Materias primas

La geopolítica de la energía

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Ricard Murillo Gili
Llama azul de gas natural de un fogón

¿Qué cree que pasaría si de repente el país donde usted reside no tuviera acceso a las fuentes de energía extranjeras y los sistemas de emergencia no pudieran abastecer todo el sistema a lo largo de, digamos, una semana? Tal situación (¡aunque se trate de un caso extremo!) es evidente que tendría unas consecuencias muy adversas para la vida cotidiana de todos los ciudadanos e implicaciones macroeconómicas muy negativas. Ello sirve para mostrar la relevancia de acceder a las fuentes de energía de forma continua y a un precio asequible. Así, aquellos países que tengan control sobre sus fuentes de energía pueden proteger mejor sus intereses nacionales y, en paralelo, ejercer influencia económica y política a nivel internacional, mientras que aquellas economías dependientes de las importaciones de combustibles fósiles pueden sufrir problemas de seguridad energética. En este sentido, el actual mix energético ha gestado unas relaciones geopolíticas concretas, con un peso muy importante de los exportadores netos de petróleo (los miembros de la OPEP y Rusia principalmente). Ante los cambios que se avecinan y que forjarán el mix del futuro, debemos preguntarnos qué estados pueden ganar influencia geopolítica, cuáles la pueden perder y si las alianzas vigentes en la actualidad lo seguirán siendo por mucho tiempo.

Como hemos visto en el artículo «El mix energético del futuro» de este mismo Dossier, el consumo energético mundial continuará aumentando al menos hasta 2030, sobre todo a causa del empuje de las economías asiáticas emergentes, aunque a un ritmo mucho menor que el crecimiento económico. Asimismo, el cambio en la composición de las fuentes energéticas previsto para los próximos años generará un aumento de la demanda de gas natural y de energías renovables en detrimento del petróleo y el carbón. Estas dinámicas tendrán dos implicaciones principales a nivel geopolítico. Por un lado, el mayor uso de las energías renovables permitirá a las economías que las impulsen ser más independientes energéticamente, toda vez que dichas economías podrán consumir una energía que se produce en su propio territorio. Uno de los mejores ejemplos de país casi independiente energéticamente es Islandia, donde más del 80% de la energía consumida proviene de fuentes energéticas renovables obtenidas en su territorio (principalmente energía geotérmica e hidráulica).1 Las energías renovables, por tanto, permitirán reducir la dependencia energética, pero actualmente la electricidad generada a través de fuentes renovables, así como la producida con cualquier otra fuente energética, no puede recorrer grandes distancias, por lo que es difícil exportarla y, consecuentemente, ganar influencia geopolítica.

Por otro lado, el mayor consumo de gas natural en detrimento del carbón permitirá a los países exportadores de gas ganar peso en las relaciones internacionales, mientras que los principales exportadores de carbón y de petróleo la perderán.2 Un ejemplo que ya se ha producido de esta nueva tendencia es la salida de Catar como miembro de la OPEP anunciada a finales de 2018, tras la cual, el ministro de Energía del país argumentó que se trataba de una decisión estratégica del país para concentrarse en la extracción y distribución de gas natural.3

Así, los principales beneficiados de este mayor uso del gas natural serán los mayores exportadores netos actuales (Rusia y Catar) y también los que se espera que aumenten sus exportaciones netas en los próximos años (según las estimaciones de la Administración de Información de Energía de EE. UU. –EIA, por sus siglas en inglés–, Irán y EE. UU. principalmente). Por otro lado, los damnificados por el nuevo mix energético serán Arabia Saudí, dado que el peso relativo del petróleo en el nuevo mix será menor, y los principales exportadores mundiales de carbón, Australia e Indonesia, cuyas exportaciones se dirigen a la India y, sobre todo, a China.4 No obstante, gracias a sus abundantes reservas de gas natural, Australia logrará atenuar, vía un aumento de sus exportaciones de gas, el impacto negativo que le supondrá el proceso de descarbonización que se espera en China.

El aumento del consumo de gas natural no solamente beneficiará a los países exportadores de este combustible, puesto que, al transportarse principalmente por gasoductos, aquellos países situados en puntos estratégicos también se podrán beneficiar política y económicamente. Un claro ejemplo de ello es Turquía, por donde circula un gasoducto que distribuye el gas proveniente del Mar Caspio hasta el sur de Europa. No obstante, el aumento del uso que se espera del gas natural licuado (GNL) moderará la influencia de estos países de paso. Este gas procesado puede ser transportado a grandes distancias mediante buques mercantes, siempre que los puertos receptores estén preparados para ello,5 lo que facilita una mayor homogeneización del precio del gas a nivel internacional y un mayor poder de negociación de los países importadores, al aumentar el abanico de posibles vendedores.

En este entorno cambiante, centrándonos en la situación de Europa, un pilar fundamental de la estrategia de la UE es reforzar la seguridad energética de la región, lo que pasa por reducir el alto grado de dependencia energética del exterior.6 Actualmente, más de la mitad de la energía que se consume en la región es importada, un fenómeno que se observa, sobre todo, en los combustibles fósiles (actualmente se importa el 90% y el 69% de petróleo y gas natural que se consume, respectivamente, y la dependencia importadora de estos combustibles aumentará ligeramente según las estimaciones de la Comisión Europea), cuyos principales socios comerciales son Rusia y Noruega. En este sentido, la UE ha mostrado cierta preocupación por la posibilidad de que disrupciones en la oferta de estos productos, ya sean causadas por fallos en la infraestructura o por disputas políticas o comerciales, hagan más vulnerables a los países miembros que más dependen del gas y el petróleo ruso, como ocurrió en 2009, cuando Rusia interrumpió el abastecimiento de gas natural a Europa del Este por su conflicto con Ucrania, país que hasta entonces era la principal puerta de entrada del gas ruso al conjunto de Europa. El trabajo a realizar en esta línea debería pasar por aumentar la producción energética dentro de la UE (sobre todo a través de un incremento de la energía renovable), reforzar el mercado energético interno y diversificar las rutas de entrada y la oferta de países exportadores. Sobre esta diversificación, la Comisión Europea menciona que, además de reforzar los lazos tejidos con los actuales socios (principalmente Noruega, Rusia y Arabia Saudí), es necesario mejorar las alianzas con nuevos socios en el Mar Caspio (más notablemente Azerbaiyán y Turkmenistán). Así, estiman que la UE podrá ser una región algo más independiente energéticamente y, sobre todo, con unos proveedores más diversificados.

Si entramos más en detalle en la península ibérica, la situación es un poco más adversa que en el conjunto de la UE, dado que ni Portugal ni España tienen reservas de petróleo o de gas natural y su situación geográfica dificulta un acceso pleno al mercado interno europeo. Ello deja a estos países con una de las tasas más altas de dependencia energética de la UE (véase el segundo gráfico). Por esta razón, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima propuesto por el Gobierno español pretende disminuir esta tasa en 15 p. p. en 2030 gracias, sobre todo, a una reducción de la intensidad energética y a un mayor uso de las energías renovables.7 Además del aumento en la generación de energía mediante fuentes renovables, en el mix energético ibérico aumentará el peso del gas natural, el mayor exportador del cual es Argelia, que acaparó el 45% y el 35% de las importaciones de este combustible en España y Portugal en 2017, respectivamente.8 Las alternativas para depender menos del gas argelino pasan por incrementar las importaciones de GNL (sobre todo proveniente de EE. UU.) y reforzar los lazos con el mercado energético europeo. De hecho, si estas alternativas se desarrollaran de forma satisfactoria, la península ibérica puede contribuir a reducir la dependencia energética europea en su conjunto respecto a Rusia, al convertirse en una pujante puerta de entrada del gas procedente del otro lado del Atlántico y de Argelia.

En suma, las relaciones internacionales forjadas a través de las fuentes de energía seguirán cambiando, esta vez probablemente en beneficio de los estados exportadores de gas. No obstante, el uso más eficiente de la energía junto con la apuesta por las fuentes renovables permitirá independizarse energéticamente a los países que las desarrollen correctamente. Y es que, como dijo el expresidente de EE. UU. Jimmy Carter en 1979, «nadie podrá embargar jamás la luz del sol».

Ricard Murillo Gili

1. El 19% restante corresponde casi todo a petróleo consumido en el transporte de vehículos terrestres y marítimos. Datos publicados por la Autoridad de la Energía Nacional de Islandia.

2. Aunque los exportadores netos de petróleo vean aumentar sus ventas de crudo, relativamente perderán relevancia en favor de los exportadores de gas natural.

3. Su salida de la OPEP también estuvo motivada por el bloqueo diplomático que Arabia Saudí (el estado más influyente del cártel) junto con otros seis países aplicó a Catar desde 2017.

4. Aunque China es el mayor productor de carbón del mundo, es un importador neto de este combustible.

5. En la península ibérica existen actualmente puertos habilitados para el GNL en Barcelona, Bilbao, Huelva, Sagunto, Cartagena, Ferrol, Gijón y Sines (Portugal).

6. Véase Comisión Europea (2014). «Estrategia Europea de la Seguridad Energética». Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo y al Consejo.

7. Para más detalles, véase el artículo «El nuevo mix energético en la península ibérica: el combate contra el calentamiento global», en este mismo Dossier.

8. De hecho, el mayor exportador de gas natural a Portugal es España, con el 45%, la mayor parte del cual probablemente provenga de Argelia. Por ello, la dependencia energética de Portugal con respecto a Argelia es mayor de lo que refleja el 35%.

 

Ricard Murillo Gili
Etiquetas:
Energía Petróleo Cambio climático
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