El empleo aguanta el tipo esta vez, pero la dualidad en el mercado laboral sigue haciendo estragos
Es importante seguir compaginando la flexibilidad del mercado de trabajo con la red de apoyo del estado del bienestar para salvaguardar el empleo, y abordar la elevada dualidad laboral que perjudica a los más vulnerables.
- La caída del empleo está siendo menor que la de la actividad en esta crisis, al revés de lo que sucedía habitualmente en España.
- El uso generalizado de los ERTE ha permitido limitar la pérdida de empleo a pesar de la fortísima reducción de horas trabajadas.
- La mayor parte del impacto vuelve a recaer en el empleo temporal debido a la elevada dualidad del mercado laboral y, de nuevo, los jóvenes son los más perjudicados.
España es un país en el que tradicionalmente el empleo reaccionaba fuertemente a cambios en la actividad, incluso en mayor medida (en jerga económica, la elasticidad del empleo al PIB era superior a 1).1 Así, en momentos de crisis el ajuste en el empleo se realizaba mediante una fuerte destrucción de puestos de trabajo y en momentos expansivos la creación de empleo era muy vigorosa. En esta crisis no ha sido así. Por primera vez, las caídas del PIB han ido acompañadas de un descenso del empleo mucho menor. Este resultado no solo se debe a las singularidades de esta crisis, cuyo origen es sanitario, sino también a una respuesta de política económica muy diferente.
- 1. La elasticidad del empleo al PIB se define como la variación porcentual de crecimiento del empleo con relación a cada variación porcentual del PIB y corresponde a una correlación (no a una relación causal).
La sensibilidad del empleo a la variación del PIB ha sido mucho menor en esta crisis económica: por cada punto porcentual de caída de la actividad, el empleo ha caído 0,36 puntos durante los tres primeros trimestres de 2020, mientras que el empleo normalmente sobrerreaccionaba a caídas de la actividad en España (tanto históricamente como durante los primeros trimestres de la última crisis financiera, como se ve en el primer gráfico).
La crisis actual tiene un origen sanitario y ello le confiere un carácter muy distinto al de las últimas crisis, además de una duración esperada menor. Pero el elemento clave que ha permitido este menor impacto en el empleo es la distinta respuesta de política económica. En particular, el intenso uso de los ERTE2 ha permitido una mayor protección del empleo vía una suspensión temporal del mismo o una reducción de jornada.3
Esto no significa que no se hayan reducido las horas de trabajo: la sensibilidad de las horas de trabajo a cambios de la actividad es algo inferior a la observada en anteriores crisis, pero continúa siendo fuerte y superior a 1. Es decir, ante caídas de la actividad, las horas trabajadas se reducen todavía más. Cabe señalar que gran parte del ajuste de horas trabajadas se concentra en los ERTE totales y una menor parte del ajuste se lleva a cabo mediante la reducción del número de horas medias trabajadas.4 En próximas crisis, un mayor ajuste mediante la reducción de horas medias trabajadas sería preferible que concentrarlo en los ERTE totales, pues se reparten los costes asociados al ajuste entre más trabajadores.
- 2. En abril llegaron a haber 3,4 millones de afiliados en ERTE y en noviembre aún permanecían más de 750.000 personas en estos esquemas.
- 3. Para más detalle sobre cómo los ERTE evitan la destrucción de empleo, véase Cahuc, P. (2019). «Short-time work compensation schemes and employment». IZA World of Labor. https://wol.iza.org/articles/short-time-work-compensations-and-employment/long.
- 4. Para más detalle del tipo de ajuste por horas trabajadas, véase el artículo de Manuel Hidalgo «No es la ocupación, son las horas de trabajo», https://www.vozpopuli.com/opinion/ocupacion-empleo-recesion_0_1416758423.html.
La reducción de la sensibilidad del empleo a caídas de la actividad se ha producido tanto en trabajadores temporales como en fijos. Sin embargo, la sensibilidad del empleo temporal a la actividad en esta crisis se sitúa aún cerca del 1: el empleo temporal cae en igual proporción que el PIB, mientras que para el empleo permanente se sitúa en el 0,2. Esto refleja la fuerte dualidad del mercado laboral español, debido a la cual los trabajadores con mayor precariedad contractual son los más afectados por la caída de la actividad, pues se han beneficiado en menor medida de los esquemas de protección que evitan la pérdida del empleo.
Los jóvenes son los que más sufren las consecuencias de esta elevada dualidad: la sensibilidad del empleo joven a caídas de la actividad en esta crisis está cerca de 1 (0,9), mientras que es mucho menor para trabajadores adultos (0,3) o de mayor edad (0,2). Este impacto sobre los jóvenes se traduce en un aumento de la desigualdad salarial dentro de este colectivo mayor que entre el resto de los trabajadores, como muestra el Monitor de Desigualdad de CaixaBank Research.5 Por género, la sensibilidad del empleo a caídas de la actividad se reduce tanto para hombres como para mujeres y las diferencias entre ellos son menores que por edades.
- 5. Para más detalle, véase https://realtimeeconomics.caixabankresearch.com/
Asimismo, esta menor caída del empleo en relación con la caída de la actividad también se observa por sectores de actividad. Según una encuesta realizada recientemente por el Banco de España, el impacto agregado en la facturación empresarial en 2020 será mayor que en el empleo. Sin embargo, el retroceso en la facturación es mayor en algunas ramas de servicios más afectadas por las restricciones a la actividad, como la hostelería, el transporte o el ocio, y su impacto en empleo es distinto (mayor en hostelería que en transporte, por ejemplo, como muestra el cuarto gráfico).
Todo ello nos da lecciones que podemos aprender de esta crisis. La primera es la importancia de seguir compaginando la flexibilidad del mercado de trabajo con una importante red de apoyo del estado del bienestar para salvaguardar el empleo. La segunda lección es que, como sociedad, no deberíamos permitirnos llegar a otra crisis con una elevada dualidad laboral, enquistada en España desde los años ochenta, y que perjudica en sobremanera a los trabajadores más vulnerables.