El cambio tecnológico está en la raíz del progreso económico y social que hemos vivido desde la primera revolución industrial y, a pesar de ello, la actual revolución tecnológica, además de fascinación, no deja de generar ansiedad. Joseph Schumpeter ya dijo que «en una sociedad capitalista, el progreso económico implica desorden» y sabemos que el desorden, en el ser humano, provoca desasosiego. Por ello, el progreso de los últimos siglos ha ido acompañado del desarrollo de instituciones y de políticas públicas que han permitido, en cierta medida, modular o gobernar ese desorden. El gran desafío es adaptar dichas instituciones y políticas a los cambios que se están produciendo.
Una de las claves para que el cambio tecnológico pueda traer prosperidad para la inmensa mayoría de la población es el sistema educativo. Un sistema que, más allá de conocimientos técnicos específicos, debe enseñar, sobre todo, a aprender. Para ello, son relevantes habilidades como el pensamiento crítico, la capacidad de comunicación y el trabajo en equipo y, también, valores como el esfuerzo, la creatividad, el rigor, la colaboración, la honestidad y la diversidad. Es positivo que coexistan diversos modelos de enseñanza que se muevan en esta dirección, aprender de ellos las mejores prácticas y extenderlas al conjunto del sistema.
Las políticas públicas también deben tener en cuenta los efectos del cambio tecnológico sobre el empleo y los salarios. El cambio trae consigo ganadores, pero también perdedores. El desafío es compensar a los segundos para que las diferencias entre unos y otros no sean muy marcadas y para que no haya grupos de la población que se queden descolgados del tren del progreso.
En este contexto, las políticas activas del mercado de trabajo, que facilitan la recolocación laboral, deberán jugar cada vez un papel más importante. Para aquellos trabajadores con las retribuciones más bajas, deberá encontrarse la combinación óptima entre una política de salario mínimo, un tipo negativo sobre las rentas bajas (que complemente sus ingresos) y una política de vivienda que facilite su acceso a un coste razonable. En el ámbito laboral, también es necesario clarificar el estatus de nuevas modalidades de relaciones laborales, por ejemplo entre las plataformas tecnológicas y aquellos que ofrecen sus servicios a través de ellas. La seguridad jurídica es un ingrediente esencial para fomentar las nuevas tecnologías y los nuevos modelos de negocio.
Otras políticas también pueden ayudar a promover la adopción de las nuevas tecnologías y, de esta manera, incrementar la productividad del conjunto de la economía. Para las empresas, es importante, por ejemplo, el nivel de flexibilidad para reorganizar sus operaciones y para redefinir los distintos puestos de trabajo, aspectos que en parte dependen del marco legal. También existen regulaciones que penalizan a las empresas que adquieren un determinado tamaño, lo que acaba impidiendo que muchas de ellas adquieran suficiente escala para poder invertir en nuevas tecnologías y sacar el máximo provecho de ellas. Por último, las políticas de fomento de la competencia también pueden ser un acicate para la innovación, tanto en lo que se refiere a la reducción de sectores protegidos por regulaciones como a las medidas que eviten el abuso de posición dominante por parte de gigantes tecnológicos.
El progreso que traiga consigo el cambio tecnológico también dependerá de si hacemos un uso responsable del mismo. En este sentido, el marco legal que vayamos definiendo acotará determinados usos que, como sociedad, consideremos no deseables. Pero, más allá de lo que eventualmente dicten estas normas formales, la ética de las empresas –de sus propietarios, directivos y empleados– aún será más relevante. En el ámbito de los datos, por ejemplo, habrá empresas que adopten modelos de negocio basados en un uso responsable y transparente de los datos de sus clientes y otras, en cambio, no lo harán. La responsabilidad social de la empresa es clave para aunar cambio tecnológico y progreso económico.
Dadas las fechas en las que estamos, me despido deseándoles unas felices vacaciones y que disfruten de una buena lectura. Cuando lo hagan, recuerden a Gutenberg, el padre de una de las tecnologías que más ha influido sobre la historia de la humanidad.
Enric Fernández
Economista jefe
30 de junio de 2019