Mercado laboral y demografía

Los pilares de la educación: una visión moderna

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En estos precisos momentos, muchas personas nacidas en la segunda mitad del siglo xx se enfrentan al enorme reto que supone educar a sus hijos. La responsabilidad es mayúscula ya que la educación marcará, en buena medida, las vidas de sus vástagos. Y es que según los prestigiosos economistas James Heckman y Flavio Cunha, al menos el 50% de los salarios de las personas viene explicado por cualidades y características que se determinan antes de los 18 años.1 Una manera ilustrativa de visualizar la importancia de la educación es imaginar el proceso educativo como un libro en blanco que poco a poco se va llenando con los conocimientos, habilidades y enseñanzas que los individuos aprenden a lo largo de la vida. Siguiendo con la comparación, en este artículo se estudiarán cuáles son los elementos clave para que el libro tenga una buena prosa y sea de buen leer en los primeros capítulos, o lo que es lo mismo, que la educación sea de calidad entre el nacimiento y el inicio de la vida adulta.

La educación recibida está claramente muy condicionada por las personas que rodean al individuo, lo que se puede denominar «el entorno»: tal y como dice un sabio proverbio africano, «para educar a un niño hace falta la tribu entera». Las tres patas que conforman dicho entorno son la familia, los profesores y los compañeros.

Si nos centramos en la primera pata, existe un amplio consenso en la comunidad educativa y académica en torno a la trascendencia de la familia en la educación de los hijos. Y para muestra, un botón: según un artículo de los economistas Björklund y Salvanes, entre un 40% y un 60% de los resultados académicos de los alumnos viene explicado por las características de la familia.2 Otro ejemplo proviene de las pruebas PISA, unos exámenes estandarizados a nivel global que realizan los alumnos de 15 años: los alumnos que viven con sus madres o cuyas madres tienen estudios universitarios obtienen una nota mucho más alta (ello también se observa para los padres aunque la diferencia no es tan grande).

Llegados a este punto, hay que clarificar que los progenitores inciden no solamente sobre el desarrollo de las llamadas habilidades cognitivas sino también sobre todo lo que concierne a las habilidades no cognitivas, léase, la perseverancia, la sociabilidad, la paciencia o la empatía. La distinción es relevante ya que actualmente existe una extensa literatura que pone en solfa los límites de las pruebas PISA. Y es que los resultados académicos de los adolescentes solamente explican, a lo sumo, un 17% de la variabilidad de los ingresos futuros.3 En cualquier caso, el buen hacer de los padres es determinante para ambos tipos de habilidades, tal y como acreditan Heckman y Cunha en una serie de artículos donde constatan la importancia de los padres para que los hijos no caigan en conductas de riesgo.4 Para el desarrollo de las habilidades cognitivas, es clave que los padres dediquen tiempo a sus hijos y potencien actividades con un alto valor educativo como contarles cuentos, conversar con ellos constantemente o implicarles en las tareas domésticas. Un factor alentador para aquellos padres con baja formación educativa es que dedicar más tiempo a los hijos tiene un impacto positivo de una magnitud comparable a que los padres tengan más estudios. En cambio, para estimular las habilidades no cognitivas lo que realmente influye es la forma de criar a los hijos, en particular, inculcarles disciplina de forma efectiva (aunque no severa) y el afecto materno. Relacionado con esta última observación, es incuestionable que las decisiones de las madres tienen importantes repercusiones a largo plazo. Así, por ejemplo, en un influyente artículo, los economistas Carneiro, Loken y Salvanes estudian una reforma laboral en Noruega en los años setenta que ampliaba el permiso de maternidad y muestran que los hijos de las madres beneficiadas por la reforma disfrutaban de un salario medio un 8% mayor a los 30 años.5

Una posible razón que subyace en la importancia de los padres es el particular peso que tiene la educación en los primeros años de vida, etapa en la que los hijos pasan mucho tiempo con sus progenitores. En efecto, está demostrado que la brecha en el desarrollo de las habilidades cognitivas y no cognitivas se produce en los primeros años y que, a posteriori, dicha brecha resulta muy difícil de reducir.

Si analizamos la situación en España, salta a la vista que esta es manifiestamente mejorable. Así, según un estudio sociológico realizado en 2015,6 el 63% de los niños de entre 6 y 9 años querrían pasar más tiempo con sus padres. Por otro lado, apenas el 35% de las familias leen con sus hijos. Una mejora de las políticas de conciliación laboral facilitaría, sin duda, que muchos progenitores pudieran pasar más tiempo con sus hijos.

Una vez analizado el peso de la familia, es momento de centrarse en la segunda pata del entorno, o sea, los profesores. Estos son también un pilar básico. En EE. UU., por ejemplo, cada niño ganará 36.000 euros adicionales en ingresos futuros si su docente es de alta calidad.7 En los primeros años de vida, los profesores pueden tener un papel decisivo especialmente para hijos de familias desestructuradas. Un ejemplo es el indudable éxito que tuvo en EE. UU. durante los años setenta el programa educativo Perry Preschool,8 que se dirigía a niños afroamericanos de entre 3 y 4 años en riesgo de exclusión social: estos chicos tuvieron una vida adulta mucho más exitosa que chicos en situación similar que no participaron en dicho programa. Dicho esto, los profesores son unos influencers poderosos pero el reto al que se enfrentan las escuelas es cómo seleccionar a los mejores profesionales, problema complejo, habida cuenta de que no es sencillo obtener una buena métrica que mida el rendimiento de los profesores. Una posible vía, adoptada por países con sistemas educativos loados en todo el mundo como Singapur, Corea del Sur o Finlandia, es reclutar el 100% del profesorado entre el tercio superior de los estudiantes y conferir a esta profesión un gran prestigio social. Asimismo, otro debate clave es si un buen profesor nace o se hace. La literatura académica puede arrojar algo de luz al respecto ya que existen estudios que relacionan los buenos profesores con la experiencia adquirida. Ello sugiere que los profesores bisoños pueden mejorar sus prestaciones si colaboran con profesores más curtidos.9 Por último, si un país quiere tener buenos profesores, es fundamental que estos prosigan formándose a lo largo de su vida profesional para adaptarse a los cambios socioeconómicos y tecnológicos de la sociedad. La formación continua de los profesores es, precisamente, otra tarea pendiente en España: según la OCDE solamente el 50% de los maestros participan en cursos de formación y el 97% consideran que ya están suficientemente formados.

Finalmente, la incidencia que tienen los compañeros y amigos es un campo de estudio donde no existe una evidencia tan concluyente como en el caso de la familia y los profesores. Esta es un área que merecería ser estudiada en más profundidad ya que, entre otras cosas, ello ayudaría a dilucidar si es mejor separar a los alumnos por habilidades o si resulta más deseable que la composición de las clases sea heterogénea. Con todo, sí que está demostrado que, en el ámbito de la educación superior, aquellos alumnos estadounidenses a los que en el sorteo de las residencias universitarias les toca convivir con estudiantes que poseen videoconsolas dedican menos tiempo al estudio y obtienen peores notas.10

En definitiva, en este artículo hemos identificado a la familia y a los docentes como los pilares fundamentales de la educación. Una enseñanza que se puede extraer es la importancia del entorno ya que la educación es una responsabilidad de todos y no solo de los docentes; al fin y al cabo, tal y como diría Einstein, «la educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela».

Javier Garcia-Arenas

Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. Véase Cunha, F. y Heckman, J. (2008), «A New Framework for the Analysis of Inequality», Macroeconomics Dynamics.

2. Véase Björklund, A. y Salvanes, K. (2011), «Education and Family Background: Mechanisms and Policies», Handbook of the Economics of Education.

3. Véase Heckman, J. y Kautz, T. (2012), «Hard evidence on soft skills», Labour Economics.

4. Véase, por ejemplo, Cunha, F. y Heckman, J. (2007),«The technology of skill formation», American Economic Review.

5. Véase Carneiro, P., Loken, K. y Salvanes, K. (2015), «A Flying Start? Maternity Leave Benefits and Long Run Outcomes of Children», Journal of Political Economy.

6. El estudio en cuestión es el Estudio TriNa de la Diversión en familia realizado en 2015.

7. Véase Chetty, R., Friedman, J. y Rockoff, J. (2014), «Measuring the Impacts of Teachers: Teacher Value-Added and Student Outcomes in Adulthood», American Economic Review.

8. Este programa educativo se basaba en el concepto de aprendizaje participativo activo, lo que significa que los estudiantes elegían con la ayuda de los educadores qué aprender y tenían la oportunidad de escoger con qué materiales, ideas y personas interactuar.

9. Véase Jackson, K., Rockoff, J. y Staiger, D. (2014), «Teacher Effects and Teacher-Related Policies», Annual Review of Economics.

10. Véase Stinebrickner, R. y Stinebrickner, T. (2008), «The Causal Effect of Studying on Academic Performance», The B.E. Journal of Economic Analysis and Policy.

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