El legado de la crisis y cómo acelerar la creación de empleo
A pesar de que el proceso de recuperación ya hace meses que está en marcha, en la mayoría de países desarrollados la situación del mercado laboral sigue siendo fuente de preocupación. El número de parados se mantiene en cotas muy elevadas, lo que genera la sensación de que la recuperación no está alcanzando al conjunto de la población, mina la moral de aquellos que se encuentran desempleados desde hace tiempo e induce a percibir las herramientas al alcance de los gestores de política económica como escasas e ineficaces. En el presente Dossier analizamos la magnitud del reto que supone la lucha contra el desempleo y, en especial, algunas de las políticas para hacerle frente.
Dejando de lado sus diferencias, el desafío al que se enfrentan la mayoría de países avanzados es, indiscutiblemente, mayúsculo. La tasa de paro en Europa sigue alrededor del 11%, un registro que no se había rebasado desde los años 1990, década en la que empieza la serie histórica. Sobresalen los casos de España y Grecia, ambos con una tasa de paro superior al 20%. Pero en países como Francia e Italia, la tasa de paro es también históricamente elevada según sus estándares y, lo que es más alarmante, apenas se ha reducido durante los últimos trimestres.
Además, hay que tener en cuenta que la tasa de paro no refleja de manera íntegra el impacto de la recesión sobre el mercado laboral. Muchas personas, tras un largo periodo de tiempo buscando trabajo, se han desanimado y han desistido. Concretamente, en el conjunto de la eurozona, el 6,3% de la población inactiva declaraba que, a pesar de que desearía trabajar, ya no buscaba empleo. En Italia la ratio alcanzaba el 13,9%. Incluso en EE. UU., país en el que la tasa de paro se sitúa en el 5,3%, cerca del nivel anterior a la crisis, referencias más amplias sobre el desempleo ponen en duda el alcance de la recuperación para el grueso de la población. Por ejemplo, la llamada tasa de paro U6, que incluye el subempleo (empleados que trabajan a tiempo parcial de manera involuntaria por razones económicas), todavía se encuentra en el 10,4%.
El contexto económico y social, por tanto, obliga a actuar. La principal política para luchar contra el desempleo es, naturalmente, el crecimiento de la actividad económica. El mercado laboral suele reaccionar con cierto retraso a los cambios de ciclo económico, y esta fase expansiva no ha sido la excepción. Cuando la actividad empezó a repuntar, al mercado laboral le costó arrancar, de ahí que expresiones como jobless recovery («recuperación sin empleo») tuvieran cierta fortuna. Sin embargo, con el paso del tiempo, en los países en los que el crecimiento ha cogido algo de impulso, como EE. UU., Reino Unido, Alemania, España o Irlanda, el incremento de la ocupación ha acabado respondiendo. En consecuencia, todas aquellas reformas que persigan una mejora de la capacidad de crecimiento pueden y deben ser consideradas, también, medidas de reactivación del mercado laboral. Este tipo de acciones son especialmente necesarias en países como Francia e Italia, cuya recuperación está siendo muy modesta, tanto en el plano económico como en el del mercado laboral, y cuyo crecimiento potencial a medio y a largo plazo ofrece serias dudas.
A pesar del impacto positivo de la recuperación de la actividad económica sobre la creación de empleo, el elevado volumen de parados obliga a preguntarse qué medidas adicionales se pueden tomar para reactivar el mercado de trabajo. Al fin y al cabo, no solo se trata de crear empleo para luchar contra las consecuencias sociales que supone que un número tan elevado de personas permanezca en el paro durante tanto tiempo. La urgencia de la situación responde también a la realidad de que los conocimientos y las habilidades de las personas que están en el paro se van deteriorando si no encuentran trabajo de forma relativamente rápida, por lo que cada vez les resulta más difícil reinsertarse en el mercado laboral. El riesgo en el que se incurre, por tanto, es que una parte considerable del paro actual se convierta en estructural. De materializarse, supondría una reducción de la capacidad de crecimiento a largo plazo para el conjunto de la economía. De hecho, las estimaciones disponibles al respecto apuntan a que el aumento de la tasa de paro estructural ha sido excepcional durante los últimos años en muchos países avanzados. Sin embargo, existen serias dudas sobre la fiabilidad de estas estimaciones.
Sea lo que fuere, uno de los principales focos de inquietud es el elevado paro de larga duración. Una persona que pierde el empleo permanece en el paro 10,8 meses en promedio en el conjunto de los países de la OCDE; en países como Italia e Irlanda esta cifra asciende a los 16 meses. Como se ha advertido anteriormente, las repercusiones de esta situación son graves. El ejemplo más manifiesto, y preocupante, es que la probabilidad de encontrar un empleo se reduce con el paso del tiempo: en la eurozona, es del 8% para aquellos que llevan entre uno y tres meses en el paro, pero se reduce al 6% para aquellos que llevan más de 12 meses. En España, según estimaciones de De la Rica y Anghel (2014), una persona que lleve en el paro menos de dos años tiene un 50% más de probabilidades de encontrar un trabajo que una persona que lleve más de dos años parada, ceteris paribus.1 Además, después de un periodo de desempleo, el salario que se suele percibir es inferior al del último trabajo, diferencia que se amplía en función del tiempo que se haya permanecido en el paro.2
Teniendo en cuenta el contexto, no es de extrañar que las políticas activas y pasivas de empleo se hayan colocado en el centro del debate, puesto que su correcta implementación puede ser de gran ayuda para mejorar la creación de ocupación. Del análisis de los tres artículos siguientes del Dossier, dedicados a los aspectos clave que determinan el éxito de dichas políticas, se desprenden tres grandes conclusiones. Primero, una buena coordinación entre las políticas activas y pasivas es imprescindible para que sean efectivas. Por ejemplo, un buen diseño de las primeras puede facilitar que el perceptor de un subsidio de desempleo utilice todos los recursos a su alcance de forma eficaz en la búsqueda de empleo. Segundo, es preciso que las oficinas de empleo operen de manera eficiente. Así, el funcionamiento de las agencias de colocación mejora sustancialmente cuando identifican de manera rápida y eficaz las características de cada parado, y cuando son capaces de proponer soluciones adecuadas en cada caso. En este sentido, las nuevas tecnologías, como el big data, suponen una oportunidad para mejorar la eficacia de las agencias públicas de colocación, ya que permiten identificar el perfil de la persona en situación de paro, y ofrecer una respuesta a medida, de forma prácticamente instantánea. Finalmente, las políticas activas son esenciales para minimizar la descapitalización de la persona que se encuentra en el paro. La formación, póngase por caso, puede ser un importante instrumento para mejorar la empleabilidad de las personas en situación de paro cuando se provee de forma adecuada, especialmente para aquellos colectivos más vulnerables. Un buen esquema de provisión de la formación es fundamental para asegurar su calidad.
En definitiva, el reto económico y social al que se enfrentan los países desarrollados es de primer orden. La recuperación económica, que poco a poco se va afianzando, está ayudando a que la situación del mercado laboral vaya mejorando. Pero no hay cabida para la pasividad. El volumen de parados sigue siendo muy elevado, y su situación se hace más delicada cada día que pasa. La mejora de las políticas activas y pasivas es uno de los frentes en los que se puede actuar para acelerar la activación del mercado laboral. La coyuntura apremia, no hay tiempo que perder.
Oriol Aspachs
Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank
1. Véase De la Rica, S. Anghel, B. (2014), «Los parados de larga duración en España en la crisis actual», Documento de trabajo 185/2014, Laboratorio de Alternativas.
2. Véase OECD Employement Outlook 2010, «Institutional and Policy determinants of Labour Market Flows».