Las fuertes y persistentes presiones sobre el sistema financiero

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Anna Mialet Rigau

Viendo la evolución en bolsa de los bancos se deduce que en los últimos años estos se encuentran inmersos de manera especial en la crisis internacional. Desde 2008, momento del estallido en Europa de la crisis financiera originada en Estados Unidos, se observa que los bancos tienen una evolución en bolsa peor que la media (índice Eurostoxx 50). En algunos momentos de 2009 se apuntaba hacia la recuperación, pero en 2011 el diferencial en la evolución entre bancos y la media ha vuelto a incrementar, como se observa en el gráfico siguiente. De la misma forma, la prima de riesgo del sector bancario está disparada y los Credit Default Swaps (CDS) del sector llegaron a superar los 300 puntos básicos en verano de 2011. La mayoría de las entidades han visto cómo las agencias de calificación reducían significativamente sus ratings.

Son muchos los acontecimientos sucedidos en torno al sistema financiero que contribuyen a explicar esta evolución y sus complejas perspectivas. Por un lado, la evolución económica tiene una incidencia directa. Un entorno macroeconómico débil impacta en los volúmenes de negocio y, en especial, en el flujo de crédito. Además, una elevada y persistente tasa de paro condiciona el consumo y la tasa de morosidad. Esto, junto con la evolución de los precios inmobiliarios, provoca que los préstamos en mora vinculados al sector inmobiliario continúen generando deterioros en los balances de los bancos, especialmente en aquellos países que han tenido una burbuja inmobiliaria. De hecho, los test de estrés realizados por la European Banking Authority (EBA) van encaminados, principalmente, a dar transparencia sobre la exposición crediticia y exigir más capital ante las previsiones de deterioro y potenciales escenarios económicos de riesgo. En este aspecto, países como España o Irlanda salían señalados por su elevada exposición inmobiliaria. En Irlanda, tal situación, junto a otros factores, desembocó en el rescate del país y de su sistema financiero y, en España, en una reestructuración sin precedentes, todavía en proceso.

Pero el escenario para la banca internacional es aún más complejo, puesto que para el resto de países la exposición a la deuda soberana se ha revelado como un gran riesgo. Los niveles de endeudamiento público de algunos de los países de la eurozona son muy elevados y, en ausencia de un compromiso político claro de la eurozona, siembran la incertidumbre y las tensiones en los mercados financieros. Así, la prima de riesgo ha alcanzado cifras históricas. En Grecia se ha instalado en los 3.000 puntos básicos y en Portugal en torno a los 1.200 puntos básicos. En Italia y España se ha llegado a superar ampliamente los 400-450 puntos básicos en muchos momentos y Francia tampoco está exenta de la tensión, con niveles cercanos a los 200 puntos básicos.

En general, la exposición del sistema financiero a la deuda soberana de la eurozona es elevada. El problema, sobre todo, es de mala percepción de la solvencia de los estados que se convierte en tensiones en los mercados de deuda y en problemas reales de liquidez para las entidades financieras, más allá del encarecimiento de la financiación. Por ello, la EBA también ha realizado un minucioso análisis para demandar mayores niveles de capital en función del deterioro de la deuda soberana en el balance de las entidades1. Mientras que las entidades francesas y alemanas, por ejemplo, no aparecían entre las citadas en los primeros test de estrés de exposición crediticia, en estos nuevos ejercicios sobresalen por sus elevadas exposiciones soberanas. Por lo tanto, bien sea por la exposición crediticia, bien por la soberana, los sistemas financieros de la mayoría de países europeos sufren inmensas tensiones.

Las entidades están viendo también menguar significativamente su capacidad de generar beneficios por tensiones de negocio: menores ingresos y mayores costes, tanto de riesgo como de financiación. Por todo ello, los estados y bancos centrales han tenido que adoptar nuevas medidas de soporte al sistema financiero.

En este ya de por sí difícil contexto, se están planteando numerosas propuestas regulatorias destinadas a construir entidades más eficientes, mejor capitalizadas, menos endeudadas y de mayor tamaño en el medio plazo. Y eso es bueno para el sistema financiero en su conjunto, para la economía en general y para los clientes y los ciudadanos. Sin embargo, las mayores exigencias, los constantes vaivenes regulatorios y su falta de concreción actual provocan incertidumbre y presiones en el corto plazo.

La mayor parte de las medidas que se han propuesto/adoptado son las referentes al capital. Se empezó con la propuesta de Basilea III, para aumentar el nivel de capital y endurecer su definición, pero con un largo calendario de implantación, que en la práctica los mercados están anticipando. Además, sucesivamente los test de estrés y los mercados han aumentado las exigencias, hasta el 9% de Core Tier 1 exigido en los últimos ejercicios de la EBA. Y entre supervisores nacionales, de forma individual e independiente, se han aplicado distintos criterios. En España, en febrero de 2011, se exigió un mínimo del 8%-10% de un nuevo concepto, el capital principal. En Austria, se ha adelantado la aplicación de Basilea III a enero de 2013 y se exigen colchones adicionales de 3 puntos porcentuales. En los Países Bajos, Reino Unido y Suiza, se han aumentado las exigencias de capital para entidades sistémicamente importantes.

Como resultado de tanta propuesta, se está aumentando la prociclicidad de los requerimientos de capital y la incertidumbre sobre los niveles y definiciones futuros, obligando a los bancos a un esfuerzo adicional de retención de beneficio y acceso a los mercados, que está restringiendo su capacidad de conceder crédito.

Más allá del capital, hay iniciativas regulatorias de toda índole. Entre otras, se han propuesto cambios en la contabilización de los activos financieros, ajustes en el calendario de provisiones y/o tasas sobre las transacciones financieras. Además, en ámbitos anglosajones, existen planes para desvincular la banca de inversión de la comercial. En Austria, se exige que las filiales en Europa del Este mantengan una ratio de créditos sobre depósitos inferior al 110%, lo que obliga a desinversiones. Y, por poner un último ejemplo, en Dinamarca, se implantó un estricto sistema de liquidación de entidades con participación del sector privado que desembocó en la quiebra de dos entidades y la instalación de la incertidumbre sobre el sistema.

En resumen, la presión sobre el sistema financiero proviene tanto de tensiones estructurales sobre el negocio como de tensiones por la necesidad de cumplir con nuevas exigencias regulatorias. Como resultado, entre 2008 y 2010, en Europa los estados se han visto obligados a reestructurar o liquidar hasta 37 entidades financieras en 14 países. Además, los estados europeos han destinado 1,1 billones de euros a avalar las emisiones de deuda de las entidades y otros 0,5 billones de euros a recapitalizarlas y otros apoyos. Pero, evidentemente, la situación no es la misma para todas las entidades. Aunque nadie es ajeno a las presiones, en función del modelo de negocio y, especialmente, la capacidad de gestión y anticipación, hay entidades que están sobrellevando mejor la situación y mantienen su capacidad de concesión de crédito, misión fundamental del sistema financiero para impulsar la economía.

Este recuadro ha sido elaborado por Anna Mialet Rigau
Departamento de Análisis Económico, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"

(1) Véase Jordi Gual (2011), «The Eurozone debt crisis: is this a banking problem?», publicado en VoxEU.org, 13 de septiembre.

Anna Mialet Rigau
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