La educación como palanca para el crecimiento inclusivo
La importancia de la educación para el bienestar de las personas en todas las fases de su vida es indudable. A nivel económico, los individuos con niveles educativos más elevados suelen disfrutar de mayores tasas de empleo y niveles de renta. Y todo apunta a que en los próximos años el papel de la educación será, si cabe, más importante. Los desafíos que plantean el cambio tecnológico y la globalización afectan de lleno al modelo educativo.
En general, se suele analizar el nivel educativo de una persona o sociedad en términos de «cantidad». Esto es, desde el punto de vista de los años de educación formal (el margen extensivo). En esta dimensión, la evidencia empírica no deja lugar a dudas: cuanto más, mejor, especialmente en la primera infancia. Concretamente, la formación en la primera infancia (de 0 a 5 años) está relacionada con mejores resultados educativos a lo largo de todo el periodo formativo.1 Además, desde un punto de vista estrictamente económico, varios estudios documentan que el retorno público de invertir en educación preescolar para familias vulnerables es muy elevado.2
Por tanto, las políticas destinadas a una mayor participación en la educación preescolar pueden contribuir de forma muy significativa a eliminar el efecto que tienen las condiciones socioeconómicas de las familias sobre la educación de los hijos a más largo plazo. En este sentido, la provisión gratuita de esta educación es una avenida prometedora: un estudio reciente de la universidad de UCLA3 estima que aquellos países que ofrecen un año de educación preescolar gratuita cuentan en promedio con una tasa de escolaridad en estas edades un 16% mayor que en los países que no la proveen de forma gratuita. No obstante, según este mismo estudio, solo el 45% de los países a nivel global ofrecen un año o más de educación preescolar gratuita, aunque esta cifra se eleva hasta el 62% para las economías avanzadas. En España, por ejemplo, existe la provisión pública de la educación preescolar entre los 3 y los 6 años, aunque esta no es obligatoria. Sin embargo, hay países donde la educación ya es obligatoria en la primera infancia como Israel (a partir de los 3 años) o Luxemburgo (a partir de los 4 años).
Por otra parte, alargar los años de formación tras finalizar la educación obligatoria no suele ofrecer tan buenos resultados como disponer de un buen servicio educativo durante la primera infancia. Ello lo ilustran diversos estudios en los que se observa que alrededor de un 20% de los trabajadores de la OCDE se encuentran sobrecualificados para su puesto de trabajo, mientras que en torno a un 15% se encuentran infracualificados.4
Por ello, puede ser muy útil disponer de un servicio de orientación de calidad sobre los diversos itinerarios educativos y laborales una vez finalizados los estudios obligatorios, con el fin de que los alumnos puedan medir mejor sus próximos pasos e integrar mejor sus habilidades e inquietudes con la oferta educativa y el mercado laboral. Naturalmente, la provisión de esta información debe ser accesible a todos los estudiantes a lo largo de todo el periodo formativo y proactiva para que llegue a todos los alumnos.
Un buen ejemplo de esta política lo encontramos en Escocia, donde una agencia gubernamental que está en contacto permanente con empresas y escuelas ofrece información a los alumnos sobre las necesidades del mercado laboral y qué camino formativo puede ser más útil a cada estudiante en función, también, de sus motivaciones. Esta agencia proporciona orientación en las propias escuelas así como a través de sus diversos centros con el fin de poder atender a todos los alumnos, sea cual sea su edad o condición socioeconómica.
Pero en educación, la cantidad no lo es todo. De hecho, el contenido y las formas (el margen intensivo) son cada vez más determinantes. Las políticas educativas deben ir encaminadas a proporcionar a todas las personas las competencias que necesitarán el día de mañana. Y, actualmente, todo apunta a que el contexto económico del futuro será más cambiante, debido sobre todo a la velocidad del cambio tecnológico, y todavía más globalizado. Adaptar la política educativa a este nuevo entorno no es trivial.
El cambio tecnológico, por ejemplo, ayuda a que sea mucho más fácil obtener información, la clave está en tener criterio para poder seleccionar la más relevante y veraz, y saber comunicarla de forma acertada. Además, el cambio tecnológico está permitiendo la automatización de muchas tareas, lo que hace que el trabajo que realizamos las personas requiera mayores habilidades no cognitivas (los llamados soft skills), como la capacidad de concentración y planificación, la perseverancia, el autocontrol o las relaciones interpersonales. Finalmente, dada la velocidad del cambio tecnológico y la incertidumbre de hacia dónde evoluciona, el sistema educativo también debe ayudarnos a desarrollar una actitud abierta al cambio y al aprendizaje constante.
La globalización también afectará al tipo de trabajo que se realizará en los países desarrollados. En las últimas décadas, la globalización ha afectado, sobre todo, a la industria, pero todo parece indicar que en los próximos años también alcanzará al sector servicios. En este sentido, el prestigioso economista de Princeton Alan Blinder considera que los empleos en el sector manufacturero y de servicios poco personalizados continuarán perdiendo peso en las economías avanzadas en beneficio de aquellos servicios más personalizados, como los servicios de asesoramiento basados en la confianza y en la atención personalizada. Y en este tipo de empleos suelen ser muy importantes las interacciones personales y, por tanto, requieren habilidades de comunicación, ser espontáneo y creativo. Es por ello que Blinder aboga por una reforma educativa en profundidad, que otorgue menos importancia a la memorización y a los test estandarizados y, en cambio, priorice el trabajo en equipo y la capacidad de argumentar y de dar soluciones imaginativas a problemas complejos que no necesariamente tienen una respuesta correcta o incorrecta.5
En definitiva, formar a la población del futuro ha sido siempre un reto relevante. A partir de ahora, ante un futuro incierto y cambiante, dicho reto ya no será relevante sino imprescindible y el coste de no seguir formándose y educándose será mucho más elevado. Por ello, parece que el sistema educativo tendrá que reeducarse. Y es que no se trata ya de más educación (que también) como, sobre todo, de mejor educación.
Ricard Murillo Gili
CaixaBank Research
1. OCDE (2016), «Low-Performing Students», capítulo 2.
2. En un estudio realizado en los años sesenta en EE. UU. observaron cómo los niños de familias vulnerables a las que, de forma aleatoria, se les ofreció educación preobligatoria gratuita disfrutaron de mayores tasas de empleo, mejores salarios y menores tasas de delincuencia al cabo de 40 años. Los principales beneficios para las arcas públicas de tal inversión proceden de la mayor recaudación de impuestos y, sobre todo, del ahorro en costes criminales. Véase Schweinhart, L. et al. (2005), «The High/Scope Perry Preschool Study Through Age 40», High/Scope Press.
3. Véase Milovantseva N., Earle, A. y Heymann, J. (2018), «Monitoring Progress Toward Meeting the United Nations SDG on Pre-primary Education: An Important Step Towards More Equitable and Sustainable Economies», International Organisations Research Journal, vol. 13.
4. En concreto, un 13%. Véase, por ejemplo, Quintini, G. «Right for the job», OECD Social, Employment and Migration Working Papers..
5.Véase Blinder, A. (2008), «Offshoring, Workforce Skills, and the Educational System», Global Economic Symposium.