Balance, perspectivas y deseos de fin de año
El balance de 2019 no puede calificarse como positivo. Antes de comenzar el ejercicio, pensábamos que la economía mundial podría crecer por encima del 3,5%. A punto de terminarlo, parece que nos quedaremos por debajo del 3,0%. En los últimos 20 años, solo se había crecido menos en 2009, el año de la Gran Recesión, y en 2001, el de los ataques terroristas en EE. UU. El promedio de crecimiento del último decenio, que incluye 2009, es de un 3,4%, medio punto más que en 2019. La guerra comercial entre EE. UU. y China, el brexit, los problemas en el sector del automóvil europeo y el impacto sobre los emergentes de las subidas de tipos de interés que acometió la Fed en 2018 han lastrado el crecimiento más de lo previsto.
En relación con las expectativas, han decepcionado la eurozona, el Reino Unido y grandes emergentes como India, Brasil, México y Turquía. Curiosamente, EE. UU. y China han crecido en consonancia con lo previsto a pesar de que han sido los protagonistas de un conflicto que ha hecho mucho daño –especialmente a la eurozona, muy abierta al comercio–. España ha aguantado razonablemente bien y cerrará con un crecimiento alrededor del 2,0%, solo ligeramente por debajo de lo que preveíamos. No cabe duda de que, con un entorno exterior más favorable y mayor estabilidad política, la economía española habría dejado cortas las previsiones.
Para 2020 esperamos que el crecimiento mundial solo mejore ligeramente hasta situarse por encima del 3,0% gracias al rebote de aquellos emergentes que peor lo han hecho este año. En las economías avanzadas, prevemos que la eurozona mantenga un crecimiento similar al de este año, en torno al 1%, y que EE. UU. pierda algo de fuelle porque se ha disipado ya el efecto del estímulo fiscal y el ciclo está muy maduro. En este contexto, es previsible que la madurez del ciclo también provoque una desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía española hasta el entorno del 1,5%.
Este escenario de previsiones se basa en varias hipótesis, principalmente: el apoyo de la política monetaria –en particular en EE. UU.–, tras tres bajadas de tipos de interés en la segunda mitad del año; cierto apoyo de la política fiscal en algunos países de la eurozona, y, por último, una valoración de que las incertidumbres que han atenazado a la demanda no irán a más, aunque estarán lejos de disiparse por completo.
Sobre la guerra comercial, pensamos que lo más probable es que no vaya a peor porque al presidente Trump no le conviene arriesgarse a que la economía de EE. UU. sufra una desaceleración brusca en un año electoral. Pero también es cierto que la pugna con China, que va más allá de la guerra comercial, le hace ganar popularidad y ello hace que tenga incentivos a mantenerla viva. En cuanto al brexit, el otro gran foco de incertidumbre, las elecciones de este diciembre pueden servir para aclarar el panorama si, como apuntan las encuestas, Boris Johnson consigue tener mayoría en el Parlamento. En este caso, cabría esperar una rápida ratificación del acuerdo de salida y el comienzo de las negociaciones para el futuro marco de relaciones entre el Reino Unido y la UE, un proceso que también se adivina complejo.
Como los finales de año también son tiempos para expresar deseos, me atreveré a pedir tres relacionados con la economía: primero, una vuelta al multilateralismo como base de las relaciones internacionales, algo imprescindible para hacer frente a desafíos como el cambio climático y para evitar adentrarnos en un proceso de desglobalización que acarrearía un enorme coste para la economía mundial. Segundo, el refuerzo de la arquitectura institucional del área del euro, completando la unión bancaria y la unión de los mercados de capitales y avanzando hacia la unión fiscal, algo necesario para promover el crecimiento y la estabilidad en la Unión Económica y Monetaria. Y, por último, a nivel nacional especialmente, el lanzamiento de reformas ambiciosas para mejorar la productividad y la cohesión social, algo clave para aliviar la dependencia de la política monetaria –the only game in town– y para frenar los populismos.
Les deseo también a todos ustedes, queridos lectores, unas felices fiestas y un próspero y feliz 2020.
Enric Fernández
Economista jefe
30 de noviembre de 2019