El desconfinamiento anima el sentimiento en los mercados financieros
En mayo, el sentimiento inversor continuó con la incipiente mejoría de abril y el apetito por los activos de riesgo aumentó. Entre los principales catalizadores que favorecieron el optimismo de los inversores destacaron la contención en las cifras de decesos de la pandemia, los avances de posibles tratamientos para la COVID-19 y la creciente retirada de las medidas de restricción a la actividad en las principales economías internacionales. En esta línea, también benefició al sentimiento inversor el programa de reconstrucción económica propuesto por la Comisión Europea para apoyar la recuperación de la actividad en la región (véase la sección de economía internacional para más detalles). Entre tanto, los principales bancos centrales siguieron actuando como garantes de la liquidez de los mercados financieros, en un entorno económico que anticipan que será exigente durante los próximos trimestres, y se comprometieron a ampliar las medidas en caso de que fuese necesario.
Los principales índices bursátiles mostraron un buen comportamiento y extendieron las ganancias registradas en abril, aunque en un entorno de mayor volatilidad y con avances más contenidos. En el caso de las economías desarrolladas, durante la mayor parte del mes los índices estadounidenses registraron mayores avances que sus homólogos europeos, algo que ya venían haciendo desde el inicio de la crisis sanitaria. Sin embargo, con el programa de recuperación propuesto por la Comisión Europea, en la segunda mitad de mayo esta situación dio un giro y los índices europeos se equipararon a la evolución del S&P 500. En el bloque emergente, también se apreció un desempeño dispar entre economías. Desde comienzos de año, el descenso que registra el índice MSCI América Latina es tres veces superior al experimentado por su homólogo en Asia emergente. Las razones de esta evolución tan dispar estribarían en la vulnerabilidad económica por la que ya atravesaban varios países de Latinoamérica (como Brasil, México y Argentina), que se habría agravado con la pandemia a través del abaratamiento de las materias primas y la depreciación de sus divisas. Otra evidencia de esta debilidad fue el impago a su vencimiento de una parte de la deuda soberana argentina, que pidió 10 días de margen para renegociar las condiciones.
El mayor apetito por los activos de riesgo también se trasladó al mercado de deuda pública, donde el protagonismo fue para las curvas soberanas de los países de la periferia de la eurozona. Las compras de deuda de estos países por parte del BCE (en el mercado secundario) y el programa de reconstrucción económica propuesto por la Comisión Europea, que se anunció en el tramo final del mes, redujeron las primas de riesgo de España, Portugal e Italia entre 30 y 45 p. b. Así, a cierre de mes, estos diferenciales con respecto al bund alemán se situaron solo levemente por encima de los previos a la pandemia. Por su parte, los tipos de interés soberanos en Alemania y EE. UU. se mantuvieron en cotas bajas.
En mayo, la Fed y el BCE continuaron aumentando sus balances como resultado de las compras de activos de sus respectivos programas de estímulo monetario para combatir la crisis. La efectividad de sus medidas se puso de manifiesto a través de la reducción de las tensiones en los mercados monetarios y de crédito, pero ambas entidades insistieron en estar preparadas para utilizar más herramientas en caso de que fuera necesario. Otro de los focos de atención en el mes fue la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania, que cuestionaba aspectos de la política monetaria del BCE. En concreto, el Tribunal consideró que el programa de compras de deuda pública en el mercado secundario que el BCE viene implementando desde 2015 (el llamado PSPP) no respeta el principio de proporcionalidad (en particular, el Tribunal consideró que no se ha realizado un análisis de los costes y los beneficios del programa en términos del mandato de inflación y de los impactos económicos de las medidas). Así, el Tribunal señaló que, en ausencia de este análisis en los próximos tres meses, requerirá al Bundesbank que deje de participar en el programa. Por su parte, el BCE señaló que él está sujeto a la jurisdicción de las cortes europeas y que estas ya habían dictaminado, en una sentencia anterior, a favor de la legalidad del PSPP y de su adecuación al mandato del BCE. A corto plazo, no se espera que la sentencia afecte a la capacidad de estímulo del BCE (además, la sentencia no se refiere al PEPP, el gran programa de estímulo que el BCE ha lanzado para hacer frente a la crisis de la COVID-19). Sin embargo, el conflicto pone de relieve el riesgo de tensiones entre los distintos niveles jurisdiccionales de la UE.
Después de las turbulencias sufridas en el mercado de crudo durante el mes de abril, donde los desequilibrios entre oferta y demanda llevaron al precio del barril de WTI (la referencia en EE. UU.) a negociarse puntualmente a precios negativos, en mayo se volvió a una cierta normalidad. Al aumento incipiente de la demanda de carburantes (derivado de la reapertura gradual de la actividad en la mayoría de los países) y la mejora del sentimiento de los inversores se les sumó, además, la entrada en vigor de los recortes de producción acordados por la OPEP y sus aliados (9,7 millones de barriles diarios en mayo y junio). Asimismo, Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos Árabes anunciaron recortes en su producción adicionales a los acordados con el resto de los miembros del cártel. Además, en EE. UU. varios pozos de extracción de shale interrumpieron su actividad con el fin de relajar las tensiones derivadas de la sobreoferta que se produjo el mes anterior. La respuesta de los mercados fue contundente y el precio del barril de Brent ascendió para situarse por encima de los 35 dólares.