El coronavirus contagia a los mercados financieros
El coronavirus se propaga por los mercados financieros. Al igual que pasó en la recta final de enero, el coronavirus ganó protagonismo en el discurrir de los mercados financieros y añadió fuertes dosis de cautela en el ánimo de los inversores. Su silencioso contagio por los cinco continentes y el elevado grado de incertidumbre sobre sus implicaciones económicas a nivel global (no solo en China, como parecía que sería el caso en enero) se convirtieron en la fuente principal de volatilidad y riesgo en los mercados financieros. Los flujos de capital hacia los activos refugio, como el dólar, la deuda soberana de EE. UU. y Alemania y el oro, se intensificaron en las últimas sesiones del mes, y supusieron un duro castigo para aquellos activos más vinculados al ciclo económico, como las bolsas, las divisas emergentes y las materias primas. En paralelo a la alerta sanitaria, los beneficios empresariales y los datos económicos comenzaron a dar los primeros síntomas de debilidad, principalmente en China, y ensombrecieron la modesta mejora de la actividad y la confianza empresarial que todavía reflejaban los indicadores de las economías avanzadas. En este contexto, las miradas se tornaron hacia el apoyo de los bancos centrales. En China, el banco central tomó distintas medidas acomodaticias para amortiguar los efectos económicos de la crisis sanitaria, mientras que la Fed recortó en 50 p. b. su tipo objetivo y el BCE seguramente anunciará medidas en su reunión de marzo.
La incertidumbre sobre la demanda lastra el precio de las materias primas. El temor por parte de los inversores a un enfriamiento de la demanda (China es el primer importador de crudo mundial y consume el 50% del total de metales industriales) provocó un descenso generalizado del precio de las materias primas. Por un lado, el precio del barril de Brent se abarató más de un 10% en el conjunto del mes, empujado, además, por la rebaja de las previsiones de demanda de petróleo elaboradas por la OPEP para el 1T 2020. Por otro lado, el precio de los metales industriales vinculados al ciclo económico (entre los que destacan el cobre, el níquel y el zinc) descendió hasta niveles de hace cuatro años. En el mercado de divisas, la aversión al riesgo y la incertidumbre sobre el desempeño de la actividad en las economías emergentes aceleró la depreciación de sus divisas, estrechamente vinculadas a la evolución de sus exportaciones de materias primas, frente a las divisas consideradas como valor refugio (el dólar estadounidense, el franco suizo y el yen japonés).
Los tipos soberanos se hunden. Ante la incertidumbre económica, los inversores se refugiaron en aquellos activos considerados como seguros, en lo que se conoce como un movimiento de flight to quality (huida hacia la calidad). Como en ocasiones anteriores, buscaron refugio en la deuda soberana de EE. UU. y Alemania, lo que provocó un brusco descenso de los tipos de interés a 10 años, amplificado por la expectativa de una nueva relajación de la política monetaria de la Fed y el BCE. En EE. UU., el tipo de interés sobre los treasuries cayó a niveles mínimos históricos. Además, la curva soberana volvió a invertirse y el tipo a 10 años llegó a situarse 17 p. b. por debajo del tipo a
3 meses, un hecho que tradicionalmente ha anticipado la entrada de EE. UU. en recesión entre 6 y 18 meses después. En Alemania, los tipos también cayeron hasta niveles mínimos del año y se acercaron a los mínimos históricos registrados el pasado verano. Por su parte, las primas de riesgo de la periferia de la eurozona se vieron implicadas en los flujos hacia activos menos arriesgados y finalizaron el mes con notables ampliaciones tras el incremento de los contagios del virus en Italia y España.
Las bolsas registran las peores caídas en años. En el contexto descrito, el incremento de la aversión al riesgo de los inversores supuso un duro castigo a las bolsas, que en el comienzo de la crisis sanitaria habían amortiguado la incertidumbre con descensos moderados. Sin embargo, en febrero el mayor avance de la epidemia vino acompañado del aviso de importantes compañías tecnológicas sobre el efecto negativo del virus en sus cadenas de suministros procedentes de China y, por lo tanto, en sus beneficios. Ante el deterioro del sentimiento inversor, los principales índices bursátiles en las economías avanzadas experimentaron fuertes caídas (S&P 500 –8,4% y EuroStoxx 50 –8,6%). En el caso de Europa, no se veía una corrección mensual de esta magnitud desde 2011, mientras que en el caso de EE. UU. debemos remontarnos a la caída de diciembre de 2018 (–9,2%) y, anteriormente, a la de mayo de 2010. Con todo, las valoraciones de la bolsa continúan en cotas relativamente altas y, tras las caídas del mes de febrero, el S&P 500 y el Eurostoxx 50 se encuentran en los niveles del pasado mes de octubre y agosto, respectivamente.
Los mercados dirigen la mirada al apoyo que puedan ofrecer los bancos centrales. En China, el banco central adoptó un papel activo en la toma de decisiones para hacer frente al impacto económico del coronavirus. En concreto, recortó en 10 p. b. el tipo de interés de la facilidad de depósito a medio plazo y los tipos repo, y realizó cuantiosas inyecciones de liquidez, con el fin de amortiguar los efectos negativos del parón de la actividad en el país. Por otro lado, en las economías avanzadas los bancos centrales se mostraron inicialmente recelosos a actuar frente al coronavirus, reconociendo el riesgo que supone la epidemia pero reiterando que los indicadores de actividad seguían siendo favorables. Sin embargo, con la intensificación de nuevos casos del virus fuera de China y las fuertes turbulencias que empezaban a sacudir los mercados financieros, a finales de mes la Fed, el BCE y el resto de bancos centrales avanzados empezaron a dar un paso adelante e insinuaron que, en marzo, anunciarán una nueva relajación de sus políticas monetarias. De hecho, en el caso de la Fed, esta ya anunció, de urgencia, un recorte de los tipos de referencia en 50 p. b., hasta el intervalo 1,00%-1,25% (a cierre del mes, las cotizaciones financieras reflejaban la expectativa de 100 p. b. recortados en el conjunto del año). Por su parte, el BCE tiene mucho menos margen para reducir más los tipos (los mercados financieros reflejaban la expectativa de un solo recorte de 10 p. b.), pero podría centrar el grueso del apoyo en medidas que garanticen una liquidez todavía más abundante, con el objetivo de evitar que el coronavirus ponga en dificultades a empresas solventes pero que, por disrupciones en la cadena productiva, tengan problemas de liquidez.