Un fenómeno que está generando mucho debate en el entorno académico y de política económica es el bajo crecimiento de la productividad en la mayoría de economías avanzadas. Si bien esta es la tendencia general, la realidad a nivel empresarial es muy distinta, con muchas diferencias entre empresas (véase el gráfico adjunto).
Por ejemplo, las llamadas «empresas frontera» del año 2003 (las que exhibían un nivel de productividad superior), mantuvieron un ritmo de crecimiento de la productividad también superior al de las demás durante los años siguientes.1 Una muestra de ello es que las «empresas frontera» de la OCDE en el sector manufacturero, entre los años 2003 y 2013, crecieron un 2,7% anual en promedio, mientras que el crecimiento del resto se quedó en un 1% (el diferencial es aún mayor en el sector servicios).
La creciente brecha de productividad entre las empresas se explica, sobre todo, por dos factores: los avances tecnológicos y la globalización.
Respecto al primer factor, cabe destacar que la incorporación de mejoras tecnológicas no solo se limita a la robotización y automatización de procesos productivos, sino también a mejoras organizativas, al desarrollo de nuevas ideas, etc. Aunque, históricamente, las nuevas tecnologías siempre han sido adquiridas inicialmente por un número limitado de empresas (piense el lector en la incorporación de telares en las fábricas textiles, los primeros ordenadores, etc.), poco a poco estas mejoras se han ido extendiendo al resto de empresas. Sin embargo, varios artículos académicos sugieren que el proceso de «difusión» de la tecnología se ha estancado en los últimos años, lo que explicaría la creciente disparidad entre los niveles productivos de las empresas.2 Dos factores se encuentran detrás de dicho estancamiento: la creciente complejidad de los avances tecnológicos y el número limitado de trabajadores capaces de aprovechar estas mejoras.
Otro elemento que también puede ayudar a explicar la creciente brecha productiva es que la tecnología está facilitando la expansión de las empresas más productivas. Un ejemplo de ello son las nuevas plataformas digitales que comparan los precios y la calidad de una gran variedad de productos (seguros, vuelos, hoteles, etc.), lo que facilita que las empresas más productivas ganen cuota de mercado y exhiban una tasa de crecimiento superior. Ello les permite explotar más las economías de escala, lo que les ayuda a seguir manteniendo una tasa de crecimiento de la productividad más elevada.3
En segundo lugar, la globalización es otro factor que puede haber contribuido a aumentar la dispersión de la productividad entre empresas. Un entorno globalizado promueve que determinadas empresas (típicamente las más grandes e internacionalizadas) estén más relacionadas comercialmente entre sí (en jerga económica, que participen de forma más activa en las cadenas de valor globales). Esta mayor interconectividad facilita el intercambio de ideas y mejoras tecnológicas entre las empresas más productivas, lo que les permite incorporar dichos avances en su proceso productivo. Asimismo, la globalización ha propiciado que determinadas empresas puedan descentralizar parte de su proceso productivo (un ejemplo sería el offshoring hacia países con salarios más bajos) y centrarse en los segmentos productivos de más valor añadido, y con un crecimiento de la productividad también superior.
La creciente dispersión de la productividad entre empresas no es un fenómeno baladí, ya que tiene importantes repercusiones sociales y económicas como, por ejemplo, que la dispersión de los beneficios empresariales y de los salarios también sea mayor.4 En este sentido, resulta perentorio promover un marco que favorezca la difusión tecnológica y que ayude a que los beneficios que aporta una mayor internacionalización de la economía a nivel agregado estén al alcance del mayor número de empresas y trabajadores posible.
1. Véase OCDE (2016), «The Productivity-Inclusiveness Nexus».
2. Véase BCE, «La desaceleración de la productividad de la zona euro en un contexto global», Boletín Económico, Número 3/2017.
3. Véase OCDE (2016), «The global productivity slowdown, technology divergence, and public policy: A firm level perspective»
4. Véase OCDE (2017), «The Great Divergence(s)».