Las dificultades de la industria: ¿contagio a los servicios?
El contagio de la industria sobre los servicios ha sido, hasta el momento, moderado. No obstante, los servicios podrían terminar sufriendo si se intensifican los riesgos sobre el crecimiento global.
La debilidad del sector industrial, que hemos analizado recientemente,1 es uno de los grandes factores detrás de la desaceleración de la economía mundial y, en especial, de la eurozona. No obstante, la resistencia exhibida por el sector servicios, que representa el grueso de la actividad,2 sigue empujando el crecimiento y da continuidad a la expansión. Pero ¿cuán resistentes se han mostrado realmente los servicios? ¿Existe el riesgo de que la industria les contagie su debilidad?
Desde finales de 2017, la actividad manufacturera ha ido moderándose de manera generalizada hasta entrar, en 2019, en una fase de recesión. Esto queda bien ilustrado por la caída de indicadores como el PMI manufacturero, que mide la actividad a través de encuestas que capturan el sentimiento de los empresarios del sector. Precisamente, la preocupación por la resistencia de los servicios y su posible contagio surge al observar que el PMI de servicios también ha sufrido una desaceleración sostenida desde finales de 2017. Pero no hay que hacer una lectura precipitada de este dato. Como se ve en el primer gráfico, la moderación de la actividad de los servicios ha sido menos intensa y, lo que supone la gran diferencia con la industria, los indicadores siguen apuntando a una expansión del sector servicios.
Además, aunque los indicadores de sentimiento como el PMI miden bien el crecimiento de la actividad real tanto en la industria como en los servicios,3 una caída de 1 punto del PMI sectorial no refleja la misma realidad en la industria que en los servicios: como muestra el segundo gráfico para el caso concreto de la eurozona, la desaceleración que dibuja en el valor añadido bruto (VAB) industrial es casi tres veces superior a la del VAB de servicios. O, en otras palabras, la caída del PMI de servicios debería ser casi tres veces superior a la del PMI de manufacturas para reflejar la misma desaceleración de la actividad real en ambos sectores de la eurozona.
Esto es precisamente lo opuesto a lo que ha sucedido desde 2017, por lo que no es de extrañar que el VAB de los servicios se haya desacelerado mucho menos que el de la industria (véase el tercer gráfico) y que siga avanzando cerca del 2% en el conjunto de la eurozona (1,7% interanual en el 3T 2019).4 En cualquier caso, es también una realidad que los servicios se han moderado (el crecimiento del VAB del sector en la eurozona fue del 2,8% en el 4T 2017) al mismo tiempo que lo han hecho las manufacturas. Y esto tampoco es de extrañar: la madurez del ciclo económico y la erosión que las tensiones comerciales ejercen sobre la confianza (dos de los factores que han penalizado a la industria) también han lastrado a los servicios.
A pesar de la resistencia de los servicios que se acaba de documentar, existe el riesgo de que sea una cuestión de tiempo que la debilidad de la industria se traslade a los servicios. Sin embargo, la relación histórica entre ambos sectores no parece respaldar este temor. En concreto, como muestra el cuarto gráfico, el grado de correlación entre el indicador PMI manufacturero y el PMI de servicios de la eurozona es máximo cuando comparamos sus valores contemporáneos. En otras palabras, la evolución de la actividad manufacturera y de servicios es, en gran medida, simultánea (o al menos cercana) en el tiempo.
No obstante, hay dos grandes aspectos que podrían reactivar los temores. En primer lugar, la cuestión sobre el auténtico peso de la industria. Esta es una cuestión que no es menor. Por un lado, sabemos que en la mayor parte de economías, en particular las avanzadas, el peso de la industria ha disminuido sostenidamente. Así, por ejemplo, en EE. UU. el sector ha pasado de representar un 20% del PIB nominal en la década de 1970 a caer hasta el 10% actual. Pero, por otro lado, también es conocido que parte de los servicios se han «industrializado», esto es que, a pesar de ser servicios, su actividad está más integrada con la industria que con otros sectores o que con el consumidor final. En este sentido, un estudio reciente del Banco de España5 sugiere que esta «vocación manufacturera» de los servicios es moderada: la facturación del sector servicios que tiene como destino la industria manufacturera representa entre el 7% y el 12% de la facturación total de los servicios en Alemania, Francia, Italia y España.
En segundo lugar, nunca, en el pasado reciente, se había producido un aumento de la incertidumbre sobre las políticas que rigen el comercio mundial como el de los tres últimos años. Por tanto, es incierto el resultado de esta interacción entre incertidumbre y dinámica bajista del ciclo. Sobre el papel, los servicios deberían verse menos afectados dado que, por naturaleza, son menos comercializables y, además, han quedado excluidos de la guerra arancelaria. Sin embargo, si, más que primar el efecto directo de los aranceles sobre los flujos comerciales afectados, dominara el efecto indirecto del conflicto comercial (eso es, la incertidumbre), no se podría descartar un contagio a los servicios fruto de un empeoramiento de la confianza de consumidores, inversores y empresas.
Con todo ello, los indicadores más recientes son razonablemente favorables y los últimos acontecimientos geopolíticos (véase el Focus «Comercio internacional: encuentros en la Primera Fase» en este mismo Informe Mensual) sugieren que la incertidumbre debería ir a menos, aunque la recuperación de la confianza será un proceso gradual. Pero la historia recomienda un punto de cautela: cuando, en anteriores episodios, la debilidad de la industria ha abierto una brecha con el desempeño de los servicios, en algunas ocasiones los servicios han mantenido la resistencia y la brecha se ha cerrado con la recuperación de la industria, pero otras veces la debilidad industrial ha terminado arrastrando a los servicios.
1Véase «Las dificultades del sector manufacturero mundial», en el IM12/2019.
2Por ejemplo, cerca del 75% del valor añadido bruto en la eurozona y España.
3Como lo demuestran, en el segundo gráfico, unos R-cuadrado elevados y parecidos en ambos sectores.
4Más allá de tener en cuenta que las sensibilidades PMI-VAB son diferentes en la industria y los servicios, la caída del PMI de servicios observada en la eurozona (3 puntos de diferencia entre los promedios trimestrales del 4T 2017 y el 3T 2019) es coherente con la desaceleración que ha registrado el VAB (1 p. p.). En cambio, la caída del PMI manufacturero (13 puntos) apuntaba a una contracción mucho mayor del VAB industrial (10 p. p. frente a los 6 p. p. observados).
5Véase el artículo «La reciente desaceleración de la actividad desde una perspectiva sectorial» en el Informe trimestral de la economía española del 4T 2019 del Banco de España.