La economía española en 2016
Dedicamos habitualmente el Dossier del Informe Mensual de diciembre al análisis de perspectivas del ejercicio que empieza en pocas semanas. Para el caso de la economía española, el examen es especialmente difícil este año, puesto que, al escribir estas líneas, aún no conocemos la orientación política del nuevo Gobierno que se formará tras las elecciones del 20 de diciembre. Además del ejercicio de previsiones, por tanto, es oportuno hacer algunas consideraciones sobre el marco económico y financiero al que se van a tener que enfrentar quienes tengan la responsabilidad de gobernar, así como un esbozo sintético de cuáles podrían ser las prioridades de la política económica para 2016.
El entorno general se caracterizará por unas condiciones monetarias muy laxas en la eurozona, con liquidez abundante, tipos de interés bajos y un euro débil. El contexto económico internacional, por su parte, debiera ser razonablemente favorable en términos de crecimiento de nuestros mercados, con bajos precios del petróleo y escaso impacto de los problemas que, a buen seguro, tendrán algunos países emergentes. Sin embargo, es un marco internacional que, en términos políticos, puede deparar inestabilidad, dado que los frentes geopolíticos con posibles repercusiones financieras son múltiples.
La economía española se enfrenta a este contexto internacional con algunas fortalezas y otras tantas debilidades. Para la autoestima sería bueno resaltar las fortalezas, pero me centraré en las debilidades, puesto que ahí es donde están los retos por superar.
La principal debilidad es, sin ningún género de dudas, la elevada tasa de paro que tiene el país. Es una tasa de paro, además, que se explica solo parcialmente por la dureza de la crisis económica, porque tiene un componente crónico que no desaparecerá con la recuperación. Ante un problema excepcional, se deben tomar medidas excepcionales. En los años de crisis se ha avanzado algo, pero la modernización de nuestro mercado laboral es el primer reto social y político al que se tiene que hacer frente en la nueva legislatura.
Un segundo reto son las finanzas públicas. Rebasar el 100% de deuda en porcentaje del PIB, como ya está sucediendo, acentúa la situación de vulnerabilidad ante cambios en la coyuntura financiera internacional. Hay dos motivos adicionales por los cuales la reforma de las finanzas públicas españolas no puede esperar más. Por un lado, es preciso corregir la excesiva inestabilidad cíclica de los ingresos tributarios, frente a unos gastos rígidos al alza; y, por otro, la reforma se debe abordar desde la perspectiva territorial, puesto que el actual sistema de financiación autonómica no promueve la eficiencia y es fuente de incertidumbre e inestabilidad política.
El tercer gran desafío es, finalmente, el sector exterior. Como miembros de la eurozona, es una obligación continuar mejorando el superávit exterior para reducir la deuda externa. Para ello es preciso controlar los costes laborales unitarios frente a los de nuestros competidores. Esta exigencia no es incompatible con un mercado interior robusto, puesto que la expansión de este último no debe venir del crecimiento del salario unitario, sino del conjunto de la masa salarial conforme más y más trabajadores dejen las listas del paro y se incorporen al mercado laboral.
Para 2016, es muy probable que el señor Draghi proporcione un entorno financiero favorable, que mueva a la baja la prima de riesgo y proporcione viento de cola a la economía española. El reto para los nuevos responsables de la política económica será no acomodarse a ese entorno confortable. Una economía como la española, que opera en el exigente entorno de la eurozona, debe continuar las reformas de tal modo que se consigan reducciones de la prima de riesgo por méritos propios. Estas mejoras son la única garantía para estar relativamente a resguardo de los mercados si en 2016 se produjeran episodios serios de inestabilidad.
Jordi Gual
Economista jefe
30 de noviembre de 2015