La recuperación del consumo en España: factores explicativos y perspectivas
La evolución del consumo de los hogares españoles, que supone casi el 60% del PIB, determina, en gran medida, el desempeño cíclico de la economía española. Precisamente por ello, es necesario profundizar en el análisis del gasto de las familias y de sus principales condicionantes a lo largo del ciclo económico. A esta tarea se dirige el primer artículo de este Dossier, dedicado al consumo. A modo de vista previa, la creación de empleo, el regreso de la confianza y unas condiciones financieras favorables son los principales elementos que se esconden detrás del elevado dinamismo del consumo privado en la actual etapa de recuperación, factores que seguirán apoyando el consumo, en especial de bienes duraderos, durante los próximos trimestres.
El consumo de los hogares lleva creciendo de forma ininterrumpida desde mediados de 2013.1 Su ritmo de avance ha sido más vigoroso de lo esperado y ha superado con creces el registrado en el conjunto de la eurozona en este mismo periodo. Sin embargo, este todavía se encuentra un 3,9% por debajo del nivel máximo alcanzado antes de la crisis debido al intenso ajuste experimentado durante la recesión.2 En particular, se observan dos etapas recesivas bien diferenciadas. A principios de 2008, a raíz de la crisis financiera internacional y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el consumo inició una primera fase de caída y acumuló un retroceso del 6,5% en solo cinco trimestres. Posteriormente, tras un año de crecimiento muy moderado (del 0,3% intertrimestral en promedio), en el 3T 2010 el consumo privado volvió a retroceder, en esta ocasión durante un periodo más prolongado, hasta alcanzar su nivel mínimo en el 2T 2013 y acumular un descenso del 14,3% respecto a su nivel precrisis.
Los factores que condicionaron estas dos fases de corrección del consumo son distintos (véase el gráfico adjunto).3 En la primera fase recesiva (2008-2009), resulta llamativo que la caída del consumo no estuviese acompañada de un retroceso en la renta bruta disponible (RBD) de los hogares, sino que esta siguió creciendo a un ritmo similar al registrado durante los cinco años anteriores a la crisis (2,3% anual promedio). Así pues, en esta etapa el consumo cayó, sobre todo, como consecuencia de otros elementos, en particular por el desplome de la confianza de los consumidores, la cual pasó de registrar niveles similares al promedio histórico en 2007 al valor mínimo de la serie histórica en febrero de 2009. Esta pérdida de confianza fue debida al aumento de la incertidumbre ante el empeoramiento de las perspectivas económicas. En consecuencia, los hogares aumentaron el ahorro por precaución4 y ello propició el descenso del consumo.
En claro contraste, la segunda etapa de fuertes caídas del consumo (2010-2013) se caracterizó por un intenso retroceso de la RBD, debido sobre todo a la destrucción de empleo y, en menor medida, a la contención salarial. También se añadieron otros elementos, como el descenso de la confianza de los consumidores, la caída de la riqueza neta de las familias, tanto financiera como inmobiliaria, y el endurecimiento de las condiciones de acceso al crédito. Todos los ingredientes para un cóctel recesivo.
La segunda mitad de 2013 marcó un punto de inflexión en la evolución del consumo, que empezó a recuperarse y fue tomando brío hasta alcanzar un ritmo de avance cercano al 3% entre el año 2015 y el 2T 2017, en promedio. Este excepcional desempeño del consumo se explica porque todos los factores mencionados anteriormente pasaron a operar en sentido positivo. En primer lugar, la recuperación económica está siendo muy intensiva en creación de empleo, lo que está impulsando el crecimiento de la RBD, a pesar de que la todavía necesaria moderación salarial limita su recorrido al alza. Además, la mejora en las expectativas sobre la evolución del mercado laboral también está ejerciendo un efecto positivo sobre el consumo. Concretamente, la mejora de las condiciones económicas no solo afecta a las decisiones de consumo de aquellos directamente beneficiados (como los que encuentran un empleo), sino que también impulsa el consumo del resto de hogares. Por ejemplo, las personas que ya tenían empleo pero ahora tienen menos miedo a perderlo. Este efecto confianza explica por qué la tasa de ahorro se encuentra actualmente en un nivel significativamente inferior a su promedio histórico.
Otro determinante de la recuperación del consumo es la mejora de la riqueza del conjunto de los hogares, tanto financiera como inmobiliaria. En este sentido, la recuperación del mercado inmobiliario y del precio de los activos financieros está apoyando el crecimiento de la riqueza neta de los hogares. Este aspecto es muy relevante en un contexto como el actual, en el que el proceso de desapalancamiento de los hogares está muy avanzado y, por tanto, su capacidad crediticia ha aumentado notablemente. Asimismo, las condiciones financieras de acceso al crédito al consumo son muy favorables gracias a la política monetaria acomodaticia del BCE y a que el sector bancario cuenta con unos niveles elevados de solvencia y liquidez (véase el artículo «Situación y perspectiva de la financiación del consumo» en este mismo Dossier).
En este entorno altamente favorable, CaixaBank Research prevé que la tendencia positiva en los principales determinantes del consumo se mantendrá y ello permitirá que este siga registrando unos avances sólidos, del 2,6% en 2017 y del 2,4% en 2018. Aunque se espera cierta ralentización en el ritmo de creación de empleo de cara a los próximos trimestres, unos incrementos salariales moderados y una inflación todavía baja apoyarán el crecimiento de la RBD en términos reales. Estas previsiones también contemplan un mantenimiento de la tasa de ahorro en torno a su nivel actual, del 6,5%. De todos modos, un aumento de 1 p. p. de la tasa de ahorro respecto a su nivel presente, una tasa más en línea con la registrada en el bienio 2015-2016, también sería compatible con un avance notable del consumo (alrededor del 2% en 2018).
La evolución del gasto en términos agregados esconde una elevada heterogeneidad en la dinámica experimentada por los distintos bienes y servicios. En concreto, un aspecto que resulta de especial relevancia para ilustrar las particularidades de la evolución del consumo de los hogares españoles durante el último ciclo económico es el patrón de ajuste del consumo de bienes duraderos. Generalmente, el gasto en duraderos, como la compra de vehículos, muebles o electrodomésticos, muestra una elevada sensibilidad al ciclo económico, puesto que las familias suelen aplazar la adquisición de este tipo de bienes durante las recesiones económicas (el segundo gráfico adjunto muestra este patrón).5 Sin embargo, es remarcable que en esta ocasión también se produjo un notable ajuste en el consumo del resto de bienes, un aspecto que contrasta con el patrón de consumo observado en la recesión, menos severa, de 1993.
Otra observación que requiere especial mención es el tiempo que ha sido necesario para recuperar el nivel precrisis de consumo de bienes duraderos. Mientras que, tras la recesión de 1993, transcurridos cinco años, el consumo de bienes duraderos había alcanzado el nivel previo a la crisis, en la recesión de 2007, después de nueve años, todavía se encuentra un 14% por debajo del nivel precrisis. En el caso particular de la compra de vehículos, el ciclo ha sido todavía más marcado: a pesar del fuerte crecimiento en la compra de vehículos en 2014-2016 (13,4% en promedio, véase el tercer gráfico), el número de matriculaciones actuales representa solamente un 72% de las efectuadas en el pico anterior a la crisis (2005).
En definitiva, las perspectivas del gasto de las familias, en especial en bienes duraderos, son halagüeñas. Como se ha visto, todos los factores subyacentes apuntan en la buena dirección: la creación de empleo sigue a buena marcha, se esperan moderados crecimientos salariales en un contexto de baja inflación, la confianza está en máximos y las condiciones financieras son favorables.
Judit Montoriol Garriga
Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank
1. En concreto, en términos reales, acumula un crecimiento del 10,5% entre el 3T 2013 y el 2T 2017, un 2,5% anual promedio. En términos nominales, el crecimiento acumulado es del 9,3%, un 2,2% anual promedio.
2. En este artículo usamos datos en términos reales, excepto mención expresa.
3. Las contribuciones a la variación del consumo se obtienen a partir de una estimación en dos etapas. En la primera, se estima una regresión univariante del consumo y la RBD (variación interanual). Los residuos de esta primera etapa se usan como variable dependiente de una segunda regresión, en la que los factores explicativos incluidos son la confianza del consumidor (con un retraso), la riqueza neta de las familias y el tipo de interés real.
4. La tasa de ahorro repuntó del 5,9% en 2007 al 13,4% en 2009, un registro significativamente superior al promedio histórico del 9,6%.
5. A partir de los datos del gasto en consumo final de los hogares por finalidad de contabilidad nacional (clasificación COICOP a dos dígitos), se agrupan los distintos productos en dos categorías: bienes duraderos (códigos 3, 5, 7.1, 8.2, 9.1, 9.2 y 9.3) y el resto de bienes y servicios. Véase «La recuperación del consumo privado en España por tipo de producto y hogar», Banco de España, junio de 2017.