Productividad y calidad de la ocupación
El bajo crecimiento de la productividad1 es un problema común en el conjunto de la eurozona, pero especialmente significativo en los países periféricos.2 En el caso de España, la productividad registró una persistente disminución en el periodo 2000-2014, con una caída anual promedio del 0,7%. En cambio, en países como Alemania, creció un 0,5% anual en el mismo periodo. ¿Qué explica estas diferencias?
Los factores que determinan la evolución de la productividad son múltiples y engloban aspectos tan variados como la tecnología, la demografía, el grado de competencia en los mercados o la calidad de las instituciones del mercado de trabajo. En este Focus exploramos uno de estos elementos: las condiciones laborales. Existe una amplia literatura académica que analiza las distintas vías a través de las cuales la naturaleza de la relación laboral incide sobre la productividad. Por ejemplo, una relación laboral estable y duradera fomenta la inversión en formación por parte de la empresa y la acumulación de capital humano y el esfuerzo por parte del empleado.3 En efecto, si clasificamos los sectores de actividad en tres grupos según el crecimiento de la productividad entre los años 2000 y 2009 (último dato disponible a nivel sectorial), observamos una relación negativa entre la proporción de empleo temporal y el crecimiento de la productividad, tanto en Alemania como en España (véase el primer gráfico).4 Sin embargo, en España, la temporalidad es más acentuada en todos los sectores de actividad, lo que acaba redundando en una peor evolución de la productividad a nivel agregado.
Las disfuncionalidades del mercado laboral español no solo se manifiestan en unos niveles de temporalidad elevados, sino que hay otros aspectos de la relación laboral relacionados con la calidad del empleo que también pueden afectar al crecimiento de la productividad.5 Tal y como se observa en el segundo gráfico, el empleo parcial involuntario es más elevado en los sectores de menor crecimiento de la productividad. En estos sectores, el porcentaje de empleados que desearía trabajar más horas es del 14,6%, comparado con un 9% en los sectores con un crecimiento de la productividad media y alta. Además, el porcentaje de trabajadores que reciben formación no reglada por parte de la empresa es muy inferior en los sectores de bajo crecimiento de la productividad, lo que muestra que la menor inversión en capital humano específico suele ir asociada a un menor desarrollo profesional de los empleados y, en última instancia, a un menor crecimiento de la productividad. Finalmente, también cabe remarcar que el problema de la sobrecualificación, que afecta a un 16% de los trabajadores, no parece que sea más acusado en los sectores de baja productividad.
Parece claro, por tanto, que la calidad del empleo es mayor en los sectores en los que la productividad ha crecido más. Teniendo en cuenta que la productividad de la economía es la única fuente de crecimiento del PIB real per cápita a largo plazo, la mejora del bienestar pasa, ineludiblemente, por solventar los problemas que acechan al mercado de trabajo. El empleo de calidad y la productividad son un binomio inseparable.
1. En este artículo, la productividad se refiere a la productividad total de los factores (PTF), que se calcula como la diferencia entre el crecimiento de la economía y la aportación al crecimiento del factor trabajo y del factor capital.
2. Véase el Focus «¿Por qué la eurozona crece menos que EE. UU.?», en el IM12/2015.
3. Para una descripción más detallada de estas vías, véase el Focus «¿Cómo afecta la modalidad de contrato a la productividad?», en el IM03/2016.
4. Estos resultados se mantienen cuando se estima el impacto de la temporalidad sobre la PTF en una regresión con datos anuales de 2000 a 2009 y con controles de sector y tiempo.
5. Las dimensiones escogidas para aproximar la calidad del empleo se explican en el Focus «La calidad del empleo: España en el contexto internacional», publicado en el IM11/2016.