La economía de EE. UU., la clara vencedora de 2024
Los últimos indicadores económicos disponibles apuntan a que en el cierre de 2024 se mantienen las tendencias observadas durante buena parte del año: dinamismo y resiliencia de Estados Unidos, debilidad en la eurozona por la delicada situación que atraviesan Alemania y Francia, y falta de impulso en la economía china ante la ausencia de estímulos económicos de calado.
Los últimos indicadores económicos disponibles apuntan a que en el cierre de 2024 se mantienen las tendencias observadas durante buena parte del año: dinamismo y resiliencia de EE. UU., debilidad en la eurozona por la delicada situación que atraviesan Alemania y Francia y falta de impulso en la economía china ante la ausencia de estímulos económicos de calado.
La economía de EE. UU. empieza a moderarse, si bien sigue avanzando a buen ritmo gracias al vigor que mantiene su consumo privado en un contexto de normalización gradual del mercado de trabajo. De hecho, tanto el consumo de las familias como su renta disponible, en términos reales, superan en octubre en un 0,5% su media del 3T, a la vez que la tasa de ahorro sube 0,4 p. p., hasta el 4,4%, «reforzando» el colchón de las familias de cara al cierre de año. Además, el ISM de servicios subió en octubre por cuarto mes consecutivo y alcanzó un máximo en más de dos años (56 puntos vs. umbral de 50, que separa el crecimiento de la contracción). Menos favorable es la evolución de la industria: en octubre, la producción industrial cayó (–0,3% intermensual vs. –0,5% anterior), así como los pedidos de bienes de capital, excluidos defensa y aviones (–0,2% vs. 0,3%), mientras que tanto el ISM como el PMI para el sector manufacturero se consolidan en valores inferiores a 50, compatibles con nuevas caídas de la actividad en el sector. Con todo, el balance para el conjunto de la economía es claramente positivo y los trackers apuntan a un avance del PIB del 0,5%-0,7% intertrimestral en el 4T (0,7% en los dos trimestres previos). En este contexto, en octubre la inflación general repuntó 0,2 p. p., hasta el 2,6%, con una núcleo estable en el 3,3%, lo que ha contribuido al ajuste en las expectativas del mercado sobre los futuros movimientos de la Fed (véase la coyuntura de Mercados financieros).
Las perspectivas de crecimiento para 2025 también son bastante optimistas, si bien hay interrogantes sobre la ejecución de la agenda económica de la nueva Administración. Trump cuenta con mayoría republicana tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes y, si bien eso tampoco garantiza una aprobación completa de su programa, se han empezado a generar expectativas de un impulso al crecimiento a corto plazo de la mano de recortes de impuestos. No obstante, en la medida que se implementen los aranceles anunciados y se impongan mayores límites a la inmigración, el crecimiento podría resentirse a medio plazo. Menos dudas hay acerca del carácter inflacionista de estas medidas, y desde septiembre las expectativas de inflación a dos años han rebotado en más de 50 p. b. (según los mercados de swaps de inflación).
Según los últimos datos, la eurozona afronta un cierre de año con creciente debilidad: los principales indicadores de clima y opinión empresarial prolongan su deterioro y se consolidan en referencias compatibles con caídas de la actividad (el PMI compuesto cayó en noviembre al 48,1, mínimo en 10 meses). Esta falta de impulso se explica por la delicada situación que atraviesan las dos grandes economías de la región. De un lado, Alemania, estancada en medio de dificultades estructurales (el PIB del 3T apenas es un 0,2% mayor que antes de la COVID), lastrada por el sector industrial (los pedidos industriales se sitúan en septiembre en niveles casi un 12% inferiores a su tendencia) y un sector servicios sin el empuje necesario para tomar el testigo, y con unos últimos datos que no permiten descartar una nueva caída del PIB al cierre del año. Por otro, Francia, que una vez pasado el empuje de los juegos olímpicos de París (PIB +0,4% intertrimestral en el 3T), también afronta un final de año con un claro enfriamiento del crecimiento (en octubre, el consumo de las familias cayó un 0,4% mensual y el PMI compuesto cayó por debajo de 45 en noviembre). A esta debilidad económica se suma una mayor incertidumbre política: Alemania se encamina a elecciones anticipadas el 23 de febrero y en Francia, el presidente Macron se quedó sin gobierno, tras perder este una moción de confianza, que también dejaba sin aprobar los presupuestos para 2025. También la economía italiana ha empezado a perder empuje: el PIB se estancó en el 3T y el PMI compuesto de noviembre fue inferior a 50. Con todo, el enfriamiento de la actividad da confianza en la lucha contra la inflación. En noviembre, la inflación general de la eurozona fue del 2,3% (con cierto rebote, ya esperado, por efectos base de la energía), mientras que la núcleo se mantuvo en el 2,7% y los indicadores a tiempo más real (momentums) apuntaron a inflaciones algo inferiores al 2%.
En primer lugar, ya desde 2025 deben comenzar los procesos de consolidación fiscal en buena parte de las economías, tras años de políticas fiscales muy expansivas para compensar el impacto de la COVID y de la guerra en Ucrania. Entre otros, Italia y Francia tienen abiertos procedimientos por déficit excesivo, lo que les obliga a llevar a cabo medidas restrictivas y cumplir con un calendario de objetivos. En segundo lugar, un aumento de aranceles por parte de EE. UU. pesaría sobre la actividad de la eurozona, una economía abierta que se apoya en su sector exterior, y con Alemania e Italia como las más expuestas (véase el Focus «Exposición de la economía europea a un aumento de aranceles en EE. UU.» en este mismo informe). En positivo, las bajadas de tipos previstas para el BCE se traducirán en un menor viento de cara por parte de la política monetaria.
La economía china sigue sin remontar en el 4T a pesar de los esfuerzos del Gobierno por estimular el consumo y la inversión. Así, y en términos interanuales, en octubre la producción industrial creció un 5,3% y las ventas minoristas un 3,2%, valores muy por debajo de su media prepandemia para ese mes. Además, la situación de su sector residencial sigue siendo bastante delicada, como señala un índice de confianza del sector en octubre cerca de míninos. Si bien es probable que China quede suficientemente cerca del objetivo del 5,0% de crecimiento del PIB para 2024, las perspectivas para 2025 son más inciertas. Por un lado, por los riesgos que emergen de la política arancelaria de EE. UU. (China es uno de los principales objetivos, con amenazas de aranceles del 60% ya precedidas de un anuncio de que el 20 de enero, día de la toma de posesión de Trump, se aprobará por vía ejecutiva un arancel adicional del 10%). Por otro lado, la economía arrastra dificultades estructurales, relacionadas con la crisis inmobiliaria y la flaqueza de los indicadores de confianza de los hogares, factores que se traducen en una débil demanda interna y una «desinflación» generalizada: la inflación general es prácticamente nula (0,3% en octubre) y los precios de producción caen desde hace dos años (–2,9% interanual en octubre).