Análisis de coyuntura

Geopolítica, geopolítica y, de postre, geopolítica

Inmersos en la Cuarta Revolución Industrial y en medio de una intensa batalla geopolítica que probablemente desembocará en un mundo multipolar, las grandes economías deben decidir su estrategia de juego.

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Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
Tablero de ajedrez. Photo by Felix Mittermeier on Unsplash

La prosperidad económica y la transformación de las sociedades ha estado ligada de manera indiscutible a las revoluciones tecnológicas. En la actualidad, inmersos en la Cuarta Revolución Industrial y en medio de una intensa batalla geopolítica que, probablemente, desembocará en un mundo multipolar, las grandes economías deben decidir su estrategia de juego. Una estrategia que se desarrollará en numerosos frentes y donde ya estamos viendo un destacado papel del sector público, incluso en aquellos países que durante décadas habían ejemplificado de forma más evidente el liberalismo económico, como EE. UU.

De hecho, hace pocos días, el Gobierno de Biden aumentó las restricciones a la compra de chips estadounidenses por parte de empresas o individuos chinos. La limitación al uso de tecnologías avanzadas es una vía eficaz para frenar la capacidad de crecimiento de otros países, como mínimo a corto plazo. Y EE. UU. lo tiene claro, esta limitación tecnológica será una de las prácticas a seguir para coartar la relevancia geoestratégica de China, un país con un sistema político, social y económico marcadamente distinto al defendido por el mundo occidental.

En Europa, la pandemia primero y la guerra de Ucrania después han puesto de relieve la gran dependencia que tenemos de las manufacturas chinas y de la energía rusa. Una dependencia que a toda costa se quiere reducir, y que ha comportado una ampliación de la política de «autonomía estratégica» o «soberanía estratégica» defendida por la UE más allá de los ámbitos de la seguridad y la defensa sobre los que versaba inicialmente.

En la actualidad, la política de mayor autonomía también abarca la necesidad de incrementar la resiliencia de las cadenas de suministro globales mediante una disminución en la dependencia de ciertos productos y/o de países extranjeros, especialmente aquellos «menos amigos», así como la necesidad de defender los valores democráticos en todas las prácticas de la Unión.

Se trata de líneas de actuación en las que la UE no solo trabaja de forma individual, sino también juntamente con EE. UU. a través de instrumentos como el Consejo de Comercio y Tecnología, nacido en junio de 2021. De forma general, este Consejo se erige como un foro para que ambas regiones dialoguen y consensúen una agenda común sobre aspectos comerciales y tecnológicos, siempre desde un enfoque que apoye a los valores democráticos que comparten. De forma más particular, uno de los grupos de trabajo del Consejo se centra en aumentar la seguridad de las cadenas globales de valor, cuyas vulnerabilidades fueron puestas de manifiesto durante la pandemia de la COVID-19.

Una cuestión clave ahora es saber si la UE proseguirá con su enfoque más moderado en sus relaciones con el resto del mundo (también con China) para lograr sus objetivos de autonomía estratégica; o si, por el contrario, adoptará una posición más beligerante, de la mano de su renovado aliado transatlántico. Aunque todavía es pronto para conocer la orientación que adoptará nuestra Unión, se puede empezar a apreciar cierto viraje hacia una mayor tolerancia a la confrontación.

Una actitud más confrontacional en esferas como la tecnológica o la comercial puede acarrear enormes efectos negativos en términos de crecimiento económico a corto y medio plazo. Al fin y al cabo, vivimos en un mundo altamente globalizado, más que en ningún otro momento de la historia. En el caso de la UE, por ejemplo, la dependencia o «huella electrónica» de China es, hoy en día, más importante que la «huella energética» de Rusia en la economía europea. Y en el caso estadounidense, los vínculos con China en el sector electrónico o de maquinaria son incluso más profundos que los de la propia UE con el gigante asiático.

Pero si una posición de enfrentamiento puede acarrear importantes efectos no deseados sobre la actividad económica, ¿qué puede representar para el futuro de nuestro modelo político liberal y democrático una respuesta poco contundente por parte de Occidente al asedio actual al orden liberal internacional?

Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
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Geopolítica Opinión