Caen las rentas del trabajo y aumenta la desigualdad
En la mayoría de países desarrollados, la parte del PIB que proviene de las rentas del trabajo hace décadas que presenta una tendencia a la baja. En el lado opuesto, el peso de las rentas del capital exhibe una tendencia claramente al alza. Cuando el crecimiento económico era generalizado y vigoroso, esto no era motivo de preocupación. Aunque las rentas de un factor productivo crecían más rápidamente que las del otro, al fin y al cabo, todas crecían. Sin embargo, la severa recesión de los últimos años, que ha afectado especialmente a algunos segmentos de la población, hace imprescindible reexaminar cómo se distribuye la renta.
La distribución entre las rentas del trabajo y del capital suele ser un primer indicador para analizar la posible creación de desigualdades sociales. Las rentas del capital están más concentradas en la población que las del trabajo, por lo que si el peso de la retribución del trabajo cae y la del capital aumenta, la desigualdad entre la población es probable que aumente también. En EE. UU., por ejemplo, según un estudio de M. Jacobson y F. Occhino,(1) las rentas del capital presentan un índice de Gini que ha crecido hasta 0,85 durante la última década, mientras que, para las rentas del trabajo, se ha mantenido alrededor de 0,50.(2) En el mismo sentido, un estudio de la OCDE revela que es en los países en los que la participación de las rentas del trabajo ha caído de una manera más significativa que el aumento de los índices de desigualdad ha sido mayor.(3)
Habitualmente, para medir la parte del producto que corresponde a las rentas del trabajo se divide la remuneración de los asalariados entre el PIB. Como puede constatarse en el primer gráfico, el peso de las rentas laborales ha disminuido de manera significativa prácticamente en todos los países desarrollados. En promedio, el descenso ha sido de 3 p. p. en los últimos 35 años. Las únicas excepciones son Dinamarca, Reino Unido, Portugal y España.
Esta metodología, por su sencillez, es fácil de implementar y permite hacer comparaciones internacionales. De todas formas, presenta importantes insuficiencias. En primer lugar, tiende a sobreestimar la participación de la renta del trabajo en los sectores de no mercado, como la Administración pública. En estos sectores el valor añadido en las cuentas nacionales se suele aproximar sumando los costes laborales. Asimismo, en industrias como las extractivas o energéticas, en las que el valor añadido suele fluctuar significativamente en función de los precios de las materias primas, la repartición de las rentas es muy volátil.
Otra gran laguna de este cálculo radica en que la remuneración de los asalariados no incluye, por definición, la de los autónomos y, por tanto, no tiene en cuenta una parte importante de las rentas del trabajo. Una forma de sortear estos problemas es calcular la partición de las rentas solo para el sector empresarial, excluyendo a los autónomos. De esta forma, se pueden separar totalmente las rentas procedentes del trabajo y del capital, a cambio, no obstante, de restringir el análisis a una parte del sistema productivo (alrededor del 60%). Karabarbounis y Neiman (2013) han construido una base de datos que permite analizar la evolución durante los últimos 35 años en 59 países valiéndose de ambas metodologías. Aplicando la segunda metodología, más refinada, se detecta que el peso de las rentas laborales es más elevado de lo que se obtiene si se utiliza la definición más sencilla, pero la tendencia a la baja sigue siendo estadísticamente significativa y económicamente relevante. Concretamente, de 5 p. p. para el conjunto de los 59 países.(4) De nuevo, el Reino Unido, Portugal y España son las excepciones.
La caída de las rentas del trabajo, sin embargo, no ha sido igual para todos los niveles de retribución. Según estimaciones de la OCDE, el descenso de la participación de la renta del trabajo sobre el total fue mayor si se excluye del cómputo al 1% de la población con rentas más elevadas. Dicho de otra forma, el aumento de las rentas del trabajo que se ha producido en el tramo más alto de la escala salarial hace que, cuando miramos los datos agregados, la caída del peso de las rentas del trabajo sea menor. Son especialmente notorios los casos de Canadá y EE. UU. En estos dos países, la caída de la participación de la renta del trabajo cuando se excluye al 1% de la población con rentas más elevadas fue de 6 y 4,5 p. p., respectivamente. Para el 1% de la población con rentas más elevadas, el aumento de la participación de la renta del trabajo fue de 2,9 y 2,2 p. p., respectivamente. En el resto de los países para los que se dispone de datos, la diferencia entre ambas medidas fue menor, pero no despreciable: 0,9 p. p. en promedio.
Vistas las dinámicas de la distribución de la renta durante los últimos años, no resulta extraño observar que el 1% de la población que percibe las rentas más elevadas cada vez concentra una proporción más elevada de la renta total. Una vez más, destaca el caso de EE. UU. Mientras que en la década de los ochenta, en promedio, el porcentaje de la renta distribuido al 1% de la población con las rentas más altas era del 10%, entre los años 2001 y 2010 aumentó hasta el 16,8%. Más allá de EE. UU., sobresale la evidencia de que en la gran mayoría de los países desarrollados el movimiento también haya sido al alza.
En definitiva, en la mayoría de países se ha producido una gran caída de la participación de las rentas del trabajo. Entender cuáles son los factores que determinan esta situación es de máxima importancia. A ello se dedican los siguientes tres artículos del presente Dossier. En «Tecnología y riqueza: ¿dos fenómenos en contra o a favor del trabajador?» se analiza cómo estos dos elementos pueden haber afectado la combinación productiva óptima entre capital y trabajo. En «La globalización y la redistribución de la renta» se hace énfasis en los efectos de la globalización en un sentido amplio. Finalmente, el último artículo del Dossier, «La caída de las rentas del trabajo en España y EE. UU.: factores coyunturales», examina las dinámicas recientes en España y EE. UU.
Oriol Aspachs y Maria Gutiérrez-Domènech
Departamento de Economía Europea, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"
(1) Jacobson, M. y Occhino, F. (2012), «Labor's declining share of income and rising inequality», Economic Comentary.
(2) El índice de Gini mide el nivel de concentración o dispersión de la renta. Para valores cercanos a 1 expresa máxima concentración, mientras que valores cercanos a 0 se producirían si la renta estuviera distribuida de forma uniforme entre la población.
(3) Véase «OECD employment outlook 2012».
(4) Véase Karabarbounis, L. y Neiman, B. (2013), «The Global Decline of the Labour Share», NBER WP 19136.