El crecimiento se acelera en los emergentes, la inflación no
En los últimos años, el motor del crecimiento a nivel global se ha situado en los países emergentes. Mientras las economías avanzadas entraron en recesión en el año 2009, y posteriormente han mostrado una recuperación relativamente modesta, las economías emergentes mantuvieron un ritmo de crecimiento más que notable, aunque este ha ido descendiendo desde el 7,4% de 2010 al 4,1% en 2016. En paralelo a esta gradual desaceleración del crecimiento emergente, su tasa de inflación también ha presentado una moderada tendencia bajista, pasando del 5,6% en 2010 al 4,4% el pasado año. Ahora que todo apunta a que el ritmo de crecimiento de los países emergentes se acelerará en los próximos años, ¿lo hará también la inflación?
Según las previsiones del FMI, no. Aunque la aceleración prevista del crecimiento para los próximos años se espera que sea notable, ya que este podría acercarse al 5,0% en 2019, la institución pronostica que la inflación en los países emergentes seguirá descendiendo. Para entender los factores que subyacen a las perspectivas de inflación, resulta muy útil repasar brevemente tanto los factores cíclicos como también los de fondo que condicionan la evolución de la inflación en los países emergentes.
Una de las herramientas más utilizadas por los economistas para analizar la inflación a lo largo del ciclo económico es la curva de Phillips, que relaciona la inflación de una economía con su brecha de producción (diferencia entre el PIB observado y el potencial). A modo intuitivo, la tasa de inflación suele ser estable cuando el PIB observado es igual al potencial, mientras que desviaciones del PIB observado por encima del potencial suelen generar presiones inflacionistas (desinflacionistas en caso contrario). Sin embargo, desde principios del nuevo milenio, parece que dicha relación ha perdido fuerza en los países emergentes (véase el segundo gráfico). Así, aunque la brecha de producción del conjunto de países emergentes se ha ido reduciendo en los últimos años, la inflación no ha repuntado.
Uno de los factores que se encuentra detrás de esta menor sensibilidad de la inflación al ciclo económico es la globalización. El aumento del comercio internacional está facilitando el acceso a un mercado de bienes cada vez más amplio, lo que provoca una cierta convergencia de precios a nivel global y, sobre todo, una mayor importancia de la brecha de producción a nivel mundial en detrimento de la doméstica en la evolución de los precios.1
Otro factor fundamental que explica tanto la menor sensibilidad cíclica de la inflación en los países emergentes como su tendencia bajista desde hace décadas es la mayor independencia de sus bancos centrales y la fijación de objetivos de inflación. Además, la mejora de la credibilidad de los bancos centrales ha permitido que las expectativas de inflación de los agentes se hayan ajustado a la baja y sean más estables, lo que también explica que a lo largo del ciclo económico la inflación fluctúe menos, ya que los llamados efectos de segunda ronda son menores.2
Finalmente, para entender las moderadas perspectivas de inflación de los países emergentes, también deben mencionarse dos factores de fondo globales, que afectan tanto a los países emergentes como a los avanzados. Primero, las previsiones actuales apuntan a que el precio de las materias primas, y el del petróleo en particular, mantendrá una tendencia alcista moderada en los próximos años. Y, segundo, el desarrollo de las nuevas tecnologías, la llamada Cuarta Revolución Industrial, que puede permitir una mejora de la productividad que reduzca las presiones inflacionistas.
1. Véase el artículo «Crecimiento sin inflación: ¿qué nos dice la curva de Phillips?» del Dossier del IM02/2015.
2. Los efectos de segunda ronda se producen cuando los agentes modifican sus expectativas de inflación y este ajuste afecta, a su vez, a la evolución de precios en la actualidad. Por ejemplo, puede influir en la negociación de los salarios entre empresarios y trabajadores.