía más este segmento de mercado. El disponer de empleados con formación específica en asesoramiento financiero adaptado al mundo rural y equipados con dispositivos de movilidad que permiten la contratación de cualquier producto financiero resulta una manera eficiente de incrementar la cobertura geográfica de las oficinas rurales. De este modo, se logra el nivel de interacción y asesoramiento especializado que el sector necesita, a la par que se contienen los costes de la red de oficinas.
Principales indicadores financieros de las cajas rurales y los bancos
En %, datos de 2018
Por otra parte, mantener el compromiso con la inclusión financiera es un fin en sí mismo: se trata de tener presencia en municipios pequeños para apoyar a todos los sectores económicos y contribuir al progreso de la sociedad.
Este compromiso no debe impedir que el modelo de inclusión financiera de los bancos continúe evolucionando, especialmente ante el aumento progresivo de la penetración digital en las zonas rurales. La introducción de cajeros automáticos, oficinas móviles o agentes para la gestión de efectivo en estos municipios son ejemplos que van en esta dirección.
Al mismo tiempo, más allá de la red de oficinas, el compromiso con el territorio rural también se mantiene con el impulso –cada vez mayor por parte de los bancos– a la financiación con fines sociales. Un ejemplo de ello es la emisión de bonos sociales o la concesión de microcréditos, que sirven para financiar proyectos de empresas y particulares en territorios con un mayor riesgo de exclusión financiera.
Este compromiso social es fundamental para que una entidad financiera se arraigue al territorio. Este arraigo también facilita que se desarrolle una relación de confianza entre la entidad y sus clientes y, al fin y al cabo, la banca se basa fundamentalmente en la confianza.