Cambios en el nivel educativo de los ocupados españoles
Hay que seguir insistiendo en la necesidad de fomentar la inversión en capital humano y en adaptar el sistema educativo a las nuevas competencias demandadas por el mercado.
Uno de los aspectos más positivos del comportamiento de la economía española está siendo la fortaleza del mercado laboral: el volumen de ocupación supera (dato del 3T 2023) el nivel prepandemia (4T 2019) en 1,3 millones (un 6,5%). En este Focus analizamos cómo se ha comportado la creación de empleo en este periodo en función del sector de actividad, nivel educativo de los ocupados y categorías profesionales, que ha reflejado el progresivo cambio en los perfiles de las ocupaciones demandadas por las empresas, motivados, principalmente, por la generalización de las nuevas tecnologías y la digitalización de la economía.
Dentro del buen comportamiento del empleo tras la pandemia, destacan las actividades profesionales, científicas y técnicas y de información y comunicaciones; son actividades, en general, con mayor contenido tecnológico y una mano de obra más cualificada, que han aportado cerca del 26% del empleo creado (unos 334.000 trabajadores), cuando su peso sobre el volumen total es del 9,3% (8,2% antes de la pandemia). También destacan las actividades sanitarias y de servicios sociales, que, por efecto de la pandemia (y también del envejecimiento), han aumentado su empleo respecto al cierre de 2019 en casi 295.000 personas, hasta representar el 9,6% del total de ocupados (8,7% en 2019). Por el contrario, se ha destruido empleo, sobre todo en distribución y depuración de agua (–13.000 ocupados), artes gráficas (–32.000) y, en especial, el sector agropecuario (–92.000).
Asimismo, el número de trabajadores con mayor nivel educativo ha crecido muy por encima del resto: los ocupados con educación superior (formación profesional de grado superior y títulos universitarios) han crecido casi el doble que la media, un 12,0%. De este modo, el 46,4% de los ocupados españoles tiene estudios superiores, 2,3 puntos más que antes de la crisis pandémica y significativamente por encima de la media de la eurozona (39,0%). Del aumento del empleo en el periodo (1,3 millones), el 81,4% (casi 1,1 millones) son trabajadores con educación superior, mientras que los trabajadores con secundaria han crecido en 340.000 y aquellos con educación primaria o inferior se han reducido en 98.000.
Atendiendo a la nacionalidad de los ocupados, el peso de los trabajadores extranjeros o con doble nacionalidad con formación superior sobre el total de ocupados con formación superior ha crecido ligeramente desde 2019 (11,9% vs. 10,8%). Del aumento de los ocupados extranjeros desde finales de 2019 (816.000), el 27,8% tenían formación superior y el 61,6% secundaria (el 10,5% restante, primaria o inferior).
Sin embargo, pese al aumento del porcentaje de ocupados con titulación superior, España tiene la mayor tasa de sobrecualificación de Europa, reflejo del fuerte desajuste entre los perfiles demandados por las empresas y los ofrecidos por los trabajadores: el 35,9% de ocupados con dicha titulación no trabajan en ocupaciones asociadas a priori con las titulaciones universitarias (dato de 2022), frente al 23,5% en la eurozona.1 Pero la sobrecualificación no solo afecta a los trabajadores de mayor formación: una cuarta parte de los que cuentan con enseñanza secundaria superior (formación profesional de segunda etapa y bachillerato) trabajan en ocupaciones que requieren menor cualificación, lo que puede estar relacionado con un efecto crowding out:2 los titulados superiores desplazan a los trabajadores con educación secundaria hacia ocupaciones más básicas.
El problema de la sobrecualificación afecta aún con mayor intensidad a la población inmigrante, un fenómeno generalizado en la UE y en el caso de España más marcado: el 52,2% de los trabajadores extranjeros en nuestro país están sobrecualificados, según la definición de Eurostat, frente al 34,5% en el caso de los trabajadores españoles (los porcentajes para la eurozona son del 36,6% para los foráneos y del 22,4% para los nacionales).
Atendiendo a la categoría ocupacional de los trabajadores, los empleos que, en principio, requieren más cualificación (directores, gerentes, técnicos y profesionales) han anotado tasas de crecimiento de doble dígito y aumentado su peso sobre el total casi 2 puntos, hasta el 35,2%; los operadores de instalaciones y maquinaria también crecen por encima de la media (6,6%) y mantienen su peso en el 7,8% del total. Por el contrario, las ocupaciones en las que menos ha crecido el empleo son, principalmente, de cualificación media-baja: los empleados terciarios (servicios personales, de restauración o venta) crecen un 5,6% hasta el 21,9% del total, 3 décimas menos que antes de la pandemia; los empleados administrativos crecen un 3,1% y suponen un 10,1% del total (vs. 10,4%); los trabajadores de la industria manufacturera y la construcción crecen un 2,4% hasta el 10,6% (vs. 11,0%), y las ocupaciones elementales apenas crecen un 2,1% hasta el 12,0% (vs. 12,5%).
De lo anteriormente comentado se desprende que, tanto en términos absolutos como relativos, la brecha entre trabajadores más cualificados (que han aumentado en casi 1,1 millones y 2,3 puntos de peso) y trabajadores en aquellas ocupaciones en teoría más cualificadas, con independencia de su nivel de estudios (783.000 personas y 1,7 puntos más), se ha ampliado, lo que muestra o bien un exceso de oferta de trabajadores cualificados en determinados perfiles laborales o una falta de adecuación de la oferta a las cualificaciones demandadas por las empresas en dichas ocupaciones.
En definitiva, el nivel educativo de la población es un factor determinante de la productividad y el empleo. En un país con elevados desajustes educativos, reflejados en las dificultades de las empresas para encontrar los perfiles adecuados para cubrir las vacantes existentes, y con el hándicap añadido del envejecimiento demográfico, que limita el crecimiento de la población activa complicando la búsqueda de talento,3 hay que seguir insistiendo en la necesidad de fomentar la inversión en capital humano y en adaptar el sistema educativo a las nuevas competencias demandadas por el mercado, de forma que aumente el aprovechamiento de la formación en capital humano.
- 3. Véase SEPE (2023). «Desajuste educativo en el mercado de trabajo en España», Revista Cuadernos del Mercado de Trabajo, octubre; y Randstad Research (2023): «El mundo del empleo tras dos años de pandemia».