Pulso económico firme, con riesgos acechando en el horizonte
Crecimiento global elevado. A medida que se van conociendo los últimos indicadores del 1T, incluidas algunas cifras de PIB, se confirma que el momentum de la actividad sigue siendo elevado. Así, el crecimiento mundial del 1T 2018 se habrá cerrado con un ritmo de avance robusto, del orden del 4% (2,6% en los avanzados y 5% en los emergentes). Este arranque de 2018 apoya el escenario de crecimiento de CaixaBank Research para el conjunto del año, del 3,9% (parecido al 3,7% de 2017), una previsión similar a la que ha hecho pública recientemente el FMI. Por lo que se refiere a los factores de apoyo, pocas novedades. A pesar del proceso de normalización iniciado por la Fed estadounidense, la política monetaria todavía acomodaticia en los países avanzados sigue siendo el principal elemento que impulsa el crecimiento. En cuanto a los grandes países motores del crecimiento, tampoco hay excesivas novedades. En EE. UU., el inicio de 2018 ha sido positivo (crecimiento del 2,9% interanual). Aunque el ritmo de avance fue ligeramente inferior al del trimestre anterior, este ha acabado sorprendiendo favorablemente, lo que reafirma las buenas perspectivas para el conjunto de 2018, con un crecimiento que seguirá viéndose apoyado por una política monetaria aún acomodaticia y la elevada inercia de la demanda interna, por la expansión fiscal anunciada. China, por su parte, creció un 6,8% en el 1T, ligeramente por encima de lo esperado. No obstante, puesto que esta fortaleza se debió, en parte, a factores puntuales y que se mantienen las dudas sobre la distancia entre el crecimiento oficialmente publicado y el auténtico ritmo de la actividad, estimamos que la tendencia de fondo sigue siendo de desaceleración gradual.
Los mercados financieros acusan el empeoramiento de los riesgos políticos y geopolíticos. Aunque la dimensión macroeconómica evoluciona favorablemente, la senda de las cotizaciones financieras en abril refuerza la visión de que el régimen de muy baja volatilidad de los últimos años está quedando atrás. En gran medida, ello es resultado del cambio de tono que poco a poco va adquiriendo la política monetaria de los principales bancos centrales. A este factor, además, se le han sumado los temores a un giro proteccionista a nivel global y el aumento de las tensiones geopolíticas. Así, las condiciones financieras se han endurecido moderadamente en los últimos meses (más en EE. UU. que en Europa), mientras que la volatilidad se sitúa en niveles claramente superiores al promedio de 2017. De este modo, tras años de verse aupadas por un entorno de bajos tipos de interés, las bolsas están acusando el aumento de la volatilidad y, en abril, sufrieron nuevas sesiones de pérdidas (pero menos marcadas que en los meses anteriores), mientras que los tipos de interés soberanos siguieron repuntando, si bien más significativamente en EE. UU. que en la eurozona.
Europa va bien, y España y Portugal, mejor. La eurozona continúa experimentando una etapa positiva, como ponen en evidencia tanto el ritmo de crecimiento (en el 1T se mantuvo alrededor del 2,5%) como la elevada sincronización cíclica, que tiene su reflejo en el hecho de que los principales países están creciendo a ritmos superiores al 2% (con la excepción consabida de Italia). Además, es destacable que, a pesar del repunte de crecimiento en 2017 y 2018, y a diferencia de la economía estadounidense, la europea todavía tiene un apreciable margen de recorrido cíclico. En este contexto favorable, las economías portuguesa y española se mantienen en buena forma. Así, por lo que se refiere a Portugal, la ligera desaceleración que se estima que se produjo en el 1T no empaña unas perspectivas favorables para 2018 (crecimiento esperado del 2,4%). Asimismo, la buena evolución de la economía lusa, que está contribuyendo a una notable reconducción de los desequilibrios macroeconómicos, se ha visto ratificada por una nueva revisión al alza del rating del país y el mantenimiento de la prima de riesgo en niveles muy bajos. La economía española, por su parte, suma ya tres años creciendo en torno al 3,0%, amparada en sus fortalezas internas, en la recuperación de la competitividad y en un cuadro macro más saneado, y en unos vientos de cola externos que, si bien van perdiendo intensidad, lo hacen de una forma más gradual de lo que se anticipaba. Así lo pone de manifiesto, por ejemplo, el buen dato del PIB del 1T 2018 que, según el avance del INE, se mantuvo en un sólido 0,7% intertrimestral (2,9% interanual), un registro muy similar al del 4T 2017. El vigor de la economía está contribuyendo a la corrección de los desequilibrios fiscales: en 2017, el déficit público fue del 3,1% del PIB, 1,2 p. p. menos que en 2016, un buen punto de partida que hace factible cumplir el objetivo de déficit en 2018, del 2,2% del PIB. Asimismo, este mayor equilibrio de las finanzas públicas coincide con la paulatina reducción de la deuda de los hogares y de las empresas, una tendencia importante para apuntalar la capacidad de crecimiento de la economía a medio plazo, cuando los vientos de cola sean un recuerdo y los de cara, quizás más notorios.