Pobreza extrema: ¿días contados?
Dijo Mahatma Gandhi que «la pobreza es la peor forma de violencia que existe» y los 189 miembros de las Naciones Unidas han tomado buena nota de ello. En el año 2000, fijaron como primer y principal objetivo de la Declaración del Milenio erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo. Sin duda, la severidad y la duración de la crisis económica han ralentizado esa cruzada pero el proceso avanza.
Según los últimos datos del Banco Mundial, 1.300 millones de ciudadanos de países emergentes o en vías de desarrollo siguen viviendo en situación de pobreza extrema (con menos de 1,25 dólares por día)(1). Aunque la cifra es alarmante, la mejora registrada desde principios de los ochenta ha sido sustancial: 600 millones de personas han superado la barrera de los 1,25 dólares por día y la ratio de incidencia de pobreza extrema (en porcentaje del total de población mundial) ha pasado del 42% al 19%. Esa mejora, sin embargo, no ha sido generalizada entre países.
El Sudeste Asiático, con China al frente, ha reducido extraordinariamente su ratio de pobreza del 80% al 14%; en claro contraste, África subsahariana no ha logrado bajarla del 50%(2). Este heterogéneo avance ha cambiado radicalmente el mapa global de pobreza. A principios de los ochenta, el sudeste de Asia aglutinaba el mayor número de pobres (1.100 millones) y la mayor ratio de incidencia de pobreza extrema (un 77%); le seguía de lejos el sur de Asia, con 568 millones de pobres —la mayoría en India— y una ratio del 61%; y, más lejos aún, África subsahariana y Latinoamérica, con 205 y 178 millones de pobres, respectivamente, y con sendas ratios de incidencia en torno al 50%. Treinta años más tarde, el sur de Asia y África subsahariana son los que salen peor parados, liderando el ranking con 571 y 386 millones de personas por debajo del umbral de pobreza, respectivamente; el sudeste Asiático, con 284 millones de pobres extremos, baja hasta el tercer puesto; y Latinoamérica se mantiene cuarta en ese sombrío ranking, mejorando además su ratio de incidencia del 51% hasta el 31%.
Con todo, es necesario matizar esa foto. Con una población que crece sin tregua, los logros conseguidos en el sur de Asia han sido mayores de lo que sugieren las cifras absolutas: en relación con el total de población, su ratio de pobreza ha bajado 25 puntos porcentuales, hasta el 36%. Asimismo, en lo referente al aparente fracaso de la región subsahariana, no es posible matizarlo a partir del crecimiento demográfico pero sí a partir de un significativo cambio de tendencia desde mediados de los noventa que invita al optimismo(3).
En cualquier caso, en esta guerra contra la pobreza, no cabe duda de que la actuación del trío emergente China-India-Brasil —que todavía aglutinan cerca del 50% de los pobres del mundo— resulta trascendental. A día de hoy, el principal artífice de las victorias logradas ha sido China: en tres décadas, ha dividido por cinco su número de «pobres extremos» (hasta 170 millones), pasando de una incidencia del 84% en 1981 al 13% a finales de la década de los 2000, lo que equivale a una reducción del 6,7% anual. El motor clave de esa corrección cabe emplazarlo en las reformas impulsadas durante los ochenta en el ámbito del sector agrícola —que empleaba el 71% de la fuerza laboral— y en el enorme impacto que estas surtieron sobre la productividad y el crecimiento económico, vía liberalización del sistema de precios y reorganización del esquema de comunas.
En el otro extremo del mundo, durante este mismo lapso de tiempo, Brasil ha reducido a la mitad el número de pobres (hasta los 12 millones) y ha llevado su ratio de pobreza hasta el 6% (una reducción promedio del 3,6% anual). En un entorno de crecimiento mucho menor que en China, dichas mejoras se han fraguado a partir de una mayor estabilidad macroeconómica y de unos programas de redistribución dirigidos a los más pobres que han resultado enormemente efectivos. Entre ellos, destacan los programas de transferencias directas, como el conocido «Bolsa Familia» o el más reciente «Brasil sin miseria» anunciado por la presidenta Dilma Roussef en junio de 2011 y que se espera beneficie a 16 millones de brasileños.
En cuanto a India, las cifras del Banco Mundial indican que la ratio de incidencia se habría reducido del 60% al 33% —lo que equivale a una mejora anual promedio del 2,1%, más moderada que en China o Brasil pero significativa—. El embate indio contra la pobreza mezcla armas chinas y brasileñas: como China, se ha beneficiado de una elevada tasa de crecimiento y de reformas agrícolas; como Brasil, ha recurrido a programas directos de asistencia para paliar la precariedad, aunque con menos éxito que su homólogo amazónico debido, en gran medida, a una asignación ineficiente de dichas ayudas.
El extraordinario progreso en términos de pobreza extrema se ha visto, en cierto modo, empañado por un aumento de la desigualdad en ingresos, en especial, en India y China. Ello constituye un «empeoramiento relativo» de los más pobres respecto al resto y captura otra dimensión de la pobreza: la posición relativa dentro de la sociedad. De todos modos, en los países más pobres, donde una parte significativa de la población sigue sin poder cubrir las necesidades básicas, la reducción de la pobreza extrema es prioritaria.
En definitiva, a pesar de la heterogeneidad regional, el número de «pobres extremos» y la ratio de pobreza se han reducido enormemente en los últimos treinta años gracias, en gran medida, a los logros cosechados en China, Brasil e India. La meta, empero, sigue lejos. Alcanzar el objetivo exigirá seguir recurriendo a las armas que mayores garantías ofrecen: crecimiento económico y un sistema de redistribución efectivo. Ingredientes clave para un fin muy loable: seguir luchando para erradicar la pobreza; una guerra que no admite derrota.
(1) Se considera que una persona vive en situación de pobreza extrema cuando sus ingresos no le permiten comprar una cesta básica de bienes y servicios. El Banco Mundial estipula que la línea de pobreza extrema se encuentra en los 1,25 dólares diarios en paridad de poder adquisitivo. Esta es la medida que equivale a la anteriormente usada línea de pobreza de $1 dólar diario en paridad de poder adquisitivo. Véase Recuadro 1 para una explicación detallada de las medidas de pobreza.
(2) La mayoría de datos provienen del Banco Mundial y de diversos estudios de Martin Ravallion (antiguo director del Grupo de Investigación del Desarrollo del Banco Mundial) con distintos coautores.
(3) Véase VoxEU, Xavier Sala-i-Martin, «African poverty is falling... much faster than you think» (December 2010).
Este recuadro ha sido elaborado por Clàudia Canals
Departamento de Economía Internacional, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"