Riesgos emergentes: un cóctel de Reserva Federal, materias primas y política
Las economías emergentes van camino de encadenar dos años positivos. Según las previsiones de CaixaBank Research, el promedio de los 20 emergentes de referencia (véase el detalle de países en el gráfico adjunto) crecerá un 3,0% en 2017 y un 3,4% en 2018, frente al 2,6% de 2016. Será una aceleración del ritmo de actividad que se simultaneará con una moderada alza de la inflación, que pasará del 5,0% de 2016 al 5,5% de 2018. Con todo, la etapa de bonanza no se aprovechará para atacar con decisión los desequilibrios macroeconómicos que todavía persisten. En particular, se vislumbra poco esfuerzo de consolidación fiscal o desapalancamiento, ya sea público o privado. A pesar de este «pero», la percepción de conjunto, reiteramos, es favorable. En este contexto, ¿qué mapa de riesgos se maneja? ¿Sigue prevaleciendo la narrativa de meses atrás de importantes focos de incertidumbre globales que podrían lesionar a los llamados «emergentes frágiles»? Desafortunadamente, la respuesta es que los riesgos a la baja siguen siendo notorios.
Antes de analizar con mayor detalle los factores de riesgo de las economías mencionadas, conviene precisar que el mapa de riesgos que se presenta a continuación consiste en una valoración de la posibilidad de que el escenario macroeconómico de los distintos emergentes sea distinto del escenario con el que CaixaBank Research trabaja para cada una de estas economías. En concreto, se integran en una medida cualitativa tanto la probabilidad de ocurrencia del riesgo como su impacto en relación con el escenario de referencia de cada economía para el periodo 2017-2018.1 Esta medida toma valores comprendidos entre 0 (menor nivel de riesgo) y 6 (mayor nivel de riesgo). Aunque los factores de riesgo que afectan a los diferentes países son múltiples y distintos, es posible identificar dos grandes categorías: los riesgos globales y los riesgos idiosincráticos. Los primeros se caracterizan por tener un impacto transversal o amplio en muchas economías. Es el caso, por ejemplo, de un mayor endurecimiento de lo previsto de las condiciones financieras internacionales a raíz de la normalización de la política monetaria de la Reserva Federal de EE. UU. Los idiosincráticos, en cambio, tienen origen e impacto circunscrito a un país. Una muestra de este tipo sería la inestabilidad política por causas internas que afecte a un emergente determinado.
Pues bien, a nivel agregado, el riesgo promedio del grupo de emergentes analizados es 4,0, una cifra en la que el peso de los factores globales es algo más alto que el de los idiosincráticos (54% frente al 46%, respectivamente). Siendo esta la situación del conjunto, es interesante destacar que en los cinco países que acumulan un mayor nivel de riesgo se puede identificar una contribución de los factores idiosincráticos más elevada. Con todo, los factores globales también son relevantes.
En este sentido, cabe preguntarse cuáles son los principales riesgos globales. A fin de abordar la cuestión, es posible establecer un doble criterio. El primero es la frecuencia, esto es, el número de países que se podría ver afectado por el riesgo en cuestión. El segundo es lo que se podría denominar intensidad, es decir, el nivel de riesgo medio que se obtiene de promediar el valor del riesgo en cuestión en los países que lo comparten. De largo, los dos principales riesgos globales son el mayor endurecimiento de la financiación internacional (que podría afectar a 13 de los 20 emergentes y con una intensidad alta, de 4,6) y un precio de las materias primas menor de lo previsto (que afectaría a 10 países, todos ellos exportadores de materias primas, y con una intensidad de 4,3).
Un análisis similar se puede realizar con los riesgos idiosincráticos, tratando de agruparlos en función de su naturaleza. Un primer bloque resultante se puede denominar «político-institucional». Reúne riesgos específicos como la orientación populista, la falta de previsibilidad política o el deterioro institucional. Esta categoría de riesgos afecta a 10 países y la intensidad del riesgo es elevada (4,5). Como también lo es la siguiente, la que titulamos «geopolítica», que alcanza a siete economías y tiene una intensidad de 3,8. Finalmente, un tercer bloque de riesgos idiosincráticos agrupa a distintos riesgos alrededor de las finanzas públicas. Aunque solo encontramos cinco países, la intensidad es sustancial (4,4).
En definitiva, del mapa de riesgos de los emergentes de referencia se desprenden dos grandes conclusiones. La primera es que, sin dejar de prestar atención a los riesgos globales, hay que seguir con detenimiento los riesgos idiosincráticos. Se trata de una derivada interesante, porque muchas veces la atención, y la narrativa, sobre los emergentes frágiles se centra mucho en su vulnerabilidad ante focos de riesgos globales y se tiende a desatender en cierta medida el papel que podrían jugar los factores idiosincráticos. Los datos anteriores sugieren que, sin negar que los riesgos globales son una fuente de riesgo, las debilidades propias no son negligibles. La segunda conclusión es que la política importa, y mucho, ya que en muchos países emergentes el principal tipo de riesgo idiosincrático tiene esta naturaleza.
1. En este Focus se sintetiza el análisis de riesgo de 20 economías emergentes que se realiza en la publicación de CaixaBank Research «Fichas país», número 4, de junio de 2017.