A por una recuperación menos desigual

Aunque la evolución de la desigualdad esté siendo favorable, todavía no se puede cantar victoria. En los próximos meses tendremos que seguir con atención si la tendencia observada se consolida, especialmente en los segmentos de la población más vulnerables, e ir ajustando los esquemas de apoyo debidamente. 

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13 de octubre de 2021
Desigualdad

Ya disponemos de suficiente información para valorar cómo está evolucionando la desigualdad desde que la actividad económica empezó a recuperarse. Y las noticias son esperanzadoras. En el pasado teníamos que esperar varios años para obtener datos fiables sobre la evolución de la desigualdad. En todos los países desarrollados sigue siendo así. España es la excepción. El proyecto desarrollado por CaixaBank Research, en colaboración con un equipo de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra, ha permitido que España sea el primer país en disponer de información sobre la evolución de la desigualdad en tiempo real, y con un nivel de detalle elevadísimo. La clave ha sido la utilización de los datos internos de CaixaBank, en concreto las nóminas y las transferencias que se han ingresado por prestaciones de paro o ERTE. Mediante la utilización de técnicas de big data, ya que se analizan millones de datos cada mes, se han conseguido replicar los principales indicadores de desigualdad para el conjunto de España y para distintas regiones y colectivos. Dada la gran diversidad de clientes de CaixaBank, tanto a nivel geográfico como entre los distintos grupos de población, se ha constatado que los indicadores generados son representativos para el conjunto de la población.

La puesta en marcha de este proyecto desde el inicio de la pandemia nos permitió comprobar que el impacto de la crisis sobre la desigualdad en 2020 fue fortísimo. Los principales indicadores aumentaron de forma súbita, pronunciada y generalizada, hasta alcanzar niveles nunca vistos. Denunciamos que había varios colectivos, como los jóvenes o las personas nacidas fuera de España, que estaban sufriendo mucho más que el conjunto de la población. Y también constatamos que el impacto era más elevado en algunas regiones, especialmente aquellas más dependientes del turismo. Ante esta situación, se dispararon todas las alarmas. En las últimas crisis, el aumento de la desigualdad había sido muy persistente y le había costado mucho más que al conjunto de la economía recuperarse. Afortunadamente, esta vez es distinto. Como mínimo hasta la fecha. La desigualdad está disminuyendo rápidamente gracias a la mejora de la actividad y, sobre todo, del mercado laboral, y ya se está acercando a los niveles previos a la crisis.

La desigualdad en España ha estado siempre muy ligada a la evolución del mercado de trabajo. Históricamente el aumento del paro o la generación de empleo han determinado la desigualdad de los ingresos de la población. Mucho más que los cambios en la distribución de los ingresos salariales. No debe sorprendernos. Cuando una persona pierde el empleo, el cambio en los ingresos percibidos es muy grande. Este aspecto es especialmente relevante en España, ya que el número de parados históricamente ha fluctuado mucho más que en el resto de los países desarrollados.

Pero el comportamiento del mercado laboral ha sido muy distinto en esta crisis: se ha destruido mucho menos empleo que en crisis anteriores, especialmente cuando lo comparamos con el fuerte shock que ha experimentado la actividad económica. Por ejemplo, entre 2008 y 2013 el empleo descendió un 16,3%, mientras que el PIB retrocedió un 8,6%. El empleo cayó mucho más que el PIB y, posteriormente, al empleo le costó mucho más que al PIB recuperar los niveles previos a la crisis. En esta ocasión está siendo muy distinto. De entrada, el empleo cayó menos que el PIB: un 19,0% entre el 4T 2019 y el 2T 2020, mientras que el PIB retrocedió un 22,1%. Además, desde que se han empezado a relajar las restricciones a la actividad y a la movilidad, la recuperación del empleo ha sido mucho más vigorosa, y el número de personas afiliadas a la Seguridad Social que no están en ERTE ya solo se encuentra un 0,9% por debajo del nivel previo a la crisis y, en noviembre, previsiblemente, ya superará este hito. En cambio, en el 3T 2021 el PIB todavía se sitúa un 5,7% por debajo del nivel previo a la crisis según nuestras estimaciones, y no está previsto que alcance niveles prepandemia hasta la segunda mitad del próximo año.

Aunque la evolución de la desigualdad esté siendo favorable, todavía no se puede cantar victoria. En los próximos meses tendremos que seguir con atención si la tendencia observada se consolida, especialmente en los segmentos de la población más vulnerables, e ir ajustando los esquemas de apoyo debidamente. Además, ahora que hemos corroborado que los ERTE son un mecanismo que ayuda a preservar el empleo en momentos de crisis, es muy importante que los convirtamos en una herramienta con la que siempre puedan contar todos los trabajadores y las empresas. En la próxima reforma del mercado laboral, que será clave para que la desigualdad siga reduciéndose, este debería ser uno de los principales hitos. Está al alcance de nuestras manos que esta sea una recuperación menos desigual.

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