Cambio de patrón en el consumo de energía: el efecto China
Entre 2005 y 2015, asistimos al ascenso de China como jugador de primer orden en el concierto energético global. En 2015, China fue el primer consumidor de energía del mundo, con un 23,1% del total, por delante de EE. UU. (17,0%), Europa (14,4%), Rusia (5,8%) y la India (4,8%).1 La importancia de China es más patente si cabe en términos dinámicos, ya que contribuyó en un 59,3% al crecimiento del consumo energético global entre 2005 y 2015.
Antes de empezar un análisis algo más detallado, es importante recordar que existen cinco fuentes de energía primaria: combustibles líquidos (procedentes del petróleo en su gran mayoría), que representan el 32,4% del consumo energético total; carbón, el 28,7%; gas, el 21,7%; renovables-hidráulicas, el 11,8%, y nuclear, el 5,3%. El fuerte aumento de la demanda energética de China ha tenido una influencia profunda en el peso relativo de las distintas fuentes de energía, pues el consumo energético del gigante asiático difiere sustancialmente del resto del mundo. En particular, el consumo de carbón en China representa dos terceras partes de su consumo total de energía, una cifra muy superior al 17,5% que representa en el resto del mundo. Así, el carbón, una fuente de energía altamente contaminante, ha sido el gran protagonista del último decenio: ha sido responsable de cerca del 40% del incremento del consumo de energía global, sustancialmente por delante de las renovables (28,9%), del gas (15,3%) y del petróleo (14,7%).
Sin embargo, la evolución del consumo de energía en los próximos 10 años podría ser muy distinta a la acaecida en los últimos años, y registrar una menor relevancia del carbón. Esto puede verse favorecido por el cambio de patrón de crecimiento perseguido por China, donde un mayor peso del consumo y los servicios comportará una reducción del gasto de capital (capex) a favor del gasto operativo (opex). El consumo de energía asociado a este último tipo de gasto es menos intensivo en carbón. Además, la reducción del uso del carbón es una prioridad del propio país asiático, que ha venido tomando conciencia del problema medioambiental. De hecho, la protección del medioambiente es una de las líneas estratégicas del nuevo Plan quinquenal presentado a finales de 2015. Así, se espera que el peso del carbón en el consumo de energía baje del 66% actual al 60% en 2025.
A estos dos factores es probable que se les añada un tercero: el precio del petróleo. Entre 2005 y 2015, el ascenso económico de China coexistió con un petróleo caro, cuyo precio pasó de 44,5 dólares por barril en 2005 a 74,5 en 2014 (en parte por el aumento de la demanda de China). Sin duda, ello limitó el peso del petróleo en el mix energético del gigante asiático. En el contexto actual, en el que todo apunta a que el aumento de la oferta permitirá que el precio del petróleo sea inferior al de los últimos años, es de esperar que el peso de esta fuente de energía vaya aumentando.
De hecho, si pensamos que China seguirá un proceso de convergencia energética hacia fuentes similares a las de los países desarrollados, el mix energético global puede ser muy distinto al observado recientemente. Según las previsiones de la Agencia Americana de la Energía (EIA) para el mundo excluyendo a China, la creciente importancia del consumo energético en el ámbito doméstico y comercial frente al industrial y las preocupaciones medioambientales permitirán que una fuente relativamente limpia como el gas se erija como el máximo contribuidor al crecimiento del consumo energético (con un 32,4%). Las fuentes renovables se encontrarán en segunda posición (24,1%), seguidas del petróleo (15,1%, aunque en este caso su contribución podría aumentar de mantenerse los bajos precios actuales), la nuclear (14,9%) y el carbón, que quedaría en último lugar, con una contribución del 13,5%.
1. Según EIA, «International Energy Outlook 2013», julio de 2013. Se trata del informe más reciente en el que existe una desagregación a nivel de regiones y fuentes energéticas a la vez.