El giro iliberal de la política económica: ¡que hablen los datos!

En los últimos años existe la percepción de que han proliferado políticas económicas, y planteamientos políticos en general, que se alejan de lo que podríamos denominar el consenso liberal. En este artículo, se propone una medida explícita del giro iliberal que permitirá explorar qué ámbitos o áreas de política económica han sufrido de un mayor alejamiento del consenso liberal.

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Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
16 de enero de 2020
Ilustración de la estatua de la libertad encerrada en una jaula para pájaros

En los últimos años existe la percepción de que han proliferado políticas económicas, y planteamientos políticos en general, que se alejan de lo que podríamos denominar el consenso liberal, esto es, de una serie de elementos sobre los cuales economistas y decisores de política económica habían convergido en la valoración de que eran los preferibles para mejorar las perspectivas económicas (véase el artículo «Formas iliberales de política económica: ¿evolución o cambio radical respecto al consenso existente?» en este mismo Dossier). Sin embargo, a fin de constatar si esta percepción es una realidad, hay que encontrar una forma de cuantificar de la forma más rigurosa posible este cambio hacia políticas más iliberales. Precisamente esta será la ambición de este artículo, que propone una medida explícita del giro iliberal que permitirá explorar qué ámbitos o áreas de política económica han sufrido de un mayor alejamiento del consenso liberal.

 
Acotar y cuantificar el giro iliberal

Tal y como se ha mencionado en el artículo precedente de este Dossier, aunque distinguir una política económica li­beral de otra iliberal es factible en teoría, en la práctica la distinción no es sencilla y además los sesgos ideológicos son difíciles de eliminar. A fin de afrontar esta dificultad, una posibilidad es «traducir» las propuestas políticas a alguna medida cuantitativa. Este es el ejercicio que realizan los economistas De Bolle y Zettelmeyer (2019). Dicho ejercicio permite disponer de una medida numérica de hasta qué punto son o no liberales los programas electorales de los partidos que participan en las elecciones legislativas anteriores y posteriores a la Gran Recesión de 2008-2009 en un grupo amplio de países.1 Esta medida se construye a partir de la evaluación de las distintas propuestas económi­­cas de los partidos contendientes mediante la asig­­nación de un valor numérico en función de su grado de ilibe­­­­ralidad.2 En el presente Dossier se ha utilizado la información disponible en este ejercicio de De Bolle y Zettelmeyer de manera que permita ilustrar las cuestiones que nos interesan, esto es, la forma en la que se materializa el giro iliberal, las causas y sus efectos.

Concretamente, se han utilizado siete dimensiones de políticas económicas introducidas por estos economistas, a fin de «traducir» los principios de primer orden definidos en el primer artículo del Dossier a ámbitos concretos. Esta equivalencia es:

  • El distanciamiento del principio que llamamos «mercados competitivos de factores productivos y de bienes y servicios», se valida mediante el análisis de la dimensión de política económica que se denomina «política de competencia iliberal».
  • El replanteamiento del marco macroeconómico e institucional tendente a la estabilidad se concreta en la dimensión «iliberalismo macroeconómico».
  • El cuestionamiento de la integración en los flujos globales de bienes, servicios y factores como vía para crear prosperidad se explora mediante cuatro dimensiones: «restricciones al comercio internacional», «restricciones a la inversión extranjera directa (IED)», «restricciones a la inmigración» y «antimultilateralismo».
  • El enfrentamiento al principio de políticas de oferta liberales se evalúa mediante la dimensión «política industrial iliberal».

Para cada una de estas dimensiones, se obtiene una medida que aproxima el grado de iliberalidad presente en las propuestas po­­líticas de los distintos partidos de cada país, ponderados por la cuota de voto de dicho partido en las elecciones. Finalmente, promediando los resultados en cada país de las siete dimensiones, se obtiene una medida agregada de iliberalidad.

 
¿Qué ámbitos explican el cambio hacia una agenda de políticas más iliberales?

Así pues, ahora estamos en condiciones de responder a la cuestión de cómo se ha materializado el giro iliberal. Cuando se analizan las dimensiones mencionadas, una primera constatación es que todas ellas, con la excepción de las restricciones a la IED, se han alejado del liberalismo.3 El grado en el que se ha producido este movimiento hacia la iliberalidad es bastante heterogéneo, siendo más apreciable el que se ha producido en los ámbitos de iliberalismo macroeconómico y de restricciones a la inmigración, seguidos a cierta distancia por los cambios en las dimensiones de política industrial iliberal y de restricciones al comercio internacional. Cabe destacar que se trata de dimensiones centrales en el actual consenso ortodoxo de política económica, ya que alcanzan cuestiones como el tener un marco de estabilidad macroeconómico suficiente (que incluye aspectos clave, como el disponer de un banco central independiente) o la asunción de que la integración en la economía y las finanzas globales es una vía clave para la prosperidad.

Una pregunta lógica en este momento de la discusión es tratar de ganar sensibilidad sobre hasta qué punto los cambios cuantitativos en la medida de iliberalidad son elevados o no. A falta de suficiente contexto temporal (desafortunadamente no se dispone de una historia de elecciones dilatada), lo que sí se puede comparar es la distancia entre países y extraer de ella cierta información. Concretamente, si elegimos EE. UU., un país que de forma clara podemos asociar históricamente con el consenso liberal, y lo comparamos con China, un estado que podemos calificar como iliberal sin demasiadas discusiones, la diferencia en el grado de iliberalismo agregado (el promedio de las siete dimensiones) es de 0,9 puntos. Por tanto, el empeoramiento de 0,2 puntos en el índice agregado y para un conjunto amplio de países en un periodo relativamente corto no debería ser visto con complacencia.

 
Países avanzados y emergentes, dos mundos cada vez más similares a nivel agregado pero todavía algo distintos en función del ámbito

La conclusión anterior toma aún más fuerza cuando se analizan las diferencias observadas entre países avanzados y emergentes. Así, el giro iliberal se materializa con escasas diferencias entre ambos grupos, al menos a nivel agregado, de manera que la brecha en el grado de iliberalidad entre avanzados y emergentes se mantiene estable en un contexto de aumento de esta. Con todo, las dimensiones afectadas sí son algo distintas: mientras que en los países más desarrollados los ámbitos con mayores cambios son las políticas de inmigración, el antimultilateralismo y las restricciones al comercio internacional, en los emergentes los dos principales ámbitos son el del iliberalismo macroeconómico y el de la política industrial.

Por lo que se refiere a países individuales, cabe señalar que los países más iliberales son Rusia, India, Italia, China y Sudáfrica. Menos en el caso de China, cuyo grado de iliberalismo ha descendido significativamente en el periodo estudiado, los otros cuatro estados están entre los que más han visto aumentar su iliberalismo. En sentido contrario, los países más liberales son, en este orden, Corea del Sur, Japón, Canadá, Australia y EE. UU. En los tres primeros el iliberalismo ha descendido, mientras que en los dos últimos ha aumentado, si bien no en exceso.

 
La ideología importa y se expresa en dimensiones distintas

Cuando se analizan las preferencias expresadas en los programas electorales y su tendencia hacia un mayor iliberalismo, se constata, como cabría esperar, que las diferencias entre lo que, simplificadamente, denominaremos izquierda y derecha son notorias. Así, de entrada, los datos apuntan a que los partidos de iz­­quierda tienden a girar de forma más apreciable hacia el iliberalismo que los de derecha. Aquí el lector podría plantear que posiblemente los de derechas ya eran más iliberales antes del periodo estudiado (es decir, que los de izquierda tenían más margen para alejarse del liberalismo). Sin embargo, los datos disponibles sugieren que no existe relación clara entre el nivel de iliberalismo de los partidos y el cambio observado durante los últimos años.

No solo los partidos de izquierda han tendido en mayor medida hacia el iliberalismo que la derecha, sino que ambas opciones ideológicas han hecho su excursión hacia el iliberalismo mediante énfasis en ámbitos diferenciados: mientras que la izquierda ha pivotado sobre las dimensiones de restricciones al comercio internacional e iliberalismo macroeconómico, la de derecha se ha centrado en las restricciones a la inmigración y a la IED.

En definitiva, esta revisión de los datos arroja una gran conclusión, además de constatar el viaje hacia el iliberalismo en las políticas económicas: más allá del tipo de países y de la ideología de los partidos, existen notables diferencias según el ámbito de política económica que se analice. Ese será el ámbito analítico fundamental para establecer de forma razonablemente rigurosa las causas profundas del alejamiento del consenso liberal. Sígannos, pues, en el siguiente artículo hasta el corazón del estudio de los determinantes del giro iliberal.

 

1. Específicamente, De Bolle y Zettelmeyer (2019) analizan, para cada país del G-20, los programas de los partidos que participan en elecciones antes (típicamente celebradas entre 2004 y 2007) y después de la Gran Recesión (se evita la elección que sigue a la crisis, para capturar mejor las preferencias más permanentes, de forma que la mayoría se celebran entre 2014 y 2017). Véase De Bolle, M. y J. Zettelmeyer (2019). «Measuring the Rise of Economic Nationalism». Working Paper 19-15. Peterson Institute.

2. La escala va de 1 a 5, asignándose 1 a aquellas propuestas políticas netamente liberales y 5 a las claramente iliberales. Un ejemplo de valoración puede clarificar la metodología: en el ámbito de la política de competencia, si un partido propone que los cárteles son ilegales y que es imprescindible una autoridad independiente en materia de competencia, esta medida se va a valorar con un 1, mientras que si otro propone abolir dicha autoridad para fomentar cárteles o monopolios y así crear «campeones nacionales» se va a poner una nota de 5.

3. En el caso de las restricciones a la IED, cabe mencionar que es una dimensión para la que solo una minoría de partidos expresan sus preferencias, por lo que no habría que leer en exceso esta situación atípica.

Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
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