Sobrecalentamiento en la bolsa china: ¿oportunidad o amenaza?
Los últimos meses han sido testigos de un fulgurante aumento de las cotizaciones de los índices bursátiles en China. La revalorización de la bolsa de Shanghái en el último año alcanza el 130% y la de Shenzhen, el 166%. La rapidez y las circunstancias que rodean estas subidas han hecho saltar las alarmas sobre la posible formación de una burbuja especulativa como la que ya tuvo lugar en China entre 2005 y 2007. Efectivamente, hay motivos para preocuparse, pero, a diferencia de lo sucedido entonces, es previsible que las autoridades regulatorias chinas lleven a cabo una gestión acertada de los potenciales riesgos derivados de una euforia inversora desmedida. La lección debería estar aprendida.
La primera cuestión que se debe examinar es si existen indicios que hagan presagiar la gestación de una fase de burbuja. Desafortunadamente, las evidencias parecen apuntar en sentido afirmativo. De entrada, el imponente avance de las bolsas de la China continental se ha visto reforzado por un aumento vertiginoso de las compras apalancadas de los inversores (margin debt), hasta alcanzar un máximo histórico de 300.000 millones de dólares. Otro indicador inquietante es el ritmo de apertura de cuentas de valores para negociar acciones cotizadas en las bolsas de Shanghái y Shenzhen. En abril, se llegaron a abrir cuatro millones de cuentas a la semana, frente al promedio semanal de 150.000 de los últimos cinco años. La tipología de estas cuentas, cuya titularidad corresponde a pequeños inversores en un 80%-90%, denota que la inversión bursátil vuelve a estar de moda en el país. Un tercer motivo de preocupación procede de la naturaleza subyacente del propio rally bursátil: la liquidez domina, al menos por ahora, los beneficios. En efecto, las medidas de estímulo adoptadas por las autoridades monetarias desde mediados de 2014 han ejercido una influencia notable a la hora de impulsar las cotizaciones bursátiles. Paradójicamente, la publicación de registros de actividad y de sentimiento más débiles de lo previsto en el 1T 2015 ha fortalecido el régimen alcista de las bolsas, dado que ha alimentado expectativas de mayor laxitud monetaria. Por otro lado, las revisiones a la baja de las previsiones de beneficios empresariales del consenso de analistas para los años 2015 y 2016 no han frenado la escalada bursátil. En consecuencia, las métricas de valoración de la bolsa china han experimentado un deterioro considerable. En los últimos 12 meses, las ratios PER (precio sobre beneficios) de las bolsas de Shanghái y Shenzhen se han duplicado hasta 21 y 60, respectivamente.
¿Implica lo anterior que el mercado de acciones en China está a las puertas de una corrección inminente? No necesariamente. En los 27 meses previos al estallido de la burbuja bursátil, en octubre de 2007, el índice de la bolsa de Shanghái se revalorizó un 500% y llegó a cotizar con un PER de 48. Los registros del actual ciclo alcista distan de alcanzar tal magnitud: el índice de Shanghái se ha revalorizado un 120% desde enero de 2014 y cotiza con un PER de 21, en línea con el promedio desde 2003. En el plano regulatorio y macroprudencial, organismos como las comisiones de liquidación y de regulación del mercado de valores (CSDC y CSRC, respectivamente) han mostrado cierta ambivalencia ante la exuberancia del mercado bursátil. No en vano, las autoridades del gigante asiático se enfrentan a una compleja disyuntiva de fondo. Intervenciones de corte agresivo podrían desatar fuertes turbulencias financieras con repercusiones negativas sobre la economía real, máxime en un contexto como el actual de desaceleración del crecimiento y de enfriamiento del sector inmobiliario. De hecho, los efectos macroeconómicos derivados del actual ciclo alcista bursátil no se deben menospreciar. En última instancia, las actuaciones del Ejecutivo chino deberán adoptar un alcance selectivo y equilibrado a fin de evitar poner en riesgo sus objetivos de crecimiento económico.