Los mercados internacionales se posicionan ante el nuevo entorno financiero global
Los mercados internacionales siguen ajustándose a los recientes acontecimientos políticos. La evolución de los mercados internacionales a lo largo de las últimas semanas ha seguido estando dominada por el impacto de la victoria de D. Trump. Si la perspectiva de mayores estímulos fiscales ha beneficiado particularmente a los activos de renta variable en EE. UU., las dudas respecto a las políticas de la nueva Administración estadounidense siguen pesando sobre los activos emergentes. En Europa, la negativa al referéndum italiano no ha bloqueado el proceso de reestructuración del sector bancario como se temía, lo que ha apoyado el fuerte rebote de la banca en las principales plazas europeas. Finalmente, en el plano de la política monetaria, los principales bancos centrales actuaron en línea con las expectativas del mercado, la Reserva Federal (Fed) aumentó el fed funds en 25 p. b. y el BCE alargó el QE hasta diciembre de 2017.
Hacia un entorno financiero global menos acomodaticio. Uno de los principales cambios al que el mercado tendrá que adaptarse es el ajuste del policy mix en EE. UU., con una política fiscal más expansiva y una política monetaria algo más restrictiva. Aunque ya han empezado a dibujarse las principales implicaciones de este cambio, varios focos de incertidumbre siguen abiertos. En particular, la magnitud del impulso fiscal y el impacto de otras políticas que podría implementar la nueva Administración, por ejemplo, en el ámbito comercial. En cuanto a la política monetaria, los focos de incertidumbre han disminuido y el mejor alineamiento entre las proyecciones de la Fed y las expectativas del mercado que se ha producido últimamente, junto con el mantenimiento de un escenario de subida de tipos muy gradual, reduce el riesgo de ajustes abruptos. En general, este nuevo entorno debería ser más favorable para los mercados de renta variable que para los de renta fija y, en cualquier caso, parece más desafiante para los activos emergentes. Con todo, la evolución de los principales datos macroeconómicos, que se han mostrado relativamente robustos, hace pensar que los activos financieros afrontan el nuevo entorno financiero global, cada vez menos acomodaticio, con un soporte relativamente sólido.
El BCE anuncia un ajuste del programa de compra de activos para mantener el grado acomodaticio de la política monetaria. En su reunión de diciembre, el Consejo de Gobierno (CG) de la máxima autoridad monetaria de la eurozona decidió alargar el QE hasta diciembre de 2017 y reducir el ritmo de compra de activos desde los 80.000 millones mensuales actuales hasta los 60.000 millones a partir de abril de 2017. Además, el BCE introdujo unos ajustes técnicos en el QE que consisten en incluir en el programa de compra de activos los títulos con un vencimiento entre uno y dos años, y, de manera puntual, los activos con una rentabilidad inferior al tipo de interés de la facilidad de depósito. Además, Draghi enfatizó el hecho de que no se estaba implementando un tapering, ya que los ajustes adoptados no consistían en una reducción gradual del volumen de compras. El presidente del BCE explicitó también que no se había contemplado la posibilidad de poner fin al QE y que la posibilidad de ampliar el volumen de compras o alargar el programa se mantenía abierta. Los mercados financieros acogieron favorablemente estos anuncios, con subidas en las bolsas europeas, en particular en las cotizaciones del sector bancario ante la perspectiva de una mayor pendiente de la curva de tipos.
La Fed reanuda el proceso de normalización del tipo de interés oficial. Así, un año después de la primera subida de tipos en ocho años, la Fed anunció un aumento de 25 p. b. del tipo oficial hasta el intervalo 0,50%-0,75%, tal y como se esperaba. Los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) apoyaron esta decisión ante la firmeza mostrada por los distintos indicadores de actividad y del mercado de trabajo estadounidenses, y confiando en que estas tendencias tendrán continuidad en el futuro. Sin embargo, el principal foco de atención de esta reunión se situaba en las pistas que la Fed podía ofrecer sobre el ritmo de subidas del tipo rector en los próximos trimestres. En concreto, los miembros del FOMC esperan ahora tres subidas en 2017, mientras que las proyecciones publicadas en septiembre contemplaban solo dos. Por tanto, a pesar de este ligero cambio, se sigue esperando que la Fed normalice las condiciones monetarias de manera muy gradual. Uno de los factores que puede alterar esta previsión es la valoración que haga la Fed del impacto en crecimiento e inflación de la nueva política económica que llevará a cabo la Administración Trump. Una incógnita que la Fed desvelará a medida que los anuncios hechos por D. Trump se vayan transformando en medidas concretas.
El mercado de renta fija soberana estadounidense sigue inmerso en una fase de corrección. Después del fuerte rebote provocado por la victoria de Trump, las rentabilidades de los bonos soberanos estadounidenses, en particular las de largo plazo, han continuado su ascenso aunque de forma más pausada. Lejos de frenar esta tendencia, los mensajes de la Fed han servido de catalizador para empujar las rentabilidades hacia niveles más elevados. Así, en la segunda parte de diciembre, la rentabilidad del bono soberano estadounidense a 10 años se situó alrededor del 2,5%, el mayor nivel desde mediados de 2014. La perspectiva de un cambio de política económica, con un mayor peso de los estímulos fiscales, sigue siendo el principal factor detrás del repunte de las rentabilidades soberanas en EE. UU. Pero en las últimas semanas, otros factores, como la solidez de los indicadores de actividad o el repunte del precio del petróleo, también han apoyado esta dinámica alcista.
El dólar se aprecia con fuerza frente al euro y las divisas emergentes muestran señales de estabilización. El cruce euro-dólar se ha acercado a la paridad y ha alcanzado su mínimo desde 2003, principalmente ante la perspectiva de una prolongada divergencia entre la política monetaria de EE. UU. y la eurozona. En cambio, las monedas emergentes han mostrado señales de estabilización frente al dólar tras la fuerte corrección ocurrida después de la victoria de Trump. El rebote del precio del petróleo y el descenso de la aversión al riesgo a cotas mínimas son los principales factores que han propiciado esta estabilización. Sin embargo, en los próximos trimestres, el alza de los tipos de interés en EE. UU. puede renovar la presión sobre las divisas emergentes.
Las bolsas emergentes siguen digiriendo la victoria de Trump mientras el sector bancario apoya a las bolsas europeas. Al contrario de la mayoría de las bolsas desarrolladas, la victoria de D. Trump sigue penalizando gran parte de los mercados emergentes de renta variable. Pese a una cierta estabilización, las bolsas emergentes han permanecido cerca de los mínimos alcanzados tras el anuncio del resultado electoral. Las dudas respecto a las políticas que puede implementar la nueva Administración estadounidense, en particular las comerciales, son el principal factor detrás de este estancamiento de los valores emergentes. La aclaración de este foco de incertidumbre junto con el endurecimiento de las condiciones financieras globales son los elementos que determinarán el desempeño de los activos emergentes durante los próximos meses. En el bloque avanzado, los tres principales índices bursátiles norteamericanos (S&P 500, Nasdaq y Dow Jones) han alcanzado nuevos máximos históricos. En Europa, las bolsas han repuntado con fuerza de la mano del impulso del sector bancario gracias a los ajustes introducidos por el BCE en el QE y, sobre todo, gracias a la disipación de los temores a un estancamiento del proceso de resolución de los problemas de la banca italiana.
El acuerdo de la OPEP propulsa el precio del petróleo a su mayor nivel desde el verano de 2015, oscilando alrededor de los 55 dólares por barril de calidad Brent. Este fuerte rebote del precio del crudo tuvo lugar en dos tiempos. Primero, con el anuncio de una disminución de la producción de 1,2 millones de barriles al día por parte de los países miembros del cartel el 30 de noviembre. Segundo, el 10 de diciembre con la confirmación de que otros 12 países productores de petróleo no miembros de la OPEP (incluyendo Rusia) se sumaban al acuerdo recortando su producción en 600.000 barriles diarios. Más allá de los ambiciosos objetivos en la limitación de la producción, el liderazgo de Arabia Saudí y la implementación, por primera vez, de un mecanismo de control para asegurar el cumplimiento del acuerdo hacen que este sea creíble y, por tanto, que el impacto sobre el precio del petróleo pueda ser persistente. Con todo, el recorrido al alza parece relativamente limitado a más largo plazo ya que ello podría facilitar la entrada de otros productores, en particular los de shale (para más detalles, véase el Focus «Acuerdo de productores de petróleo: el retorno del cartel» de este Informe Mensual).